Poeta de la victoria
Por Boris Katunaric
Podemos poner como pretexto un paralelismo fácil: Tuñón / Urondo. El poeta militante que describió Hamlet Lima Quintana es aplicable a un poeta como Paco en el cual convergen leitmotivs como los placeres, las mujeres, el buen vino y la revolución. El hedonismo de Tuñón “un ocaso cualquiera y en un puerto y otro, andar con suavidad y con desenvoltura de fumador de opio” está dentro de la ternura apasionada de “la calle del agujero en la media” obra fundamental de la poesía argentina. Pero la política, la revolución, la violencia y las armas (hagamos foco un poco en esto) también aparecen en formas sutiles y violentas como un elemento más de la vida “compañeros del colegio han muerto, /apóstoles/ y simples camaradas de armas y deportes” nos dice Urondo, poniendo a la misma altura lo que puede ser un partido de futbol y un enfrentamiento “guerrillero” y en ese gesto es en donde sus admiradores y detractores ponen siempre el acento, la no discriminación entre vida política y escritura. Pero a diferencia de Gabriel Celaya que conceptualiza “la poesía es un arma cargada de futuro” y Tuñón que amenaza “Subiré al cielo, le pondré gatillo a la luna y desde arriba fusilaré al mundo, suavemente” Paco narra, anecdotiza íntimamente, cuenta “Empuñé un arma porque busco la palabra justa” el pretérito es fundamental para entender esta característica. No se puede juzgar que los anteriores poetas tengan un grado mayor o menor en cuan revolucionarios son respecto a Urondo, esto no es una competencia, pero esto nos ilustra cómo funciona para él, en él, el ser revolucionario, el ser poeta, la lógica unida de poesía y militancia confluyen en una misma palabra innombrable que las sintetiza. Si bien esto va increscendo, madurando en su obra y en su vida es una constante que se va perfeccionando libro a libro.
El poeta Daniel Freidenberg nos dice al respecto “Su objetivo no parece ser revolucionar la poesía ni encontrar otros lenguajes sino profundizar los ya existentes, perfeccionarse, trabajar cada vez mejor y de un modo más auténtico. Es personal no por ruptura sino por profundización” (Diario de Poesía. Otoño de 1999).
Deducimos entonces que no era un poeta maldito, un antagonista de la estética establecida, un místico como Miguel Ángel Bustos, sino que estaba inmerso en el mundo, era parte del contexto histórico, cultural y político contra el cual, o, a favor del cual luchaba y escribía, sus necesidades estéticas consistían en estar alerta, despierto y ver con claridad lo que debía proyectar en su literatura. Su revolución era en lo real y en sus poemas trataba de transformar la realidad y no la poesía. “La única aparente es la reja cuadriculando el cielo” dice en su poema más célebre.
Pero yendo más lejos en el tiempo, precisamente en 1957, el poema Garza Mora nos indica de qué hablábamos al principio fuera de la revolución propiamente dicha; “vida linda y fuerte/ésta/vida grande/difícil de vivir”, hay una sensación que intenta decirnos que todo es turbio pero hermoso, la valoración de la vida con sus dificultades y lo que vale la pena en ella como expresión contrapuesta. Ese (supuesto) oxímoron se desarrolla en toda su obra. “la vida es lo mejor que conozco” es decir, parece pero no es un optimista, plantea una ausencia en ese desconocimiento, carencia del qué, del adjetivo que falta y que busca incansablemente como todo buen poeta. Esto también lo hace en su vida, la militancia también plantea una búsqueda no ya de un adjetivo, o una estética sino de algo que está en la realidad y se puede simbolizar, y ésta búsqueda puede encontrar, tal vez, una respuesta parcial en lo que le escribe Rodolfo Walsh en su semblanza, “nosotros vamos a ganar, el pueblo va a ganar”; y eso es lo que hay alrededor de la obra de Paco, un mundo hermoso, duro, una vida hermosa a la que le hace falta justicia.