Tres fenómenos populares: Viuda e Hijas de Roque Enroll
“Cuanto más abierta y afirmativa sea su exhibición corporal, más señalará la falta de compromiso con los significados intrínsecos de la música, menos probable será que la consideren como una intérprete capacitada y menos en serio de tomará su trabajo. Hay una conjunción de exhibición sexual y pérdida del valor musical. Las mujeres que interpretan música popular, tanto cantantes como instrumentistas, tienen mucho que superar antes que la plataforma sobre la que actúan se nivele con las de sus colegas varones”, así afirma la musicóloga Lucy Green en torno a una constante que aún sufren nuestras artistas mujeres.
Evidentemente vamos a ser muy injustos con las que no mencionamos, pero nos interesa abordar tres trayectorias de músicas que tuvieron que superar los escollos de la misoginia aún vigente en amplios sectores de nuestra sociedad, aunque compensen con el inmenso amor que recibieron y reciben por parte de los sectores populares.
El éxito comercial no necesariamente es sinónimo de popularidad y, a veces, los detractores confunden ambos conceptos. Sí, para alcanzar el reconocimiento deben transitar por los filtros del marketing y enfrentarse a las críticas despiadadas, hoy agudizadas por el fenómeno del uso de las redes sociales y la proliferación de los llamados haters.
La relación entre las mujeres y el rock & pop nacional no transita sobre un camino de rosas, o bien lo sea por lo espinoso del asunto. En estos últimos años, existieron trabajos que pusieron de relieve el inmenso aporte de nuestras artistas mujeres dentro del género del rock. Históricamente, siempre se asumió el predominio de la masculinización sobre dicho estilo musical tan popular en las juventudes, desde sus inicios a finales de la década de los 50.
Incluso la bibliografía que reivindica el rol femenino en nuestro rock es relativamente reciente: Romina Zanellato escribió una apasionada crónica militante llamada Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino, 1960-2020”, exacerbando por momentos la desigualdad y la violencia de genero tristemente recurrentes en el mundo de la música. Mientras que tres años más tarde, Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono realizan un minucioso relevamiento con Al Taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999)”.
Las modernas
Mientras que la última dictadura militar daba sus últimos zarpazos y la escena musical local estaba anestesiada, lo que luego se conocería como “música under” empezaba a dar que hablar en los márgenes. No solo eran nuevos estilos, sino también nuevos mensajes, nuevas búsquedas. La sociedad cambió y la juventud también, al calor de la censura y la represión. El empuje paradójico lo recibirían a partir del conflicto bélico por las Islas Malvinas y la necesidad del gobierno de facto por difundir música nacional.
Claudia Sinesi, María Gabriela Epumer y Andrea Álvarez, para 1983, estaban tocando en Rouge, un conjunto instrumental cuyo plato fuerte se basa en sólidas versiones de jazz rock. Casi en simultáneo, hacían de las suyas un conjunto de mujeres que se hacían llamar las Bay Biscuits. A diferencia de Rouge, estas últimas eran difíciles de definir para la prensa y difíciles de digerir para el público conservador. La propuesta de las Bay Biscuits era un varieté, un colectivo artístico como lo fuera en sus inicios Patricio Rey y sus redonditos de ricota. Incluso, las Bay compartieron escena con ellos y prestaron sus voces para los coros de “Superlógico”. Las Bay Biscuits era sinónimo de música divertida, con un estilo naif y tintes irónicos, reproducían viejos clásicos de los sesenta como “Marcianita”, de Billy Cafaro. En dicho conjunto daría sus primeros pasos Fabiana Cantilo, cuya presencia, carisma y belleza despertará la atención de Pipo Cipollatti y, luego, de Charly García.
Las Rouge pasarían a mejor vida cuando aparezca la propuesta del productor Bernardo Bergerte. La idea, aún para los años en que se recuperaba la democracia y que implicaba (en apariencia) una apertura mental, era transgresora: armar un grupo de mujeres que graben, toquen y compongan. Con esa misiva nacían las Viuda e Hijas de Roque Enroll. Era 1984.
El nombre se anclaba en la idea de que eran las continuadoras de un estilo que parecía haber muerto hace tiempo atrás.
El nombre del conjunto no podía ser más original: se anclaba en la idea de que eran las continuadoras de un estilo que parecía haber muerto hace tiempo atrás. Acá, en Argentina, el rock había mutado a una música progresiva, contestataria, comprometidamente aburrida. La verdadera esencia del rock and roll era rebelarse ante el sistema, ¿cómo? Divirtiéndose, burlándose de sus mayores. Ese era el lema de Los Twist, de Melingo y Cipolatti, donde una voz armoniosa se movía al son del ritmo y cantaba “Cleopatra” mientras sacudía su corte carré: la nueva Rita Pavone era Fabiana Cantilo.
En tanto, Las Viudas iban a superar la simple idea del ávido empresario. La propuesta de ellas iba más allá del marketing de unos cuantos oscuros empresarios dispuestos a buscar noveles promesas para la máquina de picar carne. La lideresa del conjunto, Mavi Díaz (la responsable en convocar a las notables músicas) tenía en claro el camino, la puesta de escena y el contenido. Inmediatamente grabarían su primer disco en 1984 para el mítico sello Interdisc, de Pelo Aprile.
Su propuesta está centrada en readaptaciones de canciones clásicas de los sesenta junto a temas enteramente propios que reflejan con mordaz ironía la sociedad alfonsinista. De este disco, el himno sería una canción compuesta por Mavi Díaz llamada “Tocando fondo”. El estribillo sería un martilleo mental, un fantasma infumable que padecemos desde 1983, responsable de principales males de nuestra comunidad y, de nuevo, uno de los actuales protagonistas de los titulares: “Fondo-Monetario-Internacional”.
Las readaptaciones, en tanto, serían versiones libres de viejos clásicos poniendo en sus nuevas letras cuestiones que reflejan los nuevos hábitos de las mujeres y la sociedad posmoderna: “Lollipop”, “Bikini a lunares amarillo”… “Te encargo mi modernidad” refleja el predominio de la imagen por encima de la esencia. La letra (acreditada por todas las integrantes) pareciera hecha en conjunto con Bauman porque sintetiza perfectamente nuestra actual “sociedad líquida”
Soy una chica moderna,
hace más de cinco meses que uso este corte punk.
Se me está cayendo el jopo, qué hago,
me lo pinto, me lo dejo, me lo enrulo, me lo plancho,
o me lo vuelvo a cortar.
Esta noche hay una fiesta,
van a estar todos los subtes de la ciudad.
Mi papá me dio dos lucas, no me alcanza,
necesito una campera, lentes negros,
muñequeras, los zapatos de mi abuela,
no me lo me los quiere prestar.
(…)
Por fin te encuentro, bichito,
vamos juntos, vamos juntos, vamos juntos a bailar.
¿Cómo? Estás con una potra,
con el pelo por acá.
Estoy super deprimida,
que no puedo ni llorar.
Se me corre todo el rimel,
yo me voy con mi mamá.
Sus letras corrosivas subvertían los roles de género, satirizando las relaciones de pareja, el matrimonio, el consumo. Eran (sin dudas) revolucionarias, como observan Santos, Cei y Arcidiacono: “divorcio, deseo sexual femenino, críticas a los mandatos de género, transexualidad, coyuntura política… De esto hablaban las Viudas en aquellos tempranos años ochenta…”
Será por su “música alegre”, por la estética de su puesta en escena, que enseguida logró la popularidad, aunque paradójicamente los que cantasen sus canciones y llenasen las localidades sean los niños. Evidentemente, la ironía que reflejaban las Viudas en “la familia argentina” donde se manifestaba la falta de comunicación entre padres e hijos se podía ejemplificar ante ese fenómeno donde, quizás, la mayoría de esos padres de clase media jamás hayan prestado atención a las letras de ellas plegadas de mujeres sin depilarse, problemas de silicona, y con deseos de que les “revuelvan el estofado”. Incluso, en 1986 serían tapa de la revista infantil Billiken. Sin embargo, su propuesta no merecía el reconocimiento de la crítica musical que, por tratarse de mujeres, no podían concebir la estética con el profesionalismo y calidad artística. Por el otro lado, el predominio de presencia masculina en los festivales hacía valer el rechazo. Para ellos “eso” no era rock, no sólo porque no tenía agresividad y potencia contestataria sino porque estaba integrado por mujeres.
“Te escupían desde que subías al escenario hasta que te bajabas y no te podías bajar. No decías “ay, qué asco, me voy”. Te la tenías que bancar. (…) Hay una anécdota muy graciosa, yo estaba embarazada de cuatro meses, pero nadie lo sabía. La gente empezó a empujar hasta llegar al escenario, y nos escupían desde muy cerca, y en un momento la miro a María Gabriela y me agarró un ataque de risa porque ella intentaba devolverle los escupitajos a la gente, pero no sabía escupir; entonces se escupía a sí misma y me tenté, no pude seguir cantando”.
Viuda e Hijas de Roque Enroll llegaron a grabar tres discos. Fueron un verdadero suceso y quedan en la historia de nuestra música por ser el primer y único conjunto compuesto por mujeres que lograron consagrarse. Pese al esquivo mundo de la crítica y las tribus rockeras conservadoras. Sin embargo, tuvieron que pagar un precio muy alto, ¿por ser mujeres? Puede que sí, puede que las condiciones de acceso al mundo de la música para las mujeres sean más dificultosas, repletos de prejuicios. Lo cierto que el productor e Interdisc (que quebraría en 1986) no les liberó el contrato, quedándose sin cobrar las regalías. Tampoco tenían los derechos de sus canciones y la vía judicial las agobió por su eterno letargo administrativo.