María del Carmen Colombo: “Edito poco porque el filtro de lo que voy escribiendo es muy exigente”

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    María del Carmen Colombo
APU ENTREVISTAS

María del Carmen Colombo: “Edito poco porque el filtro de lo que voy escribiendo es muy exigente”

15 Septiembre 2024

La poeta María del Carmen Colombo, la “Coto”, acaba de publicar su Poesía Reunida y conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su relación con la poesía, de cómo se concretó y que significó reunir todo sus libros en uno.

Agencia Paco Urondo: Quiero que cuentes cómo fue el proceso de este libro y reencontrarte con los inicios, en tu poesía.

María del Carmen Colombo: Fue difícil. Uno después de tanto tiempo no reconoce sus textos, aunque los lectores sí o vean que tienen que ver, pero es todo un proceso de acomodarse a la producción de tantos años. No incluí la versión editada del primer libro de hace 40 años, sino la versión original (que fue premiada) a la que le saqué poemas y puse otros. Está esa versión. Después, incluí algunos textos de otros libros que quedaron afuera. O sea que es una versión corregida.

Me pareció bueno editar la Poesía Reunida porque los libros de poesía, en general, se pierden, desaparecen, o alguien los quiere tener y ni el mismo autor conserva ejemplares o le queda uno. Reunirlos todos tenía un sentido, además de que termina un ciclo, porque lo que estoy escribiendo ahora no tiene que ver con todo lo hecho. Es algo diferente, tanto formal como en el contenido, es otra búsqueda, otra cosa, algo más directo, más hablado, con más discurso.

APU: ¿Incluiste inéditos en esta Poesía Reunida?

M.C.C.: Es toda poesía editada, los inéditos no los quise incluir porque, me parece a mí, que cuando pones inéditos en una obra reunida, se pierden un poco. Esto que estoy escribiendo, espero poderlo editarlo el año que viene, por ejemplo, ojalá pueda.

APU: Te lo preguntaba porque sos una persona que publica poco, pero escribe mucho.

M.C.C.: Soy de escribir mucho, pero edito poco porque el filtro de lo que voy escribiendo es muy exigente. Es una de las cosas que quiero cambiar, serlo un poquito más menos y dejar fluir más los textos.

APU: Debes tener cantidad de cosas.

M.C.C.: La verdad que sí y eso me abruma, porque si uno se deja estar, escribe mucho y no edita… La edición es todo un aprendizaje, también, para el autor. No está solo en la escritura, el avance o no, sino también en la edición porque es otro trabajo, otra cosa. Uno va aprendiendo y se va familiarizando con esa etapa de lo que es el proceso de escritura, que lo incluye. Como después que está editado, el hecho de que el libro salga también es otra cosa.

Son distintas etapas por las que uno va pasando y que te enseñan. El hecho de que te hagan una devolución donde uno se va viendo de otra manera. Es todo un proceso de aprendizaje muy gozoso, muy alegre, el hecho de cerrar un libro. En el momento en que uno lo cierra no tiene tanta conciencia de su producción, pero una vez que lo saca y va pasado el tiempo, percibís otras cosas en tu propia escritura.

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APU: Editás y corregís a otros es algo que haces con mucha naturalidad. ¿Qué pasa con lo propio?

M.C.C.: Es más difícil. Disfruto mucho leer a otros y cuando se hace un trabajo de edición también, o en los mismos talleres, leer a otro, hacerle una devolución. Encontrar el hilo que reúne una cantidad de poemas o titular el libro, que para mí el título de alguna manera está dentro de esos textos. Todo ese trabajo me apasiona, lo disfruto. La lectura de un libro de poesía, sobre todo un inédito, me despierta la imaginación, una idea, es para mí muy inspirador, me hace bien, lo hago con mucho gusto.

Por ejemplo, lo que se hace en los talleres individuales, donde alguien te da 20 textos, no tienen justamente lo que el autor necesita, ver si eso puede constituir un conjunto coherente. Es un trabajo de los que más me gusta hacer, lo disfruto muchísimo. Y editar, también.

APU: ¿Cómo fueron tus comienzos con la poesía?

M.C.C.: Desde muy chica, de forma fragmentaria. Uno se acerca a la poesía en la escuela, pero siempre sentía una gran afinidad con ese género. Empecé muy chica, pero me dediqué a eso en la adolescencia, a tomarlo en serio a los 20 años, una cosa así. Lo hice con el grupo Ladrillo, con Jorge Bocanegra, Adrián Desiderato, Vicente Muleiro que me invitaron a participar.

Fue un camino muy asociado a los demás, buscando la compañía de otros poetas. El intercambio, el dar a leer, el reunirse, presentar otros libros, que me lo presenten a mí. Siempre fue una cosa en conjunto, con forma colectiva, si bien la producción siempre fue individual. Creo que eso es lo que sostuvo la escritura, porque uno puede escribir un libro, pero después hay que sostener esa producción, ese entusiasmo, y eso me lo dieron los otros.

En distintas etapas, distintos grupos, distintos escritores, no siempre fueron los mismos. Hubo quien permaneció, hubo quien no, pero siempre fue una cosa de amistad, de compañía, de grupos de estudio. Creo que eso es lo que sostiene un escritor porque desde ya, la poesía es una tarea muy solitaria. Aunque no tanto porque uno nunca escribe solo, siempre hay compañía de todo tipo.

APU: Cuando ustedes se juntaban a leer, además de sus trabajos ¿qué poetas leían?

M.C.C.: Olga Orozco, Pizarnik, Bayley, Paco Urondo, Miguel Ángel Bustos, Joaquín Gianuzzi. A muchos de ellos los conocí, tuve ese privilegio, porque era gente muy formada. Ellos tenían una clara idea de su concepción acerca de la poesía y la transmitían con mucha sabiduría, con mucha claridad. Cada uno con su matiz. A Paco no lo conocí, A Bayley y Orozco sí, a Bustos no, a Gelman lo conocí. Esos autores fueron figuras en mi trayectoria y muy leídos, comentados, reflexionados. Sus poemas, opiniones, reportajes. Fueron realmente maestros a los que tuve el privilegio de conocer. De tratar con algunos de ellos y otros a través de los libros.

El caso de Orozco, que la tenía en un pedestal, no me animaba ni hablarle y ella nada que ver, era una persona generosa, amigable, con un sentido del humor extraordinario que nos abrió las puertas de su casa. Era una persona formada, conocedora hasta de teorías literarias, de autores como Bachelard, una mujer extraordinaria que recuerdo siempre, a la que yo mira admiraba y admiro por la coherencia en su obra.

EN ESPACIOS REDUCIDOS es propicio menguar,

como la luna y las mareas: la dirección del movimiento

obedece a la necesidad. Es favorable decrecer

con rectitud, orientados por el mapa nocturno

que dibujan las tablas de planchar, cuando doblan

sus hojas y culminan, firmes, en una reverencia.

Los biombos se someten al dictado de los tiempos y

ceden, dóciles, las teclas de sus abanicos. Una escalera

devora su propio caracol, peldaño por peldaño.

Algunos pensamientos ensobran sus intimidades y se

apilan, al igual que las sábanas, en prolijos acordeones.

Las mentes más realistas se ajustan tanto al pan

pan y al vino vino, que después se desparraman en

otras dimensiones, como la gente que vive apiñada

en una pieza y sueña con la amplitud del paraíso.

“Uno puede escribir un libro, pero después hay que sostener ese entusiasmo y eso me lo dieron los otros”.

APU: ¿Dónde encontrás el poema, dónde aparece?

M.C.C.: Puede aparecer en muchos lugares. Está en lo íntimo, en las figuras parentales, está en la calle, hasta en la política. Está en hechos que me signaron como “generación”.

En el barrio ¡en el tango! Hay autores extraordinarios que prefiero, por ejemplo Discépolo, que eran verdaderos poetas. Lo que pasa es que escribían letras, no poemas. O sea, poemas que se adapten a una música, pero es una forma de la poesía y lo hacían muy bien.

Además, eran muy sabios, leían literatura, conocían a los poetas. Si lees algunas letras de Discépolo, te das cuenta que conocía a Baudelarie. Hay muchas cosas que uno va descubriendo: un hombre como Le Pera, había leído mucho y tenía mucha conciencia de lo que estaba escribiendo. Y de lo que es una buena letra de tango, porque letras hay muchas, tangos hay muchos, pero buenos no sé si hay tantos.

APU: Ya que la trajiste ¿Cuál es el vínculo que trazás entre la poesía y la música?

M.C.C.: Estudié mucho piano, que es una disciplina que abordé cuando era chica y adolescente. Yo quería crear algo, hacer algo mío. En esa época, en los conservatorios te formaban para intérpretes. Esto no quiere decir que vos no pudieras crear, pero el problema era que a mí no se me daba eso. Fui hasta a una escuela de SADAIC donde te enseñaban a escribir composición musical. Me di cuenta que la música no era lo mío, agoté un aprendizaje. Era otra cosa, era con la palabra, no con las notas, la música.

Me tenía que conformar un poco con la música del poema que ya tenía bastante con eso. Y tengo. Creo que algo quedó de esa de esa formación. Pero también el piano era algo que a mí me gustaba muchísimo estudiarlo, tocarlo. Además, es un instrumento que hay que poder tenerlo en una casa. Aunque, cuando la decisión está tomada, no hay nada que te lo pueda impedir.