Las mujeres que hicieron llorar al Indio Solari
Por Boris Katunaric
En el libro de conversaciones con Marcelo Figueras, Recuerdos que mienten un poco, el Indio Solari menciona dos veces, en distintos pasajes, a dos mujeres. Dos de las más grandes artistas del siglo XX, de las más conmovedoras sin duda. Dos músicas sin igual.
Durante el primer pasaje los autores conversan sobre Ya nadie va escuchar tu remera y de las singularidades del disco Oktubre: “En términos generales, los rockers son bastante square: sólo escuchan rock and roll. Pero tanto Skay como yo veníamos escuchando muchas músicas desde chicos: clásica, celta, africana, brasileña…” Valga el término square (cuadrado) para significar algo que sigue presente en lo que queda (si es que queda algo) de la cultura rock. El Indio prosigue: “Las dos artistas que me conmueven hasta las lágrimas son mujeres, la cellista Jacqueline du Pré y Billie Holiday, que nada tenían que ver con el rock y el pop”. Nos encontramos con un Indio abierto a la música, flexible y receptivo como una esponja, en comparación a cierta coraza con la que muchos músicos de rock (hombres) siguen pensando la música, o su pose, su versión industrial.
En el siguiente pasaje en el que nombra a las mismas músicas, lo hace mientras menciona a los artistas homenajeados en su último disco, El amor, el ruiseñor y la muerte. “En definitiva, había que hacer la tapa para el disco y se me ocurrió que era una buena idea reconocer a mis maestros: ¡todos estos muertitos que están acá en mi biblioteca!” nos dice el Mister, y agrega sobre estas dos artistas: “Jacqueline du Pré y Billie Holiday son las únicas artistas que me han hecho llorar. ¿Qué hora es, está bien que llore a esta hora? (Ríe.) Y no estoy diciendo las únicas artistas mujeres, no. Digo las únicas artistas, a secas. En proporción no tengo gran cantidad de discos ni de libros de mujeres, pero estas me conmueven sistemáticamente. Esa pereza existencial que tiene la voz de Billie Holiday… Es físico lo que me pasa, un sonido que me afecta orgánicamente”.
De luz y sombra
Las mujeres que menciona el Indio son bien distintas, por geografía, clase social, color de piel, época, idiosincrasia, la propia música, etc. Sin embargo las unen dos características muy relevantes que excluyen su genio artístico; una vida dura y una muerte joven.
Jacqueline Du Pré y Billie Holiday son de esas artistas creadas por lo majestuoso y lo turbio. Ambas murieron apenas pasados los 40 años y su legado sigue presente, cada una en lo suyo ha dejado de las huellas más permanentes en la historia de la música del siglo XX. Cada una en lo suyo ha vivido su arte, ha expresado su dolor y alegría. Son eternas.
Jackie
Du Pré nació en Oxford en el seno de una familia acomodada en 1945 y fue reconocida como una de los tres cellistas más importantes del siglo XX, destacada por su interpretación del Concierto para violonchelo, de Elgar, la cual ha llegado a admitirse como definitiva. Fue esposa del pianista y director de orquesta argentino Daniel Barenboim. y se acompañaron mutuamente en sus producciones.
Un controversial libro titulado Un genio en la familia, biografía realizada por los hermanos mayores de Du Pré, Hilary y Piers, y luego adaptado cinematográficamente con el nombre de Hilary y Jackie, nos pinta a una artista resentida, peligrosa y manipuladora, que incluye un trio entre las hermanas Du Pré y su cuñado Kiffer, sugerido por Jackie.
Al mismo tiempo ella fue una artista de una luminosidad increíble. Todos notaron que, además de la excelencia de sus interpretaciones, también sobresalían su sonrisa, su humor y sus movimientos exagerados, desencorsetados, demasiado libres para la rigidez del conservatorio, como una estrella de rock en el universo de la academia... menos extremo, pero mucho antes que Two Cellos.
Murió a raíz de una esclerosis múltiple que terminó con su carrera a los 28 años y la postró en una silla de ruedas durante otra década, hasta 1987 donde finalmente falleció.
Una muestra del genio de Du Pré puede verse en este fragmento. (Si usted, querido lector, en el minuto 2:42 de esta obra no empieza a sentir un escalofrío que recorre su espina dorsal, no se ofenda, pero no tiene sentido que siga escuchando música).
Billie
Eleanora Fagan Gough, más conocida como Billie Holiday, nació en Filadelfia en 1915. Hija de madre soltera, abandonada por su marido tras el nacimiento de la futura cantante, además de sufrir la pobreza también fue víctima de abuso sexual a los 10 años, sumado al contexto racista de su país.
Con un traslado a Nueva York, Billie empezó a ejercer la prostitución. Recién en 1933 gracias al productor John Hammond empezó a tener alguna popularidad, su contacto con Benny Goodman logra su debut comercial, Your Mother's Son-In-Law, el 27 de noviembre de ese año.
A medida que su carrera avanzaba se intensificó su consumo de drogas y alcohol, según se dice fumaba marihuana desde los 13 años, pero alrededor de 1940 la heroína comenzó a trabajar rápidamente entre las formas de su destrucción, llevándola incluso a la prisión. Sus tres matrimonios estuvieron plagados de abusos y violencia, aunque su última pareja intentó sacarla de las drogas, sin éxito. La canción My Man hace alusión a la violencia de género y al padecimiento, tanto personal, como social de las mujeres negras durante los años 50.Tres años antes escribió uno de sus legados más importantes, una autobiografía que titulaba Lady Sings the Blues, y fue llevada al cine con la película del mismo nombre. Si bien esta autobiagrafía puede considerarse un poco caprichosa o con alguna falta de rigor histórico (pequeñas mentirillas de la Billie que necesitaba ganarse unos dólares) el valor lo tiene por sí misma.
Fue considerada una de las tres voces femeninas más importantes e influyentes del jazz. Frank Sinatra la admitió como "incuestionablemente la influencia más importante en el canto popular estadounidense de los últimos veinte años".
Falleció en 1959 a los 44 años y su perro fue el único que la acompañó en ese momento. “Esa pereza existencial” como la llama el Indio Solari es propia de su vida y de cómo se refleja a través de su voz. “Nadie entona la palabra hambre como yo o canta como yo la palabra amor”, así se definió Billie en su autobiografía.