El arte de la biografía: Roberto Arlt por Nira Etchenique
En la casa se mi infancia los libros siempre fueron sorpresas, pequeños destellos de luz en la noche cuando venía el miedo a la oscuridad.
Las mudanzas iban arrastrando las bibliotecas de mi papá y por ahí el “quiero algo para leer” o “tráeme algo para leer” de la biblioteca que ocupaba siempre los espacios centrales de la casa se le sumaban las cajas o libros amontonados en piecitas, galpones o cuartos de depósito. En esos lugares, mientras jugaba, encontraba los tesoros.
De esa manera, en esta mudanza, que esta vez fue mía, encontré un libro que seguramente compré en alguna mesa de saldos de calle Corrientes y quedó escondido en la acumulación de dibujos, cartas y cuentos de mis hijos.
Se llama Roberto Arlt y es una biografía que le hizo Nira Etchenique. Editorial La Mandrágora, año de edición 1962.
Nira Etchenique
Pero ¿Quién era Nira Etchenique? Era una poeta, ensayista, narradora de la generación del 60, colaboradora de revistas literarias; una olvidada de la literatura argentina. Una mujer que escribía letras de tango cuando era una tarea que solo ejercían los hombres. Que se atrevió a ensayar el arte del ensayo y la biografía cuando quienes se dedicaban a este tipo de género hibrido también eran hombres, con oficio de periodistas o historiadores. Sin embargo, eligió para retratar a una figura fuerte, popular y fascinante como Roberto Arlt.
Su nombre verdadero era Cilzanira Edith Etchenique y nació en el barrio de Flores, un 26 de marzo de 1926 y falleció en el año 2005. Fue una artista comprometida con la realidad, marcada por el peronismo y la revolución cubana, inclusive vivió en la isla. Tuvo que exiliarse durante la dictadura militar del 76.
Admirada por Ricardo Piglia, Andrés Rivera, Ana María Shua y Griselda Gambaro por su capacidad narrativa, sobre todo en el género de la autobiografía. Piglia la definía como “una escritora secreta y sutil.”
Además de la obra en cuestión sobre la vida de Arlt, escribió sobre Alfonsina Storni. Entre otros, publicó: Persona, Sur, Vox populi, Judith querida y los poemarios: Diez y punto, Esta tierra puesta en soledad, Mi canto caído, Horario corrido y sábado inglés, Los dueños del hambre, Último oficio.
Roberto Arlt
No es casualidad que Nira Etchenique, porteña, de escritura costumbrista y adepta a la estética del tango y a la vida de la ciudad haya elegido la figura de Roberto Arlt para retratar. Hay una suerte de complemento, de fusión entre ambos en tiempos diferentes.
Nira Etchenique estudia el universo Arlt y descubre la representación de una época, donde confluyen lo personal y lo colectivo en una realidad honda e insoslayable.
“Roberto Arlt es, antes que un torturado, un desesperado”. Desde esa premisa se desglosa toda su obra, la creación de los personajes, los escenarios, los tópicos trabajados.
La autora recorre cada una de sus obras y recrea lo autobiográfico, ¿Subyace el escritor en Astier, Erdosain y Balder? ¿Qué tienen en común? ¿Encarnan al autor en distintos momentos de su vida?
Escribe, Nira: “Silvio Astier quería ser un triunfador; Erdosain quería simplemente ser; Balder pide únicamente la posibilidad salvadora de sentirse”.
Roberto Godofredo Christophersen Arlt nació en la ciudad de Buenos Aires, en el mes de abril del año 1900; a los ocho años fue expulsado de la escuela primaria, a los 19 escribió el primer capítulo de El juguete Rabioso y canalizó en Silvio Astier la humillación y la rabia de esa situación.
“Solamente a través de la angustia, la rabia y el llanto de Silvio Astier es posible descubrir hasta qué punto ha sido triste la infancia de Roberto Arlt”. El juguete rabioso es una obra autobiográfica cien por cien, donde no se salteó nada, según Nira, ni la mención al zapatero andaluz al que le alquilaba los libros, ni los deseos de conquistar el mundo.
Arlt escribe para escapar de la realidad, para exorcizar sus angustias y contradicciones. Influenciado por las lecturas de Salgari y el personaje Rocambole, de Pierre Alexis Ponson du Terrail. Una vez dijo: “…y yo era el que había soñado en ser un bandido grande como Rocambole y un poeta genial como Baudelaire!”
Dueño de una imaginación inalterable, de una mirada exhaustiva de lo cotidiano y de la fatalidad. Un ser sensible, justiciero, rebelde, atormentado que aprenderá a combatir su tristeza con la palabra. “La violenta necesidad de escribir es más una precisa urgencia de documentarse y confesarse a gritos, que la obra con finalidad inmediata o mediata de un escritor conciente”. Desde chiquito que leía los folletines rocambolescos, Roberto Arlt tenía claro que quería ser escritor porque necesitaba la escritura para vivir.
El juguete rabioso se publica en el año 1926, sin embargo no fue fácil conseguir la edición, La vida puerca como se llamó originalmente, iba en los bolsillos de Arlt por las mesas de café, por las manos de amigos y conocidos, mientras leía y preguntaba “Te parece, che…”.
Sufrió el rechazo de dos editores, hasta que Roberto Güiraldes decidió editarla. Allí empezaría su carrera de escritor y una nueva manera de narrar la literatura argentina.
“Roberto Arlt corre tras la vida como corre tras una mujer vista al pasar. Cada vez que lo hace se juega el destino. Pero aunque cree que si no la alcanza es capaz de morir en plena calle, cinco minutos después su sangre y su corazón están comprometidos, con la misma desesperada pasión, en un dialogo deshilvanado y absurdo con el canillita que vocea un crimen truculento o el borracho que filosofea desafiando las leyes de gravedad apoyado contra la pared de cualquier esquina porteña”.
Trazar un mapa sobre la obra de Arlt es detenerse en su experiencia vital, fundamentalmente en las condiciones de producción en las cuales fueron creadas. Las críticas negativas sobre su escritura eran recurrentes y hacían hincapié en los errores. En cuanto a esto él dijo: “¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela que, como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos. Escribiría un libro cada diez años, por haber tardado diez años en escribir cien razonables paginas discretas”. Porque para él la literatura debe tener “la violencia de un cross a la mandíbula”.
“Roberto Arlt corre tras la vida como corre tras una mujer vista al pasar. Cada vez que lo hace se juega el destino. Pero aunque cree que si no la alcanza es capaz de morir en plena calle, cinco minutos después su sangre y su corazón están comprometidos, con la misma desesperada pasión, en un diálogo deshilvanado y absurdo con el canillita que vocea un crimen truculento o el borracho que filosofea desafiando las leyes de gravedad apoyado contra la pared de cualquier esquina porteña”.
Nira Etchenique logra dilucidar los aspectos personales en la obra de Arlt; una obra teñida de su experiencia y cosmovisión. Arlt ese ser que pasea la desesperación por la ciudad, expresivo al extremo en todas las pasiones, que cree en el amor y en la alegría, pero que lucha con sus sombras, trasladará sus infortunios y peripecias a los libros. De la misma manera que criticará la desigualdad de la sociedad burguesa y la política a través de sus personajes que también son víctimas del sistema. Participará solo muy poco tiempo en la Liga Antiimperialista, organismo que combate la dictadura de Uriburu, para canaliza su espíritu revolucionario y como un intento de transformación sin embargo, no sentirá la pertenencia. Roberto Arlt, un escritor del pueblo que no conoció el peronismo porque falleció en el 1942 pero se había anticipado a soñar con un movimiento de tales características.
Escribió novelas y teatro, impulsado por Leónidas Barletta; Aguafuertes Porteñas con sus columnas del diario “El Mundo”, donde incorporará el lenguaje de la calle y una interpretación exacta de la vida de la ciudad, los oficios y su gente en los años 30. Como dice Nira, hace la radiografía de los habitantes y logra lo que no consigue en sus novelas “pintar la realidad sin sueño”.
Disruptivo y único, Roberto Arlt dejó un estilo y una obra imprescindible. En 1931, escribe en el prólogo de Los Lanzallamas una suerte de manifiesto donde nos deja un mensaje que trasciende su tiempo: “Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.
Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el diablo están junto a uno dictándole inefables palabras”.
Sin más: “Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte”.