Nuevo poemario de Olga Suárez: en la memoria del agua se reconoce la “Estirpe del Juncal”

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    Olga Suárez
NOVEDAD LITERARIA

Nuevo poemario de Olga Suárez: en la memoria del agua se reconoce la “Estirpe del Juncal”

09 Abril 2023

¿De qué está hecha la memoria si no es de elementos que se enfrentan?, parece preguntarse Olga Suárez cuando la interpela, individual y colectivamente. Porque si uno habla de memoria, rápidamente tiene que preguntarse con qué se alimenta el olvido.

Para averiguar de dónde proviene, de qué está hecha la Estirpe del Juncal (Ediciones Barnacle, 2023), hay que ver danzar al fuego y al agua en un único movimiento. Uno, atrapado en el ámbar, va reconociendo las huellas del pasado que supo crear. El otro, en su propia disolución de un punto hacia afuera, intenta discernir las señales del presente. Aunque no sea exactamente eso lo que busca:

 

la memoria no quiere avanzar

no quiere ser ninguna huella

no desea ser la nada misma

quiere que la dejen allí

aquietar todo hasta el fin del viaje

soportar el viento hasta la desembocadura del mar.

 

¿Entonces? No se puede saber a dónde vamos sin saber cuál es la ascendencia que nos ha dado este linaje. En esa dirección se mueve la escritora cuando dice “Los cadáveres retornan/ en retroceso/ cuando pronunciamos sus nombres”. Al pronunciarlos reconoce su propio camino que va de “de ser santa a ser una princesa”, aunque nadie le diga qué hacen las princesas ni si los milagros se cumplen dentro de un ropero.

Quizás, en ese fuego ámbar, queden capturados esos mandatos que marcaron generaciones. Pistas nos dejan ese matrimonio que sigue porque “Él siempre paga/ ella siempre calla”, aquel que adquiere la “destreza de la invisibilidad sin queja alguna” o el que “agacha la cabeza con esa resignación del que nunca conoció la caricia”.

Como cicatrices sobre cicatrices sobre una piel nueva, Suárez construye una memoria mujer, una memoria madre que, como Severina, sólo posee “palabras simples/ para nombrar la huella del buey/ el rebencazo del capataz/ o las letrinas que huelen a muerte”. O como Antonia, la que no le mezquina a la sangre mientras todo a su alrededor arde y cae (como un símbolo del presente, de este presente) y le llama la atención la lentitud de la tierra en “chuparla”, en absorberla. 

También es esa memoria niña que escucha en la radio palabras siniestras como “bombardeo Buenos Aires revolución libertadora” y memoriza otras, como “Yerbatera Tablada Insurrectos” para poner a salvo el recuerdo del padre y con él, los puños levantados de los vencedores vencidos.

Así va aprendiendo que no se necesita demasiado para seguir estremeciéndose, signifique lo que signifique eso en un mundo que no termina de irse.

Por el contrario, lo que está por venir, nacerá del agua:

 

seré serena

seré una nación

entre los juncos.

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Tapa estirpe del juncal

Más que grito, susurro de pertenencia, mas no resignación de aquel que sabe que “quien incendia su hogar a medianoche no escucha el latido profundo del humedal”. Porque en “los sones que retornaran cerca del agua” se nutre la estirpe, en las lenguas del juncal se planta para refundar la historia, para evitar la fragmentación.

 

Todo lo que vi parí, como esa gema ambarí en el río

fuera de la fe y las dominaciones, lejos de las sospechas

de la mala fortuna de las mujeres

Desde la sangre canto para no ser leyenda ni antorcha.

 

Como mariposas, esa vos femenina empieza a reconocerse sobre lo húmedo. La cautiva, no es prisionera más que de su memoria. En las costas, otras mujeres “con sus pañuelos blancos/ lavan la memoria para relucir juntas”. Seguramente, sus risas deben formar una ronda alrededor de ella como espejo de agua.

Así como muchos nombres de mujer trazan una cartografía húmeda, hay otros imposibles de no ver como cadáveres flotando en las aguas, insistiendo contra el olvido. Los de Santiago o Moreno son, en sí mismos, reflejos donde encontrar el nuestro. 

¿Es el fuego o el agua quien traslada a Calibana, Aquileo, Circe y Madame Lubumba para hablar de civilización y amores perdidos mientras remontan río arriba un Paraná que no parece ser suyo, no parece haber nacido de su boca el aguará guazú o el irupé? “¿Cuál es la lengua que en su vientre no geste un verdugo?”, se preguntará Calibana. Es que allí donde “la Memoria repliega sus faldas/ evita ser atrapada en la emboscada/ de la Normalidad”, la estirpe del juncal no se engaña, repite la paciencia de quien retoma una y otra vez:

 

No es sencillo quebrar la melancolía

de escribir en el agua

o frenar su voracidad

 

Y si algo ha aprendido, con fuertes señales de humo, es que hay una voracidad que lo quema todo.

Para la estirpe del juncal, lo cotidiano es una intemperie desconocida.

Olga Suárez es poeta nacida en Centeno, provincia de Santa Fe, en 1967. Reside en Rosario. Es psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Dicta talleres de filosofí­a en la escuela primaria. Coordina el ciclo de poesí­a “Los poetas y la memoria”. Ha publicado: Hoja Blanco, Editorial Los Lanzallamas (2000), El vuelo del quetzal, Ediciones de autor (2004), el CD de poesí­a Obertura y el libro Oriente, Alción Editora (2016). Estirpe del Juncal se presentará el viernes 28 de abril, a las 19 hs, en el Centro Cultural de la Cooperación "Floreal Gorini" (Av. Corrientes 1543), con la presencia de Susana Cella, Lucas Peralta y Alberto Cisnero. 

Para la estirpe del juncal, lo cotidiano es una intemperie desconocida. Su idioma, ese que le enseña un río marrón; su tristeza, las lenguas de fuego que la mutilan; su espesura, un convite de naciones que de ella emergerán.

Es que, para aquellos que no creen “en el amor más que en la muerte”:

 

La palabra no la concebimos para las bestias

es mucho más que nuestra guarida

nos reconoce en lo nómade que somos.

 

Después de todo, en la memoria del agua se reconoce la Estirpe del juncal.