Harry Potter y el peronismo revolucionario
Por Román Rosenstein
Más allá de las características particulares que posee la obra de J. K. Rowling, hay una dicotomía esencial que la define: la lucha interminable entre dos filosofías de vida (¿la grieta?). Una de ellas busca la supremacía de una raza autodenominada superior (los sangre pura) por sobre el resto de los seres vivos de la tierra. No importa si son magos, muggles (no-magos), sirenas o gigantes; deben ser sometidos y esclavizados por la superioridad de un pequeño grupo de individuos. Este grupo está constituido por las familias de magos más antiguas y ricas de la historia, es decir, la oligarquía mágica. Su líder es Voldemort, que sueña con un mundo dominado por él, rendido a sus pies, obediente pero sobre todo gobernado por los puros de sangre. El grupo antagónico tiene finalidades completamente opuestas: busca una vida sobre todo pacífica, de bienestar e inclusión social, donde todos los seres puedan desarrollarse, sin importar si son sangre pura, mestizos, “sangre sucia”, muggles o cualquier otra criatura. Aboga por el cumplimiento de los derechos fundamentales para la vida en una sociedad armoniosa. El líder de este grupo es Albus Dumbledore, director de Hogwarts.
Independientemente de los nombres propios, puede trazarse un paralelismo con la realidad argentina. Durante esta última década, los grandes medios de comunicación han intentado instaurar la idea de que el Kirchnerismo generó una grieta. Muchachos, seamos claros: la grieta existió siempre. Patria o colonia, pueblo o antipueblo, es la antinomia irreductible de la realidad argentina. Desde la lucha de los líderes populares caudillescos contra los liberales entreguistas del siglo XIX; pasando por la irremediable lucha popular del peronismo contra el gorilaje del siglo XX; y llegando a la puerta de entrada a este nuevo milenio, puede divisarse esa grieta. Y es imposible que no exista, porque siempre que haya una oligarquía que pretenda humillar al pueblo, habrá una encarnecida lucha de éste por su propia liberación. Y esto es lo que sucede también en Harry Potter. A veces la ficción es la mejor forma de representar la realidad. Es el momento oportuno para ver la analogía: Harry Potter es hijo de militantes revolucionarios que fueron perseguidos, torturados y asesinados por organizarse y luchar contra el poder opresor reinante. Es un niño al que le han robado la identidad: toda su infancia creció sin saber quiénes eran sus padres, lo que hacían, cómo y por qué murieron. No es menor que la saga comience cuando Harry se entera de la verdad.
Y es a partir de esa verdad que decide continuar la lucha por la que sus padres dieron la vida. Cuando Voldemort regresa, Harry organiza un grupo que se entrena para la lucha en forma clandestina (Ejército de Dumbledore). Sabe que vienen por él y toma la decisión de luchar por su vida y la de sus compañeros. En este sentido, la saga es la historia de una lucha militante contra un poder represor, discriminador y violento que busca oprimir al pueblo. Es una lucha por la liberación, por la paz, por la vida. En esto la similitud es incuestionable. Harry Potter nos enseña a luchar por nuestros ideales sin importar lo fuerte que pueda ser el enemigo, a no rendirse, a no perder la esperanza.
Por supuesto que la lucha no es simplemente un enfrentamiento armado en el estricto sentido de la palabra (sea con varitas, sea con armas de fuego, sea con estructuras partidarias democráticas). La lucha es también con el discurso. Esto queda bien claro tanto en la saga como en nuestra realidad política. Es imposible someter a un pueblo sin el apoyo y la complicidad de los grandes centros de poder que manejan la información. En la actualidad, los medios de comunicación son más importantes y decisivos que los poderes del Estado. Son la principal herramienta para generar opinión pública. Tienen una capacidad increíble para manipular la verdad, para tergiversarla y hasta para usar las mentiras más garrafales que puedan imaginarse. En esta última década, la forma en que los medios operaron contra el Gobierno fue incareteable. Y no fueron algunos mediosen particular, fue un aparato monopólico diseñado con esa específica finalidad. En Harry Potter, la presencia de los medios masivos de comunicación y sus operaciones se hace visible. Tras el regreso de Voldemort, el diario “El Profeta” (un diario prácticamente monopólico muy similar a Clarín) y particularmente la periodista Rita Skeeter (igual a Lanata, no solo por lo desagradable) constantemente decían que el “Señor Tenebroso” no había vuelto, que era todo una elucubración de Dumbledore (calificado como un viejo senil y demente) y de Harry Potter (un niño maleducado que sólo buscaba la fama). Fue tal la intensidad de la campaña que los propios compañeros de Harry comenzaron a dudar de él… Esta operación me hace acordar a la famosa “campaña del miedo”. Era todo mentira, Macri no iba a devaluar, no iba a ajustar, no se iba a meter con el bolsillo de los trabajadores, ni con el fútbol, ni con las tarifas, etc. Todo era una mentira populista demagógica. La historia nos terminó dando la razón, como en Harry Potter: al final Dumbledore estaba diciendo la pura verdad. Pero las operaciones no terminaron ahí. Para el libro séptimo (el último de la saga) cuando las fuerzas oscuras ya eran inminentes (habían intervenido Hogwarts, usurpado el Ministerio de la Magia y habían comenzado los asesinatos y las desapariciones), Rita Skeeter publicó un libro titulado “Vida y mentiras de Albus Dumbledore”. Al mejor estilo Lanata, el libro era una “biografía”: un conjunto de mentiras, suposiciones tendenciosas y tergiversaciones sin ningún tipo de prueba ni nada que se le parezca. En pleno apogeo de las fuerzas oscuras, el periodismo se encargó de defenestrar a la figura más grande que tuvo la historia de la magia, y de convencer a la gente de que lo peor había pasado: el populista de Dumbledore había muerto y ya todo regresaba “a la normalidad” (cualquier semejanza con la realidad argentina es pura coincidencia). Lo peor de todo es que son muchas las personas que lo creen, que le creen a Rita Skeeter y a “El Profeta”. Rowling no es ingenua. Con su obra nos advierte de la malicia de estos medios masivos de comunicación y de sus oscuras intenciones. Nos enseña a no creer en la información que se nos impone.
Para concluir, si tuviera que decir en qué momento nos encontramos hoy, diría que estamos en el libro 5°. El señor tenebroso ha regresado. Las campañas mediáticas encubren su regreso, nos quieren distraer, nos dicen que todo es mentira, que todo va a salir bien. Pero nosotros sabemos la que se está viniendo. Represión, encubrimiento, persecución y dolor. El hambre de los compañeros no es algo fácil de soportar. Por eso tenemos que hacer lo que hizo Dumbledore, es momento de reagruparse. No hay que dejar avanzar al enemigo, no permitamos que nos ganen terreno. Hay que dar la lucha en cada espacio. Pero para eso tenemos que darnos cuenta de la dimensión del poder del enemigo. No nos enfrentamos a un radical debilitado, nos enfrentamos a Voldemort, que tiene todo el aparato de las fuerzas oscuras de su lado (poder económico, poder mediático y ahora también poder político). Piedad es una palabra desconocida para él. Si le damos la más mínima oportunidad, nos destruye. Por eso este no es momento para la mezquindad; no es momento de pedir credenciales; no es momento de usar el peronómetro ni el militómetro (que ahora parece estar de moda). Es momento de entender que hoy no se trata de quiénes están con Dumbledore, se trata de quiénes están contra Voldemort. Mañana, 17 de Octubre, Día de la Lealtad, hay que entender que la lealtad no es al líder, es al pueblo argentino. No es lealtad a la figura personal, es lealtad a lo que esa persona representa. Eso es lo que no entienden los gorilas. Por eso Perón no está muerto, por eso Néstor no está muerto. Podemos tener diferencias sobre lo que pensamos del pasado y del futuro, pero estamos todos de acuerdo en una cosa: no queremos este presente. Y para cambiarlo, no podemos estar separados. Hoy más que nunca, hay que estar a la altura de la historia. Seamos leales a Perón, seamos leales a Néstor, seamos leales al pueblo argentino.