El futuro según Futurock

  • Imagen
    Gabriela Canteros
    Ilustración: Gabriela Canteros
ENTRE LO VIRTUAL Y LO REAL

El futuro según Futurock

10 Diciembre 2023

En la radio compañera Futurock, la semana pasada el columnista Fede Vázquez planteaba lo que yo creo el problema central para pensar el futuro, me refiero a la partición psíquica que sufrimos (o gozamos) los individuos entre una realidad que imaginamos real, y otra que llamamos virtual. Vázquez indicaba que los individuos, la gente, también nosotros, afirmaba él (y me gusta esa inclusión, que por lo general los intelectuales en general y los periodistas en particular suelen obviar) estamos tomando decisiones ya no solo sobre la base de cómo estamos o nos sentimos económica, social o individualmente, es decir desde la perspectiva que consideramos la realidad, sino que lo estamos haciendo desde la perspectiva del “me-gusta-o-no-me-gusta”, es decir desde la base de otra realidad que llamamos la realidad virtual. Él, y en verdad todo el panel, incluida la pobre de Julia Mengolini, apuntaban a una recuperación de la presencialidad, es decir, defendían o por lo menos “les gustaba” la perspectiva de la realidad, del “cómo estás”, del “cómo te sentís”, que les parecía más auténtica que la otra, la faquin realidad de lo virtual (por los silencios que ejerció Vázquez, pongo en duda que él simpatizara del todo con esta posición).

La presencialidad, es decir la realidad real, está en crisis. Fue socavada por su simulacro, que es tan o más real que ella. No podemos vencer al simulacro denunciándolo desde la vereda de enfrente. Para pensar fenómenos tan complejos como la elaboración de la subjetividad mediática hay que ponerse en algún momento en el punto de vista del enemigo, pues de otro modo, como ya lo postuló el gran investigador de los medios de masas Marshall McLuhan, estaríamos describiendo el futuro mirándolo por el espejito retrovisor. La imaginación corre detrás de la realidad.

Lo interesante, lo valioso fue que Vázquez por lo menos abrió la duda de si eso que a él y al equipo les gustaba era en realidad lo que la gente acompañaba, duda que si en el presente no es fácil de despejar, en un futuro próximo será aún mucho más difícil: ¿y si la gente ya eligió, y no eligió la realidad? Vázquez redondeó la ecuación psíquica y social en la fórmula: “estoy mal pero me gusta”, una traducción nac&pop de la famosa consigna de Étienne De La Boétie que denunciaba las diversas maneras que tenemos los seres humanos para esclavizarnos luchando por nuestra libertad. En realidad, estamos hablando de la influencia que ejercen los medios (desde la radio o la tele hasta Tik Tok) en la elaboración de nuestra subjetividad, nuestros gustos, nuestros deseos y nuestros afectos —siempre me da bronca que llamen a politólogos o sociólogos para hablar de “la política o la sociedad en los medios”, cuando ya es evidente que no entienden mucho de política ni de la sociedad, pero entienden muchísimo menos de smartphones. Si los smartphones actúan en algún lugar, es en el nivel de nuestros deseos y nuestra forma de afectar y ser afectados. 

La presencialidad, es decir la realidad real, está en crisis. Fue socavada por su simulacro, que es tan o más real que ella.

Vázquez, como buen periodista, supone que el enfrentamiento entre lo virtual y lo real es sustancial, que lo real es nuestro campo mientras que el campo de los otros, nuestros enemigos, es lo virtual, una lógica maniquea que nos impide comprender el entrecruzamiento de ambas dimensiones ontológicas. Es cierto que nosotros no somos nativos digitales, pero si le cedemos la realidad virtual al enemigo no solo no vamos a ganar ninguna elección más, ni siquiera vamos a comprendernos a nosotros mismos, pues nosotros también estamos infiltrados por los signos mediáticos.

Con el multimedio y la digitalización de la información entramos en una nueva ontología (la ontología es la ciencia que estudia el Ser) ya no dualista (cuerpo/alma, materia/espíritu, verdad/mentira), sino trifásica, en la que al ser humano hay que pensarlo integrado por un cuerpo, un alma y un aparato mediático (que nosotros llamamos indistintamente técnica o medios de masas). Vázquez sabe que es así, pero no quiere argumentar con abstracciones, teme no ser entendido y por ende ser rechazado. Terminó la columna recuperando aquello que no es virtualizable como el punto de fuga por el cual lo real va a ganarle a lo virtual. Y en los comentarios de los usuarios o escuchas, un individuo planteó que lo que no se puede virtualizar es lo emocional. Aquí radica nuestro talón de Aquiles, que no solo nos lleva a la derrota, sino que nos condena a no entender. No solo que cualquiera pueda opinar de cualquier cosa y hacerlo con autoridad (incluso yo), sino la idea básica de que lo que “nos gusta a nosotros” es lo que está bien, y lo que le pasa al otro es lo que está mal. En esta lógica, lo emocional y los afectos más que no poder virtualizarse, son en verdad lo que más profundamente se ha virtualizado. Lo que constituye el humus de la realidad virtual son nuestros afectos, y después nuestro entendimiento (llamamos afectos a lo que nos afecta de alguna manera o por lo que afectamos a otros de ciertos modos). Los medios o el multimedio nos sobredeterminan. No hay nada que no pueda virtualizarse, empecemos por ahí. Si queremos vencer, no basta con “reconstruir el mundo de lo real de un modo piola y bueno”, argumentando nuestras falencias, etc., como sostenía Fede Vázquez. Tenemos que pensar estrategias y tácticas para introducirnos en el campo enemigo y hacerlo implosionar. No es fácil, no digo que tengamos un plan, hay que elaborarlo, pues de otro modo estamos predestinados al lamento y la auto absolución.

Cuando nosotros pensamos el porno, hace unos años atrás, lo que estábamos tratando de comprender eran los nuevos afectos que habían surgido o iban a surgir cuando las redes sociales compitieran por imponer su principio de realidad por sobre el principio de realidad de la realidad. Nos interesaba comprender los afectos, las seducciones, las frustraciones que un signo mediático podía ejercer sobre nuestra humanidad escuálida. El enfrentamiento no puede ser del orden de la voluntad, pues nunca podremos vencer al enemigo (esa lógica mediática fatal que nos lleva a elegir “lo que nos gusta” por sobre “cómo estamos”) si no comprendemos que él anida en nosotros, que nosotros lo reproducimos y que no encontramos cómo neutralizarlo, pues, para bien y para mal, somos también él. 

Los adultos estamos perdiendo la batalla con los jóvenes, que nos van imponiendo sus lógicas a un ritmo que nos impide comprender lo que nos está sucediendo.

Para terminar, voy a contar una anécdota que me pasó el otro día. Un amigo me contó que fue a comer a lo de una pareja conocida. Mientras comían, la hija de la pareja, adolescente, hacía unos gestos mecánicos con las manos y la boca. Mi amigo es pediatra y lo primero que pensó fue que tenía un problema psicológico o fisiológico, como si un automatismo psicomotriz la obligara a hacer esos movimientos y muecas. Yo le dije de inmediato: “Estaba haciendo una coreografía de Tik Tok”. Dicho y hecho, estaba haciendo una coreo de Tik Tok. Solo que lo estaba haciendo en la cena a la que habían invitado a algunos amigos. Hay un principio de realidad que se está resquebrajando y otro principio de realidad está emergiendo. Cuando vienen amigos a mi casa, mi hija no hace las coreos que hace cuando se baña, se queda en la mesa, pregunta, escucha, habla. Los adultos estamos perdiendo la batalla con los jóvenes, que nos van imponiendo sus lógicas a un ritmo que nos impide comprender lo que nos está sucediendo. Nosotros somos los autómatas que queremos invitar a los jóvenes a un mundo que acaba de salir de una pandemia y una muerte masiva, y queremos dar vuelta la página lo más rápido posible. Tiene razón Fede Vázquez cuando dice, compartiendo un guiño con los integrantes del programa, en todo canchero, que “a todos nos da paja salir. ¿O no? Vamos”. A todos nos da paja salir, he aquí un clima de época, un estado de ánimo general que habría que enfrentar si queremos comprender, y no denegar para andar saltando entristecidos de novedad en novedad.