Carolina Santos: “La historia del rock argentino invisibilizó a las artistas mujeres y al público femenino”

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APU ENTREVISTAS

Carolina Santos: “La historia del rock argentino invisibilizó a las artistas mujeres y al público femenino”

05 Noviembre 2023

En diálogo con AGENCIA PACO URONDO, Carolina Santos, coautora de Al taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999), se refirió a como fue la construcción de este trabajo colectivo, la importancia que tuvieron las pioneras para las chicas que hoy se suben a un escenario a mostrar sus canciones y del aporte que este texto escrito junto con Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono aportó a esta rica historia.Nosotras creemos que Al Taco, de alguna manera, viene a completar una historia del rock argentino. Tenemos más de 60 años de mujeres haciendo rock, por eso cada vez que una chica de una nueva generación se sube a un escenario, puede contar con una historia que la respalda. Todos nosotros sabemos que “La balsa” fue escrita en el baño del bar La Perla y es divino saberlo, pero también es interesante conocer cómo se hizo “Me vuelvo cada día más loca”, esa gran canción de Celeste Carballo”, destacó.

Agencia Paco Urondo: Durante el período de investigación que llevó Al taco, salieron otros libros al respecto, lo que hace que el campo de trabajo sobre la temática se haya ampliado notablemente.

Carolina Santos: La investigación empezó hace seis años, a raíz de otro trabajo en el cual estaba investigando unas cuestiones sobre rock. Ahí me di cuenta que había muy poca bibliografía sobre artistas mujeres: un libro de Karim González que se llama Mina de rock (1997), el de Patricia Pietrafiesa, Resistencia, que recopila fanzines, y no mucho más. Lo interesante es que en ese período de investigación sí pasaron cosas buenas. Salieron otros trabajos como Brilla la luz para ellas (2020), de Romina Zanellato; Asesínenme (2019), la autobiografía de María Rosa Yorio; Las mil vidas de Gabriela (2022), de Gabriela Parodi; y el texto de Barbi Recanati llamado Mostras del rock (2020). Paralelamente, en ese tiempo también conseguimos el derecho al aborto y el cupo femenino para los festivales. Así que de aquel momento en que no había absolutamente nada, hoy podemos decir que hay un poco más y eso, a mí me alegra un montón.

APU: Mencionaste la lucha de las mujeres y sus conquistas de los últimos años donde ampliaron sus derechos, haciendo que el libro se inscriba en un nuevo clima de época atravesado por el feminismo.

C.S.: Cualquier abordaje que hace el feminismo de una cuestión tiene en cuenta la experiencia personal, por eso es que la nuestra o la de cualquier mujer, viene al caso. Y como la historia del rock está escrita por varones, no solamente hay cierta invisibilización de las artistas mujeres, sino también de los públicos femeninos. Desde esa perspectiva, empiezan a aparecer otros hitos que no están señalados en la historia oficial del rock, porque (a lo mejor) no significó nada para los públicos masculinos. Por ejemplo, Viuda e hijas de Roque Enroll o el tema “Puerto Pollensa”, popularizado por Marilina Ross, son mojones que empiezan a señalar otra historia, si tenés en cuenta la recepción femenina.

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APU: Hiciste este libro junto a Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono ¿Cómo se dio el encuentro para encarar el trabajo y cómo dividieron los roles para la investigación?

C.S.: Nosotras nos conocemos desde los 12 años, somos compañeras del secundario y a las tres nos encanta escribir y el rock. A Quilmes venían muchas bandas cuando estaban recién empezando, a finales de los ‘80. Eso nos unió siempre. Después, cada una hizo su camino. Gaby es licenciada en Comunicación Social, Silvia es traductora, música, y yo seguí con las letras. Cuando vi que era necesario escribir este libro fui a mis fuentes, a mis compañeras del colegio con las que compartimos aquella experiencia musical. En el libro trabajó mucha gente, además de nosotras tres: tiene la revisión de la magister en comunicación y cultura Mercedes Liska y de Florencia López, que es una antropóloga feminista.

APU: ¿Que sienten vos y tus compañeras que aportaron con este texto?

C.S.: No hay tantos estudios sobre esa primera década del rock, pero uno de ellos habla de Jolly Land y se pregunta ¿quién se acuerda hoy de ella? La verdad es que mi abuela y mi mamá se acuerdan perfectamente. A lo mejor, ningún varón registra a Jolly, pero eso no quiere decir que no haya tenido una recepción significativa entre las chicas de la época. Es un poco desandar, sin queja ni crítica, que esto haya sido así, porque cada uno suma lo que tiene para aportar. Nosotras creemos que Al Taco, de alguna manera, viene a completar una historia del rock argentino. Cuando digo completarla no me refiero solamente a mencionar, desarrollar las obras o los nombres de las artistas mujeres, lo más importante de todo es reconstruir una trama, un momento histórico, en donde cada música que aparecía no llegaba en un paracaídas, hay toda una genealogía. Tenemos más de 60 años de mujeres haciendo rock, por eso, cada vez que una chica de una nueva generación se sube a un escenario, puede contar con una historia que la respalda. Todos nosotros sabemos que “La balsa” fue escrita en el baño del bar La Perla y es divino saberlo, pero también es interesante conocer cómo se hizo “Me vuelvo cada día más loca”, esa gran canción de Celeste Carballo.

APU: A propósito de Celeste, tenés una historia muy linda de tu niñez, cuando dibujaste a tu mamá para una tarea de la escuela, que después ella misma intervino dejando todo un mensaje.

C.S.: Lo interesante de trabajar desde una perspectiva feminista es que la historia personal también es política y viene al caso. Yo era chica en época de dictadura, nací en 1972, tendría siete, ocho años y la maestra pidió que dibujemos a nuestra mamá. La mía era pianista, pero yo vi que muchos de mis compañeros la dibujaban barriendo y la hice así, también. Había algo como en el aire, en esa época, de no querer ser diferente, de no llamar la atención con nada. Entonces la retraté en esa situación doméstica, que no tiene nada de malo, pero que a lo mejor no representaba exactamente a mi madre. Cuando le mostré el dibujo me dijo: “¡ay, qué hermoso¡” y sin decir una palabra más, sin bajar ninguna línea, borró la escoba y puso en su lugar una guitarra. Allí entendí lo que me estaba diciendo, que no necesariamente tenemos que reproducir la imagen femenina en una tarea hogareña. Que una mujer puede estar tocando un instrumento también. Algo que se resignificó cuando, unos años más tarde, en una disquería vi la contratapa del disco de Celeste Carballo Me vuelvo cada día más loca (1982), donde ella está en la cocina agarrando un escobillón como si fuera una guitarra.

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APU: A medida que iban desarrollando la investigación, cuáles consideran fueron los primeros obstáculos que tuvieron que enfrentar las mujeres músicas.

C.S.: Investigando, fuimos descubriendo cómo la mujer siempre estuvo vinculada con la música en el espacio privado: la canción de cuna al hijo, por ejemplo. Por lo cual el primer obstáculo estuvo en lo público. Dicho esto, reconociéndolo, usemos las páginas y el aire de los medios de comunicación para hablar de las mujeres y no de los obstáculos, porque si no estamos, otra vez, como revictimizando. A pesar de todo eso, las chicas se pudieron abrir camino y hacer música. Si bien en el libro mencionamos situaciones adversas de cada época, lo que más nos interesa es contar sobre lo que sí pudieron lograr. Algunas son conocidas, pero hay otras que están omitidas y que valen la pena descubrir. De todos modos, dentro de las artistas que mayor visibilización tuvieron, como Fabiana Cantilo, también podés ver que hay una cuestión de no reconocimiento como compositora cuando tiene más de 100 canciones hechas. Eso nos interesa poner en valor.

APU: Nombraste a Fabi Cantilo y recordé que recién llegando a los 60 años fue tapa de la revista Rolling Stone ¿Cuánto más le puede costar a otras mujeres no tan conocidas ser tenidas en cuenta por los grandes medios?

C.S.: Si a la más reconocida de todas le cuesta, imaginate al resto. Los discos de Fabi que tenían mayor cantidad de temas propios son los menos valorados. Es una cosa muy injusta porque compone muy bien, están buenísimas sus canciones. Las cantantes y las instrumentistas, con todas sus dificultades dentro del patriarcado musical, han podido desarrollarse, pero la mayor deuda de reconocimiento, de visibilización, es con las compositoras. Por ejemplo, Patricia Sosa en La Torre. Si revisas, las crónicas valoran su voz, su carácter, sus piernas y no hay mayor detenimiento en ella como autora, cuando hizo todos los temas del grupo. Te digo más, creo que no hay canciones de bandas o solistas varones que hayan hecho covers de una pieza firmada por una mujer.

En el fondo, ahí está toda la problemática de la desigualdad y de los estereotipos de lo masculino y lo femenino, que tiene una explicación y tiene que ver con una organización del mundo desde hace siglos y que estamos siempre con la posibilidad de cambiarlo. El 80% de las mujeres de las que hablamos en el libro, siguen tocando, grabando, así que estamos a tiempo de revisitarlas, darle el valor que le corresponde. Como dijo Rosario Bléfari como respuesta a una nota titulada El futuro del rock es mujer: “el pasado del rock lo es y el presente también, porque las mujeres estamos desde el minuto cero”. Tanto es así, que la primera grabación de rock hecha en Argentina es una versión de Bill Halley interpretada por Estela Raval, como parte de Los Cuatro Bemoles, en el año 1956.

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APU: Desde hace años se viene discutiendo la fecha del comienzo del rock argentino como un movimiento, muchos señalan 1966, con la salida del simple “Rebelde” de Los Beatniks ¿Cómo se posicionan al respecto?

C.S.: Nosotras no queríamos partir desde el ‘66. Por supuesto que ahí aparece un nuevo rock argentino, diferente al de la primera década, que es lo que hoy conocemos como rock nacional, con sus características. Pero anteriormente también se hizo rock en Argentina. Que no tiene las letras contestatarias que van a aparecer después, estamos totalmente de acuerdo, pero músicos haciendo rock, había. Además, hay muchísimas mujeres que, después en los ‘70, no van a ser tantas. Hay varios autores que están revisando esta primera década. La doctora en historia Valeria Manzano es la que indica explorar esta década porque, cuando el rock llega a Buenos Aires a mitad de los ‘50, eso que se llamó música juvenil sirvió para construir una identidad de la juventud, diferenciándola de lo que escuchaban los padres, y aparece de la mano del rock. En muchos casos eran covers, pero los jóvenes se identificaron con eso y nos parecía importante explorarlo.

APU: La historia oficial dice que Gabriela Parodi, Cristina Plate y Mirtha Defilpo fueron quienes iniciaron el camino para las mujeres en el rock nacional.

C.S.: A mí me hace mucho ruido cuando se dice: “la primera mujer que” o “la primera banda que” porque es una historia en construcción. No tiene ningún sentido porque no es una carrera, no está bueno hacer una jerarquía de quién fue la primera, no es una manera de razonar del feminismo. Sí me parece muy importante destacar pioneras, hablar de esas mujeres que, con toda una situación adversa, pudieron hacer que hoy sea más fácil. Te digo la verdad, tuvimos que recorrer incluso geriátricos porque buscábamos a un artista de la cual nadie supo más nada. Entonces, alguno te decía “me parece que está internada en tal lado”, “me parece que está en un monasterio”. Nosotras íbamos y golpeábamos la puerta y preguntábamos porque esa historia era un tesoro. Fijate el caso de Susana Juri. Moris, en una entrevista que le hace Miguel Grinberg sobre La Cueva, menciona que recuerda a una mujer que cantaba en el lugar y siempre se vestía de negro. Cuando leo eso, la quise encontrar. Consulté a todo el mundo y nadie se acordaba hasta que, finalmente, di con una persona que era como su hermana de la vida, pero Susana había fallecido hacía dos años. La única mujer que cantó en La Cueva, esa historia se fue con ella, una lástima porque hubiera sido interesante su testimonio. Por preguntarnos con las chicas quiénes nos quedaron afuera, nos costaba cerrar el libro.