Teatro: a solo un “Clic” de distancia
Tan cerca y tan lejos.
Todo el que fue padre o madre de un/a hijo/a adolescente en nuestra sociedad híper conectada y muy ocupada no puede dejar de sentirse interpelado por Clic (cuando todo cambia), la última obra de Alejandro Casavalle (que se presenta en el Método Kairós los sábados a la tarde).
Ir a verla significa tener ganas de preguntarse algunas cosas. No es un tema nuevo (tampoco es tan viejo como la humanidad), pero ya pareciera haberse dicho todo sobre él. Sin embargo, el problema no solo persiste, se agrava: ¿cómo estamos practicando la transmisión cultural? ¿Cómo nos relacionamos con nuestros hijos? Incluso, por qué no, ¿qué significa el amor?
Una vez más Casavalle no se amilana ante un tema tan difícil de tratar. Un abismo nos separa a veces con los seres que amamos, y los adultos tenemos la obligación de construir los puentes para sortearlo, pero tal vez no tenemos la capacidad ni el conocimiento para hacerlo. Gracias al patético narcisismo es que quizás no nos suicidamos en masa.
La adolescencia es la edad del sufrimiento, de la incomprensión, de los extremismos, y los padres y madres trabajamos, queremos ser felices y todas esas cosas que quiere cualquier persona normal. Todo pasa cada vez más rápidamente. En Clic, es muy bueno el trabajo que hacen los actores y actrices que actúan de adolescentes (Moneta, Zappelli, Cochetto), que más que a una obra de teatro parecieran exponernos a una escena de la vida cotidiana de cualquier familia que puede pagar una escuela privada.
La obra tiene un mensaje: estamos invitando a nuestros hijos a un mundo que no es que ya no dominamos (nunca lo hicimos), sino que no entendemos ni pareciera que nos interesa entender —estamos muy ocupados en otras cosas como sobrevivir, por ejemplo.
Nadie sabe cómo ser padre o madre en un mundo que empuja a nuestros hijos al aislamiento, la discriminación y la soledad.
Nos está costando darles a nuestros hijos los insumos necesarios para sobrevivir afectivamente en una sociedad desalmada, competitiva y narcisista. Cómo podríamos dárselos si no nos están funcionando para nosotros mismos.
El “clic” del nombre de la obra remite sin duda a ese gesto insignificante por el cual construimos cualquiera de nuestras múltiples identidades en las redes, y por el cual, al mismo tiempo, los algoritmos extraen datos de nosotros que nosotros mismos no conocemos. Pero sin duda el clic también remite a una decisión psíquica por la cual nosotros somos capaces, todavía, de intervenir en nuestra vida y privilegiar aquello que estamos descuidando, que tal vez no sepamos cuidar, y que seguramente nos avergüenza y nos duele no saberlo. Cuando todo cambia. Nadie sabe cómo ser padre o madre en un mundo que empuja a nuestros hijos al aislamiento, la discriminación y la soledad. A nosotros también nos empuja hacia allí.
Los adolescentes en escena repitieron un par de veces que sus padres no los querían y que ellos no entendían para qué vivían. Imagino que el nihilismo está más difundido de lo que los adultos nos empecinamos en negar.
Pero a esta duda irresoluble de crecer en una familia que no te quiere, el personaje varón, que se siente y es discriminado por sus compañeros y compañeras, pronuncia una oración que parece sencilla y hermosa, pero es densa, compleja y también irresoluble: “No quiero morir sin conocer el amor”.
El que conoció el amor tal vez le recomendaría atravesar esa sensación hermosa y dolorosa, absurda, estúpida y potenciadora: el amor. O tal vez despechado le diga que no vale la pena desear lo que no se va a conseguir.
En la sociedad hipercomunicada los adolescentes están sobreinformados sobre un montón de temas, y el amor es uno de los principales. Series en las plataformas, canciones en los auriculares, videos de tik tok y películas infantiles y otras porno los preparan imaginariamente para encarar esta cuestión, el amor, cuyo mayor secreto reside en que todavía no descubrimos la fórmula que nos facilite un poco semejante tarea en el que muchas veces se nos va la vida.
Por ahora sabemos que el amor se consuma de a dos y se sufre solo.
Un clic quizás sea la distancia mínima entre los seres, y sin embargo puede ser a la vez un espacio infranqueable.