“Nucha” Veiga: de Evita a Cristina, de grasita a la grasa militante
Por Ramiro Comes
A Cristina “Nucha” Veiga los 85 años le sientan como nunca. Después de una dura enfermedad, salió adelante y hoy vive con su hija Adriana en la misma casa donde se casó. Ya desde muy pequeña tuvo que sortear diversos obstáculos para abrirse camino, conoció la pobreza y trabajó desde los 15 años en una fábrica, pero también encontró la dignidad de ser mujer, aprender y acompañar la abrazadora pasión de Eva Duarte de Perón. “Nucha” es una histórica militante reconocida por su trayectoria, dignidad y honestidad.
Evita y la militancia
Su primer encuentro con Eva Duarte sería durante la primera campaña de Juan Domingo Perón para presidente en el año 1946: “Tenía 12 años, fue en la estación Hipólito Irigoyen, que se llama así por orden de Perón, pero antes se llamaba Barracas. Nosotros vivíamos cerca de ahí. La familias del barrio que tenían radio escucharon que Perón y Evita no podían llegar a Constitución por la cantidad de gente que había, entonces decidieron bajar en Barracas; vimos pasar a muchas personas y mi mamá dijo: ¡‘Vamos , vamos’! Era impresionante, la gente subía a empujones. Ahí fue que vi a mi papá, que era afiliado radical, tirar su boina blanca desde el andén a las vías. Le dijo a Perón: ‘¡ Por usted Coronel!’ –ya que todavía no era general–, y así se deshizo de la boina. Mi mamá era afiliada al partido Socialista y mi papá al partido Radical, los dos se desafiliaron y se hicieron peronistas”.
Nucha empezó a militar a sus 12 años ayudando a su mamá a organizar en la unidad básica que estaba al lado de su casa en la calle Jorge. Luego de la creación del Partido Femenino Peronista (PFP), creado por Evita en 1949, aquel local se transformaría en la unidad básica de la sección 3ª de la Capital del PFP, y Nucha con tan solo 15 años sería la prosecretaria: “Yo aprendí política por ellos dos. Pero mi mamá era más militante que mi papá. Fue obrera. Era socialista y se hizo peronista, mando al carajo a Palacios”.
Hablamos de su trabajo en la unidad básica, y entonces Nucha nos cuenta: “Éramos cuatro, salíamos dos a la mañana y dos a la tarde para censar; luego preparábamos los informes sobre las necesidades de la gente del barrio y lo llevábamos a la central del partido en Corrientes al 900, todos los sábados antes de las 13; de ahí se lo llevaban a Evita, sobre todo las urgencias, porque ella las quería rápido. Eso ocurría todos los fines de semana”. Luego agrega: “Cuando salíamos al barrio muchos nos recibían muy bien, había gente gorila también. Y otros que, aunque eran de cierto nivel económico, a veces nos sorprendían. Una vez fuimos a una casa en la avenida Montes de Oca, donde vivían los más ricos. Nos recibieron un militar y su señora en un piso con un salón muy grande. La sorpresa fue ver la foto de Perón y Evita sobre la pared. Ellos estaban de acuerdo en todo con Perón. La señora se ofreció a ayudar en lo que necesitáramos”.
Luego, mates de por medio, Nucha recuerda las reuniones en la Quinta de Olivos: “Eran una vez por mes. Cerrábamos la unidad y nos íbamos las cuatro a Olivos, donde se juntaban todas las secciones de Capital. En un salón que había en la Quinta, Evita iba sección por sección hablando con cada una: las responsables llevaban las notas y Evita nos instruía la política, no nos daba clase de política, sino que nos decía lo que teníamos que hacer en cada caso. Ella nos pedía que censáramos la necesidad de cada casa: internación, remedios, trabajo o conexión de luz o de agua, etc., siempre de los más necesitados”.
Nucha fue muy amiga de Lidia Sana, compañera peronista y de básquet en Independiente, hija del chofer de Evita. Ella le contaba sobre la generosidad de Eva al ofrecerle a su padre una casa, ya que no tenía una, a pesar de cobrar un buen sueldo: ”Con lo que gano me es suficiente”, le decía el Gallego Sana. Así fue que terminó construyéndose su casa con sus manos, en sus tiempos libres. “Mi papá era así”, le decía Lidia a Nucha.
Su historia militante la marcó de por vida. Luego del fallecimiento de Evita, siguió militando en el Peronismo y volvería a Avellaneda, la tierra que la vio nacer. Allí sufriría la llegada del golpe del 55 y se casaría con Mario, su único amor, padre de sus tres hijas: Alejandra, Adriana y Andrea. Luego de vivir varios años en Bahía Blanca, regresó a su amada casa en Wilde a mediados de los 70, donde la dictadura le arrebataría un gran afecto, su sobrino.
Ese dolor que todavía lleva consigo hizo que Nucha se acercara tempranamente a las Madres de Plaza de Mayo, donde tejió una profunda amistad con Laura Bonaparte. Laura fue su amiga incondicional y participó como vicepresidenta en la Asociación Solidaría Carlos Mujica. Juntas compartieron reuniones con el Serpaj (Servicio de Paz y Justicia) fundada por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. También se acercó al Padre Eliseo y al Padre Farinello, con los que además de una amistad, los uniría un incansable trabajo por los más humildes, sobre todo los niños .
Así como fue amiga de Clelia Luro y del Obispo de Avellaneda, Jerónimo Podestá, también supo compartir reuniones en su casa, ya a principios de los 80, con grupos de la tendencia peronista, entre los que se encontraban militantes montoneros y sindicalistas de Avellaneda como el Cholo Gómez (Sindicato de Luz y Fuerza) y Alfredo Luis Ferraresi (secretario general del Sindicato de Farmacia y padre del actual intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi).
Néstor, Chávez y Cristina
Luego de una difícil operación que casi le cuesta la vida, a principios del 2000, ya recuperada, pudo conocer a Néstor Kirchner en sus últimos días como presidente y a Hugo Chávez Frías en su visita a la Argentina. De ambas situaciones guarda fotos que muestra y atesora con afecto.
A Cristina no la pudo conocer en persona, nos cuenta que desde que estuvo enferma, no va casi a ningún lado, pero al preguntarle por ella, nos dice: “Creo que cristina fue una militante desde que estudiaba con su novio Néstor Kirchner, no como algunos que dicen que son peronistas pero no saben ni cuando se fundó el partido”.También habla de su rol como presidenta y mujer, y de cómo el machismo la afectó a ella pero también a las mujeres militantes en general: “Cristina sufrió el machismo desde que es política, con los mismos políticos del PJ. Nosotras aprendimos con el peronismo que teníamos nuestros derechos, a mí no me dominaba ningún hombre. Cristina hizo lo que tenía que hacer, hizo lo que hace una peronista: defender la patria, los derechos humanos, los derechos del hombre, de la mujer, de los niños. Atender a los pobres y darles trabajo, ¡hasta le habló a los milicos! Cumplió como una buena presidenta argentina, cumplió como argentina. Cristina defendió los derechos de la constitución peronista”.
Actualmente, además de ocuparse de su jardín, con admirable energía para sus 85 años, también dibuja con muy buena técnica y sigue haciendo poesías, escribe sus memorias y piensa sobre la actualidad sin perder el hilo conductor de la coyuntura política.
Compartimos con les lectores algunos fragmentos de su poema del año 59 dedicado a la abanderada de los humildes, la más compañera y peronista, la que nos enseñó a forjar nuestra dignidad como pueblo junto a Perón: Eva Duarte, Eva Perón o simplemente Evita.
Evita
¿Qué pasa contigo?
Pueblo, obrero trabajador,
¿Es que no te acuerdas de
EVITA?
Ella fue la que te dignificó.
Hablaba con tus mismas palabras,
te acompañaba en tus luchas.
Les infundía coraje
y siempre los defendió
de patronales oligarcas
Y del imperialismo traidor…
Con su Fundación no dio limosna
Justicia Social repartió.
Murió por todos nosotros
trabajo día y noche
con fe y sin claudicación.
Fue anti oligárquica, anti imperialista
antiburocrática.
¡Ella fue la REVOLUCIÓN!
Cristina Veiga (1959)