¿Por qué escuchamos a Lali?
La editorial Gourmet se especializa hace años en libros de y sobre música. Dentro de esa interesantísima producción existe una colección denominada “¿Por qué escuchamos a…?” donde diversos críticos y especialistas teorizan sobre notables como Lou Reed y Aníbal Troilo, entre otros. En función de esa pregunta disparadora, hace tiempo que me ronda por la cabeza la pregunta: ¿Por qué escuchamos a Lali? ¿A Lali? Y sí, más que preguntarnos ¿por qué? Habría que avispar los sentidos y quitarse los prejuicios construidos por cierto establishment cultural que suele condenar a determinados artistas populares tildándolos de grasa o mersa. A ver, no hace mucho, el propio Sandro era una figura cuestionada por sus canciones, la sexualidad exacerbada en sus movimientos y, sobre todo, por su condición de origen de la que nunca renegó por el contrario lo reivindicaba orgullosamente en cada oportunidad.
Lali, como Sandro, también nació en Parque Patricios un barrio humilde ubicado en el sur de la Ciudad Buenos Aires. Ayer, sobre el cierre de su show y ante un colmado estadio Lali resaltó la importancia de perseverar en los sueños a pesar de haber nacido en un “barrio muy chiquito”. Para ella es algo excepcional que aún pasa en nuestro país: no se trata de alcanzar el “sueño americano” sino el “sueño argentino”.
Cielo de un solo color
El segundo show coincidió con el día de la Patria. Como un hecho inusitado, cuando ni siquiera parece ser obligatorio llevarlo en el colegio, en la entrada al estadio Vélez se repartieron escarapelas celestes y blancas. Miles de jóvenes asistían entusiasmados al convite, antes de entrar dejaban bolsas de alimentos no perecederos para una colecta solidaria, porque la Patria somos todos. Desde un primer momento, el gesto de Lali y su equipo demostraba que desde el pop también se podía hacer un hecho político, sin banderas partidarias oportunistas: Yo, argentin@.
Sin embargo, Lali desde hace muchos años resulta una personalidad referente al movimiento LGBT+ en Argentina, uno de los colectivos más importantes en el mundo. Lo que logró ella, con tanta naturalidad no había sido configurado incluso en la lucha partidaria: en su relato sonoro y visual, la identidad nacional se complemente con la de género. El público también lo percibe así. Y puedo dar fe de esto, con grata sorpresa: siendo asiduo asistente de diversos eventos musicales (principalmente de rock) no he visto últimamente consignas más patrioteras que las del último show de Lali. Que el público al unísono cantase: “La Patria no se vende” en tiempos donde la soberanía y la noción de Patria no figuran en el léxico político es un hecho esperanzador. Ahí no había figuras estereotipadas, rompían con los paradigmas, porque el cipayo siempre cree que el que no piensa como él está cooptado por el clientelismo. Sin embargo, se trataban de adolescentes, de jóvenes de los más diversos géneros que cantaban las consignas con la misma pasión que coreaban las canciones de Lali.

Y como penúltima canción fue el himno nacional argentino: el escenario que dos canciones atrás se había teñido de los colores del movimiento LGBT+ (al ritmo de “Soy”, una canción histórica de Lali que fue adoptada por todos como defensa de la identidad) se tornaba celeste y blanca. Y no había oportunismo, todo fluía, natural. Sin decirlo, ella lo decía en claro: la lucha es de todos, es colectiva, es nacional.
La Piedra Rosetta de Lali
Existen canciones emblemáticas de protesta que reflejan una época. “Ayer nomás” de Moris; “Marcha de la bronca” de Pedro y Pablo; “La grasa de las capitales” de Serú Girán; “Gil trabajador” de Hermética o “Se viene el estallido” de Bersuit Vergarabat pueden constituirse en letras que muestran un conflicto político y social, una reacción contestataria ante un sistema injusto y opresor. Siguiendo ese lineamiento, surge un hecho inédito en la historia de la música nacional: “Fanático” de Lali se convirtió enseguida en una canción de protesta ante el gobierno libertario de Javier Milei. Desde su lanzamiento, su canción fue un emblema recuperado e interpretado en numerosas intervenciones: desde una coreo multitudinaria desarrollada en la estación de tren en Plaza Miserere hasta en el acto de asunción de la presidencia del Partido Justicialista por Cristina Fernández de Kirchner. “Fanático” es un fenómeno cuyo fenómeno tiene códigos cifrados de los cuales sólo puede ser interpretados por los que pertenecen. El oyente ocasional de Lali que está residiendo en España o en México, no podría entender el código cifrado.
“Fanático” es la Piedra Rosetta diseñada inteligentemente por Lali: desde el momento de su lanzamiento donde intervino un afiche de ella simulando uno de los tantos escraches que le realizan los seguidores del Gobierno; pero sobre todo, a partir de su video clip en donde aparece un hombre desalineado e histriónico muy similar a Javier Milei. Sin embargo, en el video hay otros detalles notables: un gordo fanático de Lali con bombo imitando al peroncho hasta el desarrollo de su video que se realiza dentro de un depósito (en alusión a cómo la llaman Milei y sus seguidores: Lali “Depósito”). No obstante, la canción no parecería ser dirigida al Presidente sino una crítica social hacia el bullying mediático, el fenómeno de los haters. No obstante, como ella misma lo reconoció en el show del 25 de mayo: “esta canción ahora es de ustedes”. Y ella, reconfortante y envalentonada, hasta se mofó imitando la clásica pose payasesca del presidente, haciendo trompita (para tapar la papada) y con los dedos pulgares en alza. Mientras al cierre de la canción, una vez más, el público coreaba “Milei, basura, vos sos la dictadura”.
“Fanático” se convirtió en la canción más exitosa de su carrera, demostrando su ángel e impronta popular. Porque ella resulta ser una hija del Pueblo, una figura que además de masiva, es popular. No son sinónimos. Inevitablemente, regreso a Sandro para ejemplificar: él nunca fue un suceso de ventas, incluso siempre fue superado por Palito Ortega y Leo Dan. Lali también no podría emular el caudal de reproducciones que tienen Tini o Emilia Mernes. Sin embargo, la popularidad de ella es indiscutible. Posee un carisma, un elemento espiritual difícil de enunciar porque es irracional como el origen etimológico de Patria o Pueblo: es sentimiento que educa a través de la sugestión.