“No lugar”, Maximiliano Diomedi

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“No lugar”, Maximiliano Diomedi

06 Mayo 2018

Por Pablo Adrián Vidal

 

“Hombre de ningún lugar, el mundo está a tu disposición” recordaba John Lennon a la humanidad en 1965. Medio siglo después Maximiliano Diomedi, desde su balcón performático, y quizás sin pensarlo, hace de esa afirmación una forma de vida. Nacido en 1980, oriundo de Bahía Blanca, podríamos describirlo como animal de radio (conduce desde el 2004 el programa “Patologías Culturales” por Radio La Tribu), periodista, poeta, escritor, músico compositor e intérprete, y la lista sigue... Maxi Diomedi sabe que el mejor lugar para estar es ninguno, la suspensión: ese limbo donde se puede ser todo y nada al mismo tiempo. Desde allí mismo, publica “No lugar” en septiembre del 2017, su segundo trabajo discográfico, luego de haber editado en el 2014 su opus inicial: “Medianera de papel”, un hermoso y breve disco (sobre todo acústico) que consta de cinco canciones, algunas de ellas con pasta de clásico, léanse “Escupir al viento” y la folklórica (aire a zamba), “Medianera de papel”.


      Para escuchar “Medianera de Papel”:

 

Centrándonos en su nueva obra, cabe decir que ante todo, “No lugar”, es un disco de “canciones”, pero no. Es mucho más. “No lugar” es una declaración estética que desborda de poesía y sensibilidad. Las piezas musicales son pequeñas obras que no se atan a pre-conceptos (no hay constitución o ley). Duran literalmente lo que el autor juzga necesario para expresar su idea: no hay repeticiones de estrofas (temas A) o estribillos (temas B) cuando éstos no se justifican poéticamente. Aquí subyace toda una decisión artística que es primeramente ideológica. Cada silencio y sorpresa musical (cambios de tempo abruptos, modulaciones inesperadas, entre otras) contribuyen a la construcción del No lugar, dejando de lado parámetros industriales o estándares de mercado. Estas características pueden provocarnos en primera instancia un efecto de shock y confusión (recordemos que la industria hegemónica se encarga de moldear nuestros oídos según sus cánones, por ejemplo, desde la publicidad, la radio mainstream, la música en el super o la tonada de espera en el teléfono cuando queremos hacer ese bendito reclamo a la compañía de celulares). Pero una vez atravesada esa fase inicial, mientras nos vamos acurrucando en los silencios, comprendemos que sencillamente ésta es la poética que usa el autor para enamorarnos, pincharnos, en fin, llevarnos a su No lugar. Y la abrazamos. Diomedi se encarga de la composición y producción artística de todas las canciones, así como de cantar y de tocar la mayoría de los instrumentos principales (guitarras varias y teclados). No obstante, hay una compañía insoslayable: Martín “El Gnomo” Reznik (La Filarmónica Cósmica), quien se erige como coproductor, se ocupa de los aspectos técnicos del sonido (grabación, mezcla y mastering), y además,  toca varios instrumentos que hacen al clima y vestimenta en general del disco (guitarras, bajo, batería, bombo, teclado). El álbum posee un marcado tinte Folk. Las intertextualidades van desde Spinetta (ecos de “Kamikaze”) hasta Neil Young (el caminar de “Harvest”), sin eludir giros melódicos a lo Silvio Rodríguez o inflexiones vocales que rememoran a Aquelarre. Pero estas influencias citadas (y convocadas por el reseñador en forma harto arbitraria) están bajo varias capas de tierra, hagan la prueba y lo comprobarán: el disco es sumamente personal y sus canciones se unen formando un mosaico único e irrepetible, que gusta tomar distancia de espejos y links directos o fácilmente reconocibles.

• Para escuchar “No lugar”:

 

Como si de repente el tiempo se detuviera, cerremos los ojos e imaginemos el sonido de una gota caer a centímetros nuestro… De tal manera Diomedi nos ubica en un espacio-tiempo suyo. Todo se aleja, el ruido se va. Como arrojados al vacío pero a sabiendas de un fuego cercano que nos da la llama y el calor para seguir, irrumpen arpegios de guitarra, a veces tras batifondos sonoros difusos, a veces arropados por tímidos colchones de teclado. El bajo colorea con la animosidad de quien pasea por un camino nuevo. La batería sólo habla para marchar, elevando la fuerza de quien se rebela. Las armonías y melodías se dirimen entre la consonancia y la incomodidad: resucitar en el No lugar puede llenarnos de la libertad más salvaje que hayamos tenido la dicha de experimentar, pero también nos enfrentará con ese acorde disminuido que nos tensa, con esa palabra que nos perturba pero a la vez nos refleja: de pronto nuestras miserias nos miran audaces.


A primera escucha, en comparación con el trabajo anterior de 2014, notamos un crecimiento en el aspecto vocal. La voz suave y bucólica que conocíamos ha sido transformada: sin perder un ápice de su amabilidad y dulzura, vuelve dotada de mayor convicción y seguridad, más consciente de sí misma y, como consecuencia de esto, amplía su capacidad de juego e interpretación. El registro vocal agudo (tenor), característico de Maxi, se combina novedosamente con pasajes más graves y se abre un abanico de posibilidades donde albergar a la Poesía, que es la princesa dorada. Pero yo, olvidadizo como soy, quisiera detenerme y atender brevemente a las letras que componen el álbum. Las mismas forman un corpus que también se inscribe activamente dentro del concepto del “no lugar” (lo construyen). Este espacio es contradictorio por naturaleza, allí conviven sentimientos en pugna. Mientras que se da cuenta de un colapso ecológico (“la tierra no da más”) inscripto en un sistema feroz (“se anuncian las catapultas” / “hay llamado de la jungla”), también se da cuenta de aquello que nos salva del abismo existencial (“si mirás, es visible el amor / serpentea por el comedor”) y al cuerpo desde el cual lo atravesamos y aprendemos que la fragilidad existe (“tu piel siempre será tu piel / de ahí es donde debes partir y recibir amor” o el juego de palabras: “me gusta mirarme adentro, estoy encerrado / me gusta mirar mi adentro, estoy enterrado”). La suspensión en el limbo tiene su cuadro protagónico en el Poema que divide (o une) al disco y es recitado por Fabián Gandini (autor del mismo junto a Nicolás Della Valentina): “Si hay alguien que espera, miralo cómo espera”. Inserto en un contexto político-social (y hasta espiritual) que se juzga adverso desde lo enunciado poéticamente (y desde lo armónico y melódico también), Diomedi se define (“Amo lo descamisado”) y no puede no tener esperanza (“El canto suele ser intempestivo como galopar / Resucita lo que avanza conmigo, y todo lo demás”). 


    • Maximiliano Diomedi leyendo fragmentos de su primer libro de poesía, Fortaleza (2013): 

 

Con regocijo y entusiasmo, invito formalmente a todos a acercarse al planeta Diomedi, una obra total y madura, por demás consciente y llena de formidables recovecos (ya sean sus discos, su programa radial, sus libros de poesía, y lo que seguro estará tramando en este momento y que entre óleos flameará). Aquellos, juntos o separados, confirman nuestra hipótesis inicial: todas son caras de un mismo hombre que juega a ser y no ser, entre los alaridos de la historia, recordándonos que si pensamos, nos mueve el amor. Y aunque poco de lo hecho en el mundo fue pensando en vos, he aquí una hermosa excepción: hombres y mujeres de ningún lugar, acercaos, parece que encontramos nuestro lugar, el no lugar.

A Maxi Diomedi lo podemos encontrar todos los sábado de 17:00 a 19:00h por Radio FM La Tribu FM 88.7 (http://fmlatribu.com/) en su programa “Patologías Culturales”: https://www.facebook.com/patologias.culturales/