Leonardo Favio, el cantor del Pueblo
Cada piba que pase con un libro en la mano
me traerá tu nombre como en aquel verano.
(“Fuiste mía un verano”, Leonardo Favio)
En la pantalla un video de uno de los recitales que dio Leonardo Favio en Viña del Mar, Chile, en 1997. La estampa sencilla del cantor plantado en el medio del escenario con sus jeans, camisa blanca y zapatillas. Siempre con su mítico pañuelo en la cabeza, sus manos expresivas, su voz visceral y quebrada, sus ayes y onomatopeyas, sus ojos cerrados y esa dramatización que le imprime a cada frase en los agudos. Los recitados, la sonrisa franca al terminar cada canción y el gesto de abrazar al público ante cada ovación. Favio creaba un clima ancestral y tenía duende en su interpretación, el de García Lorca, el del linaje artístico familiar y el de los gitanos que frecuentó en su infancia.
Los orígenes
Fuad Jorge Jury Olivera, a quien apodaban “el Chiquito”, había nacido en Las Catitas en 1938, un pueblo del norte de Mendoza. A los ocho años empezó a frecuentar el taller de un zapatero chileno que vivía cerca de su casa, le cebaba mate mientras él le enseñaba a tocar la guitarra con canciones de Atahualpa Yupanqui. “Yo quería hacer milongas”, recordaría en una entrevista muchos años después ya siendo Leonardo Favio. A sus influencias se suman las leyendas mágicas cuyanas, su relación con los gitanos, los relatos de su madre Laura Favio que vienen del radioteatro, las lecturas de Lorca y los tangos de Discépolo.
Sus primeras experiencias como cantante fueron en giras por las provincias. En su libro Leonardo Favio, Norberto Galasso relata: “Cantaba en clubes de mala muerte, con piso de tierra, parroquianos borrachos que lo miraban raro y chicos que jugaban corriendo y tirando sillas”.
Cuando debutó en los años ‘60 en la primera Botica del Ángel que dirigía Eduardo Bergara Leuman se le abrieron las puertas de la compañía discográfica CBS. Su primer tema grabado fue “Quiero la libertad” y resultó un fracaso, pero después los productores lo convencieron para que grabe “Fuiste mía un verano” y “O quizá simplemente le regale una rosa”, que tuvieron un inesperado éxito en 1968.
“Estoy orgulloso de mis canciones”
A fines de los años ’60 el contexto musical en nuestro país era la generación del “El Club del Clan” que dio origen a lo que luego se llamaría "rock nacional". Estaban en auge cantantes como Sandro y Palito Ortega; Favio se diferenciaba porque su estilo se acercaba más a la canción francesa de Charles Aznavour. El cantor se mantuvo en esa delgada línea entre el melodrama y lo kitsch pero sin caer nunca ahí, por eso producía y produce esa fascinación al verlo en escena.
Leonardo fue uno de los precursores de la balada romántica latinoamericana y sus creaciones se metieron en la memoria popular. Lo que distinguió a sus canciones fue ese empleo del “vos” en lugar del “tú” que era lo habitual en esa época. Y también la palabra “piba” que acercó sus baladas al lenguaje argentino. Canciones sencillas que hablan de lo cotidiano, con diminutivos, lenguaje popular y ternura. En una entrevista en Tiempo Argentino (2011) bromeaba: “Hice canciones muy simples para que Neruda no tuviera nada que temer”.
Grabó 16 discos y entre sus temas más populares están además "Ding dong estas cosas del amor" (con Carola, su compañera), "Quiero aprender de memoria", "Ella ya me olvidó, "Mi tristeza es mía y nada más", "Mi amante niña, mi compañera", "Para saber cómo es la soledad" (de Luis Alberto Spinetta), "Ni el clavel ni la rosa", "La foto de carnet", "No juegues más", "Chiquillada" (de José Carbajal) y "La cita". Sus baladas se tradujeron a más de catorce idiomas.
“Yo canto porque me gusta tanto o más que el cine. Y si soy un compositor de vuelo rasante, bueno, cada uno vuela hasta donde le dan las alas, pero estoy orgulloso de mis canciones”.
Favio también creó canciones con mensajes políticos como “Estoy orgulloso de mi General”. En Pasen y vean, libro de conversaciones con Adriana Schettini, expresó: “Tengo claro que nunca pude ser un cantante político (…) Salvo en raras excepciones, como en 'Si mi guitarra canta como canta' o 'Qué más, qué más', salvo esas dos canciones, las otras que podía intentar con contenido político eran como forzadas. Yo no me las creía. No me interesa esa línea, o será que tal vez no me brote espontáneamente”.
El enorme director cinematográfico explicaba en una entrevista en Página/12 (2004) su deseo de acercarse al pueblo con su arte: “Yo quiero llegar a la gente y conmoverla porque no soy otra cosa que un narrador de cuentos, tanto cuando filmo, como cuando escribo canciones. Muchos dicen: Leonardo canta para ganar plata que le permita hacer cine. Eso no es cierto. Yo canto porque me gusta tanto o más que el cine. Y si soy un compositor de vuelo rasante, bueno, cada uno vuela hasta donde le dan las alas, pero estoy orgulloso de mis canciones”.
“Mis canciones están en el inventario familiar de todo el mundo de habla hispana. Canciones como ‘O quizá simplemente le regale una rosa’ es un himno en toda Latinoamérica (…) Mis canciones hicieron milagros, hablan idiomas que yo ignoro. Han sido traducidas al francés, al hebreo. ¿Cómo no voy a amar la profesión de la canción o cómo voy a renunciar a ella que me permite seguir en la pelea?”, manifestaba.
Los años oscuros y el regreso
Galasso relata en su libro que en 1976, al inicio del golpe militar, Favio da su último recital en La Rural de Palermo ante 30 mil personas. Desde ese momento fue prohibido y no se le dio más acceso a los medios de comunicación, ni como cantante, director o compositor. Poco después un grupo de soldados asaltan su casa y apuntan con una ametralladora a su hijo. En 1977 partió al exilio en México, regresa en 1979 a su pueblo mendocino, Las Catitas, para ocuparse de su viñedo pero por la presión de la dictadura no le renuevan el pasaporte. Finalmente lo logra y viaja a Colombia.
A mediados de 1983 inicia una gira por varios países latinoamericanos y graba el disco Acá está Leonardo Favio. Después de la Guerra de Malvinas regresa a la ciudad de Buenos Aires con unos recitales en la avenida Corrientes. A fines de 1984 Leonardo hace una gira de varios meses por las provincias. A partir de los años `90 se concentra en su cine pero sin dejar de realizar presentaciones en eventos como los de Viña del Mar.
El próximo 5 de noviembre se recordarán los 10 años del fallecimiento de Favio. En ese marco a lo largo de 2022 se están realizando distintas actividades que dan cuenta de todas las facetas de este entrañable artista. En el último trimestre del año, la ciudad de Avellaneda será sede durante el mes de octubre del Festival Simplemente una Rosa, basado en su cancionero popular, con la dirección de Popi Spatocco. Las nuevas generaciones siguen redescubriendo y versionando sus temas: Favio sigue vigente y vivo en la memoria del Pueblo.