La Falda Rock: historia de un festival de la resistencia
Néstor Pousa es periodista y escritor de La Falda en tiempo de rock. En diálogo con Agencia Paco Urondo, reflexionó sobre este mítico festival cordobés que nació en 1980, en plena dictadura militar, el cual estuvo atravesado por el espíritu de Woodstock y reunió sobre su escenario a lo mejor del rock argentino. Además, puso en relevancia la figura de su productor, Mario Luna, y dejó en claro que la hostilidad que sufrieron algunos artistas a la hora de actuar en La Falda se debió a que el público no supo digerir el cambio de época y sonido que estaba experimentando. “Miguel Cantilo fue uno de los músicos que fueron repudiados aquí y me gusta que marques que en Buenos Aires, también. Porque parecería ser que eso sólo pasó en el festival cordobés. A Miguel, cuando sale con Punch, con sus trajes, sus corbatitas finitas, haciendo un estilo de música muy distinto, lo empezaron a silbar y le tiraban con granza”, analizo.
Agencia Paco Urondo: ¿Coincidís en que el Festival de Rock de La Falda fue el primero al que podríamos llamar federal?
Néstor Pousa: No tengo un estudio hecho al respecto, pero me animaría a decirte que sí. Sin dudas, fue el puntapié inicial para los festivales de rock que ahora son tan comunes por todo el país. Con una salvedad: hubo un fallido antecedente muy importante en la plaza Próspero Molina, de la ciudad Cosquín, que se realizó el 21 de febrero de 1976, a días de llevarse a cabo el golpe militar. Fue producido por la misma persona, Mario Luna, un locutor y productor local que en aquel tiempo tenía un programa radial con mucha audiencia llamado Alternativa, donde le daba mucho espacio al rock nacional apoyado por el gran Jorge Álvarez, fundador del sello Mandioca.
APU: ¿Cómo es que el festival termina mudándose a la localidad de La Falda?
N.P.: Mario se dio cuenta que no era por ahí y estuvo cuatro años hasta encontrar un lugar propicio para seguir con su idea. Un colega le dijo que en La Falda había un teatro municipal que era un lugar apto y ahí nació el festival que se llevó a cabo los días 9 y 10 de febrero de 1980, en plena dictadura militar. Un evento inédito en su estilo, donde participaron León Gieco, Serú Girán, Nito Mestre, Vox Dei, entre otros artistas consagrados; y muchas bandas de Córdoba, Santa Fe, Mendoza y provincia de Buenos Aires. Debo decir que, inicialmente, se llamó Festival Argentino de Música Contemporánea, pero por la longitud del nombre y por la idea de vincularlo fuertemente con esta localidad cordobesa fue conocido como Festival de Rock de La Falda.
APU: Cuando se inicia el Festival de la Falda, apenas habían pasado 11 años de Woodstock ¿Sentís que el contexto rural rodeado de montañas de la localidad cordobesa buscó capturar un poco el espíritu de aquel evento realizado en Estados Unidos en 1969?
N.P.: Tal vez, sin pensarlo y sin querer emularlo, estuvo implícito. Un festival así, solamente a un aventurero como Mario Luna se le pudo ocurrir y llevarlo a la práctica. Con todo lo difícil que fue realizar las distintas ediciones y tratar, siempre, de ir a más. Después de la primera época de 8 ediciones consecutivas, se discontinuó, nunca se volvió a establecer como una fecha fija en el calendario. Eso nos hace ver lo dificultoso que era, en aquellos años, sostener un evento como éste, que se gestó cuando acá todo estaba naciendo. Un rock en castellano que daba todavía sus primeros pasos, de la mano de Lito Nebbia con los Gatos, Almendra, Manal, Vox Dei y Moris. Que, además, tenía poca difusión, salvo por un par de revistas como la Pelo o Expreso Imaginario y, más adelante, con la sección “Las páginas de Gloria” que escribía la periodista Gloria Guerrero en la revista Humor.
APU: El festival atravesó 3 décadas: los 80, 90 y 2000, con los cambios sociales, políticos y musicales que hubo. Lo cual enriqueció, aún más, esta experiencia.
N.P.: Es muy buena tu observación. Después hay que sumarle 2 ediciones un poco más chicas que se hicieron en el 2017-18, que no están reflejadas en mi libro La Falda en tiempo de rock (2009), porque salió antes. Por otra parte, lo que caracterizó al festival, por lo menos en la concepción de su primer organizador, fue el tener una variedad de estilos sin quedarse solamente en el rock. De hecho, el “Cuchi” Leguizamón, en el año 84, tuvo su homenaje en La Falda; y actuaron grupos como Los Trovadores y La Fuente. Expresiones que estaban más relacionadas con un folclore de corte más latinoamericano y de proyección, no con el más tradicional de Cosquín. También tocó Músicos Populares Argentinos (MPA), que integraba el Chango Farías Gómez junto a Peteco Carabajal y Jacinto Piedra.
Colonizaditos de mierda
APU: Teniendo en cuenta el contexto en que nace el Festival de La Falda ¿Cómo fueron las condiciones que pactaba el organizador Mario Luna con las fuerzas de seguridad, que solían actuar siempre con recelo cada vez que los jóvenes se movilizaban?
N.P.: Es claro que el evento estaba monitoreado por la Policía de Córdoba, a través del destacamento de La Falda. De hecho, nosotros veíamos circulando entre el público, vestidos de civil, a efectivos de la policía que conocíamos, porque es gente de esta ciudad. Seguramente habría otros que no conocíamos que vendrían de Buenos Aires. Pero todo transcurría muy tranquilamente, salvo algunos incidentes que se producían por históricos rechazos a algunos artistas. Eso le dejó un sello bastante negativo a La Falda, injustamente. Lo mismo pasaba en festivales que se hacían en Buenos Aires. Cuando no les gustaba lo que había sobre el escenario, una parte reaccionaba contra eso. Acá se recuerda la actuación de un referente del folclore, pero también de la música popular como fue Dino Saluzzi, que tocó en el ‘81 antes de Almendra y ocurrió un hecho muy tragicómico, si se quiere. El público no conocía a Dino, pero fue fantástica la impresión que causó. La gente reaccionó con el característico canto del rockero de esa época que pide más, celebrando lo que había escuchado. Saluzzi lo entendió al revés, como un acto de rechazo y tiró la frase “colonizaditos de mierda”. La cuestión es que se lo llevaron preso, por decir eso. Estuvo varios días demorado en la comisaría de La Falda. Anécdotas de más de 40 años que, hoy, uno las recuerda con una sonrisa, pero que nos hace ver que, para las fuerzas de seguridad, hubo un “mientras no pase nada que a nosotros no nos guste, déjenlos tranquilos”.
APU: Algunos hechos de rechazo que se produjeron por parte del público para con ciertos músicos, también sucedieron en recitales porteños. Un ejemplo, Miguel Cantilo. Hay que tener en cuenta que esa época estuvo atravesada por un cambio estético y sonoro muy profundo.
N.P.: Y fue silbado en La Falda también. Has dado en el clavo. Miguel Cantilo fue uno de los músicos que fueron repudiados aquí y me gusta que marques que en Buenos Aires, también, porque parecería ser que eso sólo pasó en el festival cordobés. Miguel, cuando sale con Punch, con sus trajes, sus corbatitas finitas, haciendo un estilo de música muy distinto, lo empezaron a silbar y le tiraban con granza, unas pequeñas piedras que había por todo el predio. Hubo un hecho más, a Miguel le pegó una patada su guitarra eléctrica, hablando vulgarmente, y lo tiró pesadamente al piso del escenario. Él, inmediatamente, dio un brinco, se reincorporó y siguió cantando. La gente lo tomó como una parte más de la perfomance y entonces, muy hábilmente, vio que por ahí no iba, cantó Catalina Bahía y apaciguó las aguas. Te digo más, acá le dieron la espalda a Los Abuelos de la Nada, por ejemplo. Esa intolerancia estaba basada en los cambios estéticos que había, como bien decís, pero también porque acá la gente encontraba esa forma de poder expresarse libremente que, en tiempo de gobiernos de facto, en las grandes ciudades era mucho más difícil de conseguir. Por supuesto que más allá de poder comprenderla, nunca justifiqué esa hostilidad.
“El rock fue una reacción musical y pacífica a todas estas cosas. Tal vez por eso no prohibió el festival, el gobierno de facto. Una resistencia poética y muy inteligente”.
APU: ¿Cómo recordás el tratamiento que le dio la prensa a esas situaciones que se daban entre público y artistas? Por ejemplo, la revista Pelo, en algún momento, fue muy dura con el festival.
N.P.: Hay que hacer una lectura inteligente a toda la situación, analizarla en su contexto. 40 años después, uno lo ve como hechos de barbarie y no fue así. Al libro lo presenté varias veces, en 2 ocasiones en la ciudad de Córdoba. Un periodista muy importante de Buenos Aires, que ahora está radicado en la provincia, después de haberlo leído me dijo: “con tu libro estás trazando una grieta entre el periodismo porteño y el del interior”. Nada más alejado, no era esa mi intención, no lo pude convencer de que no había sido así. Solamente había leído recortes periodísticos que copié y pegué textual, por supuesto que citando la fuente. Esto que tratamos con vos tan inteligentemente, lo hablé con Alfredo Rosso, Claudio Kleiman y Sergio Marchi, también. Y llegamos a estas conclusiones, con que no estamos de acuerdo que hayan pasado esas cosas, pero sucedían por un contexto y en todos los festivales donde alguien se subiera a un escenario y pudiera ser víctima de la intolerancia de un grupo. Daniel Melero lo dijo muy bien, en La Falda: “Lamentablemente tenemos que venir a recibir la fruta que no se animaron tirarle a los represores”. Habría que agregar que de las 8000 personas que había en esas noches gloriosas, solamente un puñado eran los que reaccionaban así.
APU: Siempre me gustó definir a La Falda como un festival de la resistencia, porque nace en dictadura y reaparece en dos momentos muy difíciles para el país: el ´92, pleno menemismo; y en el 2002, tras el desastre de diciembre de 2001.
N.P.: Fijate que el rock, siempre, fue una reacción musical y pacífica a todas estas cosas. Tal vez por eso no prohibió el festival, el gobierno de facto. Una resistencia poética y muy inteligente, como la que hacía Charly García, que cuando escribía sobre la realidad del país lo hacía sin que nos diéramos cuenta, por lo menos en ese momento. Y eso ocurrió en los 3 momentos que nombrás. Algo que no está pasando tanto ahora, la música rock se ha industrializado de tal forma que es un gran negocio para mucha gente, por eso tenemos recitales de 100 mil personas. Te puedo asegurar que en aquellos años eran muy pocos los que ganaban plata. Organizar un festival como el de La Falda no aseguraba, para la producción, hacer una diferencia económica que te permitía soñar con realizar otro al año siguiente.
APU: Para terminar, toda esta historia está muy bien contada y documentada en La Falda. En tiempo de rock, un trabajo que agotó sus dos ediciones. ¿Existe la posibilidad de otra reedición?
N.P.: El libro tuvo dos ediciones totalmente independientes. En el 2009 salió la primera, en el 2016 una ampliada. Siempre tuvieron reimpresiones, a medida que me lo demandaban algunas librerías donde se vendían o personas por las redes. La verdad que, cuando quise volver a reimprimir, me fue imposible hacerlo, por cómo se han puesto los costos de imprenta. Haría falta una editorial que se interese en este material. Sé que hay muchas ejemplares distribuidos a través de un programa de la Legislatura de Córdoba en bibliotecas populares de la provincia. Hay mucha gente interesada en la historia de la música rock que quieren tenerlo, pero en este momento, lamentablemente, no les puedo dar una respuesta.