“Las Viudas era hacer música divertida con letras atrevidas y temáticas que no se abordaban”

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    Claudia Ruffinatti
APU ENTREVISTAS

“Las Viudas era hacer música divertida con letras atrevidas y temáticas que no se abordaban”

01 Septiembre 2024

Claudia Ruffinatti, música, tecladista e integrante de la mítica banda Viuda e Hijas de Roque Enroll, conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su gran trayectoria y la actualidad musical.

Agencia Paco Urondo: Estabas estudiando en el Manuel De Falla, viste un anuncio en la revista Pelo, y así empezó, para vos, esa experiencia histórica que fue Viuda e Hijas de Roque Enroll.

Claudia Ruffinatti: Repasando la historia, confeccionando el currículum vitae o renovándolo, te das cuenta de cómo fue la concatenación de hechos. Soy una mujer muy bendecida por diversas razones, pero también creo que hay que esforzarse, hay que estar atento porque hay oportunidades que se presentan en una circunstancia y te tienen que encontrar preparado, en el lugar justo y en el tiempo que corresponda. Eso me pasó.

Yo estudiaba en el Conservatorio Manuel de Falla, una carrera muy completa, con materias que excedían al instrumento y que completaban: dirección orquestal, coral, armonía, contrapunto, rítmica, contemporánea, conjunto e instrumental. Tenías que preparar obras con otro músico, piano y flauta, piano y violín, a veces tocábamos otras más complejas, de cuatro, cinco instrumentos y eso te daba el entrenamiento como para tocar, para trabajar en equipo, como para no cortarte solo y acostumbrarte a un ritmo, a compartir ideas, a manejar los planos.

Por otra parte, pertenezco a una familia protestante, lo cual me ha dado desde muy pequeña la posibilidad de tener una práctica escénica cantando en coros, actuando en distintas obras, tocando los días de las reuniones y de la ceremonias religiosas. Empecé a estudiar piano desde muy chica para poder rendir el examen de ingreso en el Conservatorio y por otra parte, me interesé mucho en una carrera universitaria vinculada a la comunicación institucional, las relaciones públicas. La posibilidad más cómoda era estudiarlo en una universidad privada, porque la pública en la que se dictaba me quedaba a tres horas de viaje. Así que tuve que empezar a trabajar para pagar la cuota de la universidad ¿Y dónde empecé a hacerlo? En una casa de venta de instrumentos musicales como profesora de órgano.

A fines de los 70, principios de los 80, estaba muy de moda comprarse un teclado. Eran instrumentos programados que tocabas una tecla y te salía la orquesta, con batería, era realmente muy motivante. La gente, la primer clase se iba tocando un tema, así que estaban como loca, todo el mundo se sentía músico. Terminé trabajando en la sede más importante, en la calle Florida al 300, un local impresionante donde yo tenía a mano lo último de lo último que llegaba de Estados Unidos, de Japón, en sintetizadores y teclados.

Por un lado, la formación académica en el conservatorio, y por el otro, todo el manejo actualizado de la tecnología de vanguardia, me daban muchísimas posibilidades. Un compañero de conservatorio, el guitarrista Juan Diana, me viene con un papelito de una cartelera de la revista Pelo (el equivalente a la Rolling Stone de hoy), decía “se busca tecladista para grupo musical femenino”, llamo y el contacto era María Gabriela Epumer.

Era un grupo que tocaba covers de temas internacionales y empezaron a incorporar propios en español porque a partir de los 80 empezó a ver como una obligación para las radios, para la música en vivo, etcétera, de ejecutar principalmente temas en español. Mucha gente se enteró que había rock en español en ese momento. La banda se llamaba Rouge y también formaba parte Claudia Sinesi, quien sería bajista de Viudas. Me reúno con Epumer y me cuenta que la pianista del grupo se fue y me invita a ensayar, para probar. Nunca llegué a tocar, no conocí la sala de ensayo porque se separaron antes, pero igualmente quedamos en contacto con María Gabriela.

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Ella me llamaba, me decía “toca mi hermano con el Mono Fontana, jazz, en no sé dónde en Palermo ¿vamos?”. Ahí empecé a descubrir el mundo del jazz, que si bien me gustaba y lo escuchaba, nunca había tenido la oportunidad de ver en vivo. Un domingo al mediodía que estoy almorzando en casa de mis padres con quienes vivía, suena el teléfono y era María Gabriela. Me dice que hay un productor que está buscando conformar una banda de musical femenina, que se contactó con ella la que vino con la idea, que es la cantante Mavi Díaz. “Estoy yo como guitarrista y Claudia Sinesi como bajista ¿querés sumarte como tecladista? Hay que grabar un disco en 30 días”. ¡Voy ya!

Retomando el concepto, ahí es el tema de tomarse la oportunidad. Podría haber dicho “no sé, dejame pensarlo”. Uno de los tantos disparadores del éxito de nuestra banda fue que no había tantas mujeres que tocaran instrumentos no convencionales: sintetizador, piano eléctrico. Había mujeres que tocaban guitarra, pero la criolla. ¿Bajo? con lo que pesa, olvidate. La batería no estaba asociada a la figura femenina.

APU: ¿Cómo fueron recibidas por el público rockero?

C.R.: Nuestra banda se conforma y se lanza en todo el periodo de efervescencia social con el advenimiento de la democracia, así que había un espíritu de alegría, de liberación, de ganas de goce y disfrute. No era la única; junto con los Abuelos de la Nada, Miguel Mateo/ Zas, con Soda, con los Twist, obviamente, que eran con quienes se nos asociaban y hasta, en un primer momento, nos confundían por la voz femenina, pensaban que era Fabiana Cantilo.

Las Viudas era música divertida con letras atrevidas y temáticas que no se abordaban habitualmente, le sumamos toda una apuesta en escena visual, con un vestuario muy importante. Invertíamos muchísimo en los vestuarios, en ese momento no existía el tema del canje, teníamos una vestuarista y nos pagábamos la ropita y los cambios, porque la gente también estaba esperando eso. El maquillaje, el peinado. En un principio, hasta dentro de los productores artísticos que manejaban la banda hubo como algún ninguneo y un tanto de dudas. Nos pedían que toquemos los temas que ellos querían, hasta que logramos negociar porque les dijimos “todas componemos, somos autoras, cantamos, tocamos”.

Todo esto en muy poco tiempo porque desde el momento que nos sentamos en el escritorio ya estaba la fecha para el estudio de grabación. Negociamos incorporar en cada uno de los discos un tema de los que el productor propusiera. Para el primer disco fue “Bikini a lunares amarillos”, para el segundo disco “Lollipop” que son temas del año 40, 50, versión original en inglés. Ninguno de estos temas que estamos mencionando, la versión en español (que la hicimos nosotras) es la traducción exacta de lo que dice la canción. Cualquier cosa, “Bikini a lunares” habla de que una chica se va a la playa Bristol, llegó escuchando su walkman, la chica se da cuenta que no se había depilado, uno de esos temas que no se hablaba.

Partíamos de la premisa de que si a nosotras nos divertía y nos causaba gracia, podía ser. Cuando escribíamos esos temas, nos descomponíamos de la risa ya de imaginarnos cantándolos y la cara de la gente. “Lollipop” dice mi caramelito, tienes preso mi corazón, pero luego agrega te ruego, te imploro que te bajes el pantalón. Tal vez ahora no suena atrevido, pero en ese momento era muy osado hablar de algo que todo el mundo hacía probablemente. Pero una cosa era algo que podías hablar con un amigo íntimo, en secreto, y otra cosa era hablarlo de esta manera.

“Partíamos de la premisa de que si a nosotras nos divertía y nos causaba gracia, podía ser”.

Al “Pata Pata” de Miriam Makeba le cambiamos todo. Se llama “Plata plata” y dice “mosca vil metal dinero, vení, plata plata, te busco y no te encuentro” y nombramos todas las monedas del mundo. El otro día nos comentaba Mavi Díaz (tenemos un grupo en WhatsApp) que por ahí nos llaman las pitonisas del rock. Con el cumplimiento de los 40 años de la banda y con todo lo que nos dicen tan amorosamente la gente de la prensa, con todo respeto y con toda humildad dije guau, qué groso lo que hicimos. Hablábamos del Fondo Monetario Internacional, del transformismo, un tema que no fue muy comercial, pero se llama “Qué le digo a los chicos”.

APU: “La familia argentina”, un cachetazo a la paquetería de la clase media acomodada.

C.R.: Aparte, perdón ¡es una parodia! La gente la cantaba sin prestar atención a lo que decía, habla de una mujer que no le alcanza la guita para comprarse crema. Está tan estresada que se olvidó de cocinar. Llegaron los chicos, no le dan bola cuando están en la mesa, siempre usan un walkman (que hoy sería el celu, la tablet), se van a dormir y es el momento para conversar con el marido y el tipo le dice “prendé la tele”. Es medio como una descripción de la falta de comunicación en el entorno familiar.

APU: Pensaba en el público y en tantos niños y niñas que las seguían, de hecho las llevaron a ser tapa de la revista Billiken.

C.R.: ¿Vos entendés que somos bendecidas con todas las cosas que nos pasaron? ¡Tapa de revista Gente! Yo estoy sentada en el centro de la tapa con Beatriz Salomón, el negro Olmedo, Bernardo Neustad, el Bambino Veira, Amalita Fortabat. ¡Una locura! Y la demanda de presencia de canales de televisión. Tocar en vivo en Badía y compañía, Feliz domingo, todos los años con Susana Jiménez, impresionante. No fueron tantos años comparados a la trayectoria de las bandas con las cuales éramos contemporáneas, pero fue muy importante. El diario Clarín, a partir del 86, hacía una encuesta entre periodistas, productores y músicos destacados, para elegir el mejor disco. En el 87, Luis Alberto Spinetta voto como el mejor a nuestro Vale 4.

APU: Después terminaron participando en Pelusón of Milk.

C.R.: Cuando Luis Alberto presenta ese disco en el Teatro Ópera, nos invita a hacerle los coros (varios nos invitaron a hacerlo: Fito, Hilda Lizarazu, León Gieco) y tocamos en vivo tres, porque Mavi, en ese momento, vivía en España. Así que cantamos María Gabriela, Claudita Sinesi y yo.

APU: Decías que el flaco posó sus ojos y sus oídos en Vale cuatro, pero venían de un disco como Ciudad Catrúnica que las hizo despegar y decir acá estamos. 

C.R.: La cantidad de discos que vendimos. En ese momento se vendía el vinilo y los posteriores formatos que fueron el cassette y el CD. Las casas de venta de discos tenían pósters en la entrada donde figuraba el ranking de ventas y nosotras estábamos número uno con el Topo Gigio, por ejemplo. Claro, no nos damos cuenta porque, lamentablemente, no nos pagaban las regalías acorde a las ventas. Realmente nos enterábamos por los periodistas que estimaban la cantidad de placas.

APU: También hay que decir que ese fenómeno negativo le pasaba a todos los artistas.

C.R.: A casi todos los que tenían firmado contrato con compañías discográficas nacionales. El que tenía contratos con compañías internacionales, particularmente, de Estados Unidos, no tenía tanto problema.

APU: De hecho, el Negro Olmedo, un día jugando con ustedes en un sketch de No toca botón menciona a una de las compañías.

C.R.: A EMI. “¡No puedo promocionar este disco!”, y lo tira por el aire y dice por qué le prometí a mi tía EMI, a mi tía Emilia. Claro, porque las distintas discográficas auspiciaban distintos programas.