Retomar al pensador Rodolfo Kusch como parte del acervo cultural del pueblo
Por Leandro Andrini | Ilustración: Matías de Brasi
Adentrarnos en las praxis amerindias, populares, latinoamericanas, es posicionarnos en el mundo del olvido, de la postergación, o de la marginación a la que las élites dominantes recluyen tales praxis. También se trata de percibir que “el hedor de América insiste y persiste” –como titula Carlos Cullen–. La obra y la acción de Rodolfo Kusch están situadas en esos márgenes, en el privilegio de una ontología Geocultural, del estar-siendo en el lugar del mundo, antes que del Ser privilegiado de toda filosofía europea. En este sentido, retomando la senda de este autor-pensador, el libro Rodolfo Kusch. Esbozos filosóficos situados, editado por CICCUS y bajo la coordinación de Ana Zagari, cumple una doble función: el posicionamiento en ese mundo de olvido, de postergación, de marginación; y constituir una excelente puerta de ingreso a la obra de Kusch, a partir de nuevas reflexiones y aportes (para pensar esa obra y para pensarnos en estas tierras).
Es de destacar “tres lugares” del libro: los dos prólogos, la introducción, y los trabajos. Sendos prólogos, sumados a la introducción, constituyen un ensayo de valor superlativo que bien podrían funcionar como obra en sí, pero los cuales articulados a la serie de trabajos –que en estos esbozos filosóficos se presentan– dan una “espesura” integral introductoria a una obra que es ignorada y/o menospreciada en las sucursales del pensamiento filosófico europeo las que, a su vez, se estructuran como departamentos de enseñanza de la filosofía por estos lares. O como dice Ana Zagari “la cultura del ser es enciclopédica, europeizante y urbana. El pueblo no siempre responde a ese modelo” y nos propone volver hoy a Kusch como “parte del acervo cultural que está en todas las formas de la cultura del pueblo, aun las que hoy permanecen latentes”.
Para Alejandro Tasat “este libro abre un sendero poco explorado, el suelo de la ciencia política”, donde se pone de manifiesto que la noción de “pueblo como categoría mitológica y no analítica es central”, porque “no se puede atrapar, sólo se puede sentir en su adhesión, en la que la palabra, el símbolo, es una tensión entre civilización y barbarie para tramitar la vida”. Iván Fresia nos anoticia que “Kusch no era peronista de la primera hora, pero llega al peronismo de los setenta […] por su comprensión del pueblo, de lo popular y de la cultura popular, entre otros muchos motivos”. Lo que puede condensarse en esa idea de Kusch en la que sostiene que “hacer historia significa, ante todo, poner en juego la verdad del presente”. Para Zagari, el trabajo de campo “que hace Kusch y su capacidad política, su adhesión a un movimiento popular como es el peronismo, le dan autoridad para plantear la cuestión de América, aunque deberíamos decir que esto no se puede trasladar a todos los pueblos en cualquier momento y en cualquier lugar”.
Mariana Chendo recorre sucintamente, a partir de la obra de Kusch, la filosofía occidental de los últimos doscientos años desde la perspectiva de una ontología mestiza, tal el estar-siendo de la América profunda, entre lo diabólico-hediondo y lo sublime-pulcro, en esa tensión que se continúa en “pensamiento estético, dialéctica negativa y fagocitación” como titula su colaboración Carlos Mitideri. Podemos arriesgar la hipótesis que el autor pone de manifiesto que Kusch se adelantó varias décadas al realismo especulativo europeo siglo XXI en la cuestión de pensar lo no idéntico, a partir de aquello que “el pensamiento de la identidad no puede pensar, aquello que en nuestra América hiede, para comprendernos como mestizos que somos”, como sostiene Mitideri. Rebeca Canglini indica que “Kusch se ha alejado de los supuestos de la filosofía occidental postulando un entramado consistente de sentidos que dan cuenta del núcleo vital de la sabiduría americana”, donde el “pensar situado y el arraigo cultural ético-político como condición sine qua non de la sabiduría popular como fuente de pensamiento y reflexión desde América” se destacan y/o sobresalen.
Por su parte, Martín Lavella aborda “el peronismo asambleario: el Frente Peronista de Liberación Cultural “Hugo Arrieta”” estudiando tres textos (folletos) dados a conocer en los años 1973 y 1974. El primero, llamado “el peronismo como revolución cultural”, el segundo “plan de acción cultural” y el tercero titulado “los sectores medios y las culturas nacionales” se constituyen en elementos teórico-doctrinarios y como programas de acción política. El autor rescata (descubre, hace aparecer) textos que no integran el corpus de la obra completa de Rodolfo Kusch, y contribuye a extender el entendimiento del autor en el compromiso político que asumió en los setenta. Lavella sostiene que “tuvo por finalidad la de fundar una nueva institucionalidad […] siempre desde abajo, permitiendo que el verdadero soberano, el pueblo, tome la palabra y se exprese” y opina que es “una de las propuestas más originales que desde el peronismo se han elaborado, dentro de las alternativas políticas de los años setenta”.
“Le aseguro que mi desaliento iba en forma creciente hasta que llegué al trabajo de Paulo Freire. Ahí respiré”, dice Kusch, y con esta cita comienza Javier Río el último de los trabajos que integra este libro: “perspectivas de una pedagogía geoculturalmente situada”. En una carta de abril de 1970 Kusch dice que cree que “Freire sigue sin resolver el problema. Pero la gran utilidad es que ofrece un profundo análisis del problema y además maneja con destreza un nuevo vocabulario que podría servir como punto de arranque de una teoría más profunda”. En el año 1976 Kusch sostenía que “Freire pretende promover el desarrollo mediante la educación. Esto de por sí ya es falible […] Olvida Freire que toda educación tiene un hondo sentido local que se pone de manifiesto cuando se traspone la cultura que le corresponde”. Río toma en consideración este contrapunto para argumentar que hay que pensar a la educación desde el encuentro y “no desde condiciones para mutar códigos culturales”.
Nuevamente, vale decirlo, Rodolfo Kusch. Esbozos filosóficos situados es una excelente puerta de ingreso a la obra de Kusch, a partir de nuevas reflexiones y aportes (para pensar esa obra y para pensarnos en estas tierras). Un pensador marginado de los estándares académicos, por excelencia, retomado parcialmente por el “viraje decolonial” cuando desde el centro dictan a la periferia que debemos pensar en “decolonial”. La diferencia entre Kusch y quienes, desde las universidades del norte, lo citan está en su obra plenamente situada, y en la manifiesta adhesión política a un movimiento de disputa de poder. “Imaginate si era peronista”, ironiza Pedro Rosemblat en Esta semana en Springfield, y en lo académico la ironía se transforma habitualmente en ostracismo.
“El gran problema de la filosofía sigue siendo la interrogación por el ser”, dice Dani Mundo en Muerto el filósofo, ¿vivirá la filosofía? Pero ese problema, para Kusch, es el gran problema de la filosofía europea, porque en América se trata del estar-siendo y en La negación del pensamiento popular (1975) Rodolfo Kusch sostiene que “el problema de la filosofía es el problema de la libertad, no es el búho que levanta el vuelo al anochecer, porque ya ha visto todo lo que ocurre durante el día, sino que esconde también la sorpresa de la noche y la espera del amanecer. Filosofar es programar el amanecer al cabo de la noche. Es plantearse la liberación que ocurrirá seguramente al día siguiente”, invirtiendo de antemano lo que Deleuze-Guattari sostienen casi al comienzo de Qué es la Filosofía (1991).
Ana Zagari lo indica con claridad: “el aporte de Rodolfo Kusch a la filosofía radica en la vinculación intrínseca que tiene la cultura de nuestros pueblos con los procesos políticos populares”, porque “no es el yo y el hacedor de una cultura, es el pueblo como comunidad el que produce formas culturales, materiales y simbólicas”.