“Glosario de filosofía de la técnica”: la obra que faltaba
Por esas vueltas inexplicables de la vida me convertí en un lector de enciclopedias, diccionarios conceptuales y glosarios de términos técnicos, como el que acabo de leer en estos días: Glosario de filosofía de la técnica. Una obra (a mi criterio) monumental, que me llena de alegría. Antes de que saliera lo esperaba con ansiedad, y cuando lo tuve entre mis manos no me desilusionó en lo más mínimo, más bien al contrario: me entusiasmó la capacidad y la calidad de nuestra producción intelectual. El Glosario…, editado este año por La Cebra, reunido y coordinado por Diego Parente, Agustín Berti y Claudio Celis, ha puesto (o debería de poner) al pensamiento y a la filosofía de la técnica pensada y redactada en español a la altura de los más importantes avances que esta neo disciplina conoció en los países centrales durante las últimas décadas. Esto quiere decir, entre otras cosas, que nuestro pensamiento en español no está a la altura (o pareciera no estar a la altura) de lo elaborado en otras lenguas, como el inglés, el alemán, el italiano, el francés o el español de España (es decir, las lenguas del Primer Mundo, las lenguas de la colonización), lo que el Glosario… desmiente descaradamente. Cualquier persona que se interese mínimamente por los fenómenos técnicos no puede dejar de tener este libro como uno de consulta obligatoria y constante.
Hay muchas maneras de leer un diccionario o un glosario. Se puede leer de corrido como si fuera una novela, empezando por la A y culminando en la Z. Puede leerse aleatoriamente, al azar o consultando por alguna palabra en específico (este último constituye el uso típico que le da la escuela al diccionario). También puede leerse siguiendo las palabras de referencias con la que cada término se vincula, una manera de convertir al libro en una especie de laberinto cerrado y vicioso, pues los recorridos son indefinidos, posiblemente interminables.
El Glosario… ha puesto (o debería de poner) al pensamiento y a la filosofía de la técnica pensada y redactada en español a la altura de los más importantes avances que esta neo disciplina conoció en los países centrales durante las últimas décadas.
Por último (tal vez haya más maneras, se me ocurrieron sólo estas), uno puede detenerse en la bibliografía que se cita para respaldar la elaboración del concepto en cuestión. En este último sentido, que fue la primera manera en que me acerqué al Glosario…, el libro me sorprendió porque la bibliografía que se cita, no digo en su totalidad, pero sí en su inmensa mayoría, es bibliografía que proviene de los países centrales. Como sea, en mi interpretación, esta dependencia conceptual confirma la idea de que más grave que ser un país económicamente dependiente, es ser antes y de modo más fundamental, un país dependiente en lo cultural y lo imaginativo.
Tal vez debamos pensar que aunque el Glosario… sea excelente y sea nuestro, el vocabulario sigue siendo de ellos —acepto el retruco de que separar al pensamiento en “nosotros” y “ellos”, como si no hubiera un único pensamiento cosmopolita, es un gesto provinciano y falso; acepto también que algunos de los conceptos elaborados tienen patente argentina o latinoamericana.
Ahora bien, que el Glosario… sea nuestro nos da una gran oportunidad para comenzar a imponer también como mercancías válidas en el campo de la filosofía de la técnica nuestros propios conceptos y apropiaciones —que no necesariamente tienen que ser neologismos latinoamericanicistas o argentinismos. Se trata más bien de validar nuestros usos aberrantes de la tecnología, nuestras interpretaciones de malas traducciones de los conceptos, nuestras salvajes apropiaciones teóricas que dan cuenta de nuestras propias experiencias con la técnica —o también, la experiencia que tiene la técnica por intermedio de nosotros. El Glosario… da cuenta de la potencia intelectual que anida en nuestra lengua y en nuestro país para reflexionar sobre fenómenos que tal vez nazcan en los países centrales, pero atraviesan y marcan a todo el globo.
Se trata más bien de validar nuestros usos aberrantes de la tecnología, nuestras interpretaciones de malas traducciones de los conceptos, nuestras salvajes apropiaciones teóricas que dan cuenta de nuestras propias experiencias con la técnica.
Por otro lado, no creo que alguien en su sano juicio “lea” un glosario o un diccionario temático. Por lo menos yo no los “leo”. Tampoco es que meramente los “consulto”, como si al tener una duda lo abriera simplemente para despejarla —para eso está Google. En particular, me gusta llevar esos “diccionarios raros” a mis viajes pues, aunque sean materialmente pesados, cuatro o cinco páginas se me hace el tamaño ideal de un texto para mantener una lectura de corrido. Ya es el segundo viaje que hago acompañado por el Glosario de la filosofía de la técnica y la aventura no decae. Obviamente, tengo objeciones para algunas entradas, admiro otras, otras me parecen fundamentales, otras me dan una guía de qué leer sobre algún tema o concepto del que creía saber algo. Todo suma.
Recomiendo empezar leyendo la primera entrada del libro, me refiero al término aceleracionismo, que es un movimiento intelectual complejo, pues algunos de sus fundadores dieron un “mal” giro hacia la derecha, y donde la sospecha de “colaboracionismo” recae incluso sobre esos abanderados del progresismo que son Deleuze & Guattari.
Por otro lado, tal vez no haya nada más ajeno a nuestro imaginario tecnológico que este principio aceleracionista, pues si la idea les cabe a aquellos países que avanzan a la velocidad de los autos premium, a los que lo hacen a los tumbos por la colectora, tachonada de pozos y malas señalizaciones, les parece un espejismo: el capitalismo global se concreta de diferentes formas en cada lugar. Sin embargo, el aceleracionismo es o puede ser un término mágico que tal vez permita romper la crisálida en la que se reproduce estancado el pensamiento progresista de izquierda. El aceleracionismo plantea problemas complejos para los países “atrasados”, pues nuestro capitalismo no es semejante al de ellos. En el Glosario… la elaboración del concepto la realiza, además, el admirado Sebastián Touza. Tengo para mí que esta primera palabra del glosario le da al libro el tono y la altura vertiginosa en la que nuestro pensamiento debería mantenerse para comprender los fenómenos técnicos en los que estamos inmersos.