Se suspende por primera vez en sesenta años el premio literario Casa de las Américas
Por Jorge Boccanera | Foto: Casa de las Américas
El Premio literario de Casa de las Américas de Cuba, que durante seis décadas consecutivas fue una herramienta inspiradora, movilizadora y de difusión de las letras y el pensamiento de esta parte del continente, ha debido ser suspendido este 2021 por la pandemia que atraviesa la humanidad.
Un escueto comunicado de esta institución cultural señala que tras evaluar “las condiciones que la actual pandemia impone a Cuba y a nuestro Continente y sus efectos para el desarrollo adecuado de su Premio Literario”, y “ante la imposibilidad de celebrar el evento con las condiciones necesarias”, se ha decidido cancelar la edición del certamen correspondiente a este año cuyo inicio estaba previsto para fines de abril.
Agrega dicha información que en breve darán a conocer la convocatoria del Premio Literario 2022, y que tanto aquellas obras recibidas como las que lleguen en los próximos meses, podrán participar en el próximo año siempre que sus autores así lo dispongan. A saber, en la larga vida del premio nunca se había tomado una medida semejante, aunque en 1970 sufrió un aplazo de cinco meses.
El premio, que ha funcionado como cruce de producciones y lugar de debate, posibilitando por años tomarle el pulso a las letras continentales, su diversidad, sus aperturas formales y temáticas, fue creado en 1959 al inicio mismo de la revolución. Nació con el nombre de “Concurso Literario Hispanoamericano”, para en 1964 virar a “Concurso Literario Latinoamericano” a instancias del dramaturgo guatemalteco Manuel Galich, y fue en 1965 cuando adoptó el nombre definitivo de “Premio Literario de Casa de las Américas”, en tiempos en que esa institución cultural estaba dirigida por una histórica líder intelectual y política, Haydee Santamaría. Pero la historia del galardón señala que además de los citados, fueron varios los intelectuales que aportaron ideas y criterios para el lanzamiento del certamen. Uno de ellos fue el destacado narrador Alejo Carpentier, quien merced a su lugar en las letras del continente fue un factor clave para convocar a muchos de los jurados de las primeras convocatorias. Se estima que hasta la fecha participaron decenas de miles de escritores.
En el libro Memoria, que traza el devenir del concurso desde 1959 a 2004, sus autores Inés Casañas (ensayista y autora de textos de literatura infantil) y Jorge Fornet (director del Centro de Investigación Literaria y de la revista Casa de las Américas), dejan constancia del relieve de los jurados en sus primeras tres ediciones; escritores de la talla de Miguel Ángel Asturias, Nicolás Guillén, Virgilio Piñera, Leónidas Barletta, Carlos Fuentes, Roger Caillois, Juan Goytisolo, Raúl González Tuñón, Juan José Arreola, Sebastián Salazar Bondy, José Bianco, y el mismo Carpentier.
En sucesivas ediciones, la nómina de los jurados seguirá dando cuenta de uno de los puntos fuertes del premio, al conformar un abanico de miradas estéticas que apuntan a lo diverso. Entre otros destacan autores como Italo Calvino, Julio Cortázar, J. M. Cohen, Emilio A. Westphalen, Juan Bosch, Allen Ginsberg, Nélida Piñón, José Saramago, Antonio Cornejo Polar, Juan Gelman, Hans Magnus Enzensberger, Eliseo Diego, Juan C. Onetti, Rubem Fonseca, Augusto Monterroso, Leonardo Padura, Saúl Ibargoyen, Ernesto Cardenal, Chico Buarque de Hollanda, Nicanor Parra, José Revueltas, Mario Benedetti, Jaime Sabines, León de Greiff y Camilo José Cela.
Hace unos años, entrevistado por el autor de esta nota a propósito del citado libro Memoria, Jorge Fornet le dedicó al tema del premio consideraciones que siguen vigentes. Habló de un galardón “dinámico”, al irse abriendo a nuevos géneros y expresiones idiomáticas. Memoria, agrega el ensayista, permite apreciar las muchas subtramas “de esa enorme red que es el premio”.
Esta dinámica propia, añade Fornet, pasó de convocar a los géneros tradicionales –poesía, novela, cuento, teatro, ensayo- a otras categorías, como la literatura para niños y jóvenes. “También se abrió a regiones y lenguas no previstas de las literaturas brasileña y caribeñas en portugués, inglés, francés y creole, y hasta de las literaturas en lengua indígena”.
En este diversificarse menciona al género ‘testimonio’, “que la Casa ayudó a acuñar y legitimar” a partir de 1970. El tema trae de la mano al escritor Rodolfo Walsh, varias veces jurado, “pionero del testimonio y figura cumbre” de esta modalidad según Fornet, quien concluye: “Walsh abrió un camino por donde luego circularían, dentro y fuera de la América Latina, algunos de los más importantes autores de varios títulos excepcionales”.
En convocatorias siguientes, atendiendo al peso creciente de la comunidad latina migrante al norte del continente convocó a dos “premios extraordinarios”: el de “Ensayo sobre Estudios de la Mujer” y el de “Estudios sobre Latinos en Estados Unidos” desde cualquier perspectiva o disciplina, con la participación abierta a libros escritos tanto en español como en inglés por estudiosos latinos residentes en el país citado,
De los numerosos ganadores del premio, bastan algunos nombres para subrayar su poder de convocatoria y el nivel de las obras concursantes; los poetas Enrique Lihn, Antonio Cisneros, Roque Dalton, Jorge E. Adoum, Fayad Jamis; los novelistas David Viñas, Luis Britto García, Haroldo Conti, Idea Vilariño, Daniel Chavarría, Luis María Pescetti; los cuentistas Poli Délano, Pedro Orgambide, Jim Sagel; en teatro: Emilio Carvallido, Virgilio Piñera, Enrique Buenaventura, Alberto Adellach; en el género de ensayo: Jorge Zalamea, Manuel Maldonado Denis, Néstor García Canclini, Celina Manzoni, y en testimonio: María Esther Gilio y Mario Payeras.
Son apenas un puñado de nombres en una extensa lista, a los que habría que agregar los escritores premiados a partir de que en el año 2000 se instituyeron dentro del galardón tres premios honoríficos: el “José Lezama Lima” en poesía, el “José María Arguedas” para narrativa y el “Ezequiel Martínez Estrada” en ensayo.
En el libro Memoria es posible además encontrar hoy, hacia el interior de la historia del premio, algunas referencias que van más allá del dato llamativo por cuando dan mayor espesor aún a su poder de convocatoria, y a los avatares y azares que más allá de las decisiones de los jurados, acompañan a la difícil tarea de selección de una obra, entre miles de libros presentados.
Algunos de estos datos: al premio lo obtuvieron en dos ocasiones: Francoise Perus (ensayo), Reina María Rodríguez (poesía), Jorge Ibargüengoitia (novela y teatro), Osvaldo Dragún (teatro) y Anthony Phelps (poesía); y lo ganó en tres ocasiones el escritor Edgard Kamau Bratwhite (poesía y letras caribeñas en lengua inglesa).
Otro dato de la magnitud del evento está en la lista de aquellos que destacarían al correr del tiempo y que, aunque no recibieron el primer premio, le fueron adjudicadas “menciones”. Algunos de ellos: Alfredo Bryce Echenique, Abelardo Castillo, Héctor Tizón, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Boal, Pablo Armando Fernández, Gonzalo Rojas, Francisco Urondo, Miguel Barnet, Noe Jitrik, Antonio Dal Masetto, Sergio Ramírez, Ricardo Piglia y Germán Rozenmacher. Escritores que, por otra parte, en su mayoría serían convocados a desempeñarse en distintos momentos en calidad de jurados.
Un apunte llamativo en esta dirección es que es en 1971 recibió en el género de ensayo una mención el libro de Eduardo Galeano Las venas abiertas de América Latina, convertido al paso de los años en un clásico de las letras del continente con numerosas reediciones.
Otros escritores relevantes resultaron “finalistas” -Roberto Bolaño, Ivan Egúez, Pedro Orgambide, Néstor Perlonguer- con libros que luego tuvieron gran repercusión; es el caso de Miguel Barnet con su novela de testimonio Gallego que peleó por el primer premio en 1981 y dos años después se publicó con rotundo éxito al punto de ser llevada al cine y recibir en Cuba el Premio de la Crítica. Algo similar sucedió con Luis Sepulveda y su obra que obtuvo una de las menciones en 1990, Reportaje cerca del fin del mundo, y que quizá sea el mismo texto que como Mundo del fin del mundo publicara con éxito en 1996.
Otro dato llamativo es que en 1973, año en que se declarara desierto el premio de novela y se otorgaran varias recomendaciones; una de ellas recayó en el libro de Osvaldo Soriano Triste y solitario final, que publicado ese mismo año tendría numerosas ediciones hasta la actualidad con traducciones a muchas lenguas.
El premio hace una pausa obligada por la pandemia del coronavirus, pero de ninguna manera se interrumpe la intensa tarea de ese gran taller-laboratorio de las artes, las letras y las ideas del continente que es la Casa de las Américas con sus 60 años de vida, y que fue dirigida por Haydée Santamaría, Mariano Rodríguez, Roberto Fernández Retamar y, actualmente por el narrador y ex Ministro de Cultura Abel Prieto. Continúan en plena labor sus departamentos de música, teatro, artes plásticas, sus varias revistas -entre ellas Anales del Caribe, Conjunto y Casa de las Américas- y su labor editorial que incluye un amplio catálogo de obras sustanciales de “nuestra America”, como denominara José Martí a esta parte del continente.