Discapacidad: a la cola del feminismo
Por Liliana Urruti
El feminismo tiene una deuda con las mujeres con discapacidad y las mujeres con discapacidad una deuda con el feminismo. El feminismo porque no nos incorpora, nosotros porque no llegamos con nuestro discurso a una descripción narrativa de quienes somos en tanto interlocutoras de una realidad que merece ser explicada de otra forma, con otro tono, con menos dolor, más literaria, si se quiere.
Recuerdo otros tiempos, cuando caminaba por las calles de Buenos Aires, antes de la pandemia. El panorama no era menos malo, y no exagero. Lo blanco y lo negro dependen del cristal con que se mire; o de las perspectivas. Dependen de si nos paramos del lado de los derechos o del lado de las inequidades. Y también depende de quién o quiénes elijan el lado desde donde deciden situarse. Porque hay un lado en el que nos encontramos las personas con discapacidad y otro en el que amarra la sociedad, sin ni siquiera saber, muchas veces, qué existimos. La grieta, otra vez.
Y hablaba de otros tiempos en lo que tampoco era tarea fácil circular por la cuidad amarilla. Al menos a nosotros nos estaban vedados unos cuantos accesos, y eso que ignorábamos la existencia del COVID-19. Nos enfrentábamos a otro tipo de virus. Al de la indiferencia, de la ignominia, de la exclusión.
Decía que cuando subía por la escalera mecánica del subte de A en la estación Lima, si funcionaba, ya habitaba en mi la preocupación de si llegaría a la parada del colectivo. Los carriles para colectivos fijaron sus paradas con una distancia no menor a cuatro cuadras, entre una y otra. Eso si no cuento las implicancias de cruzar la 9 de Julio. Los ciegos no saben cuando un semáforo se pone en verde o en rojo. Los sordos sí, pero la avenida es ancha y no escuchan. Los gordos no se pueden sentar y viajan de pie. La vuelta es igual de engorrosa. Las calles están rotas, y las veredas, las macetas, tan alejadas de lo bello lo único que provocan miedo. Como el miedo a que se cruce un perro, o a las bicicletas y motos que conducen por la vereda, o a los distraídos. Me reitero, pero es necesario, hay algo llamado miedo, miedo a perderse entre los adoquines, a caer y desaparecer. El viaje, si logramos sortearlo, ocupa tres cuartas partes del cerebro, solo una cuarta parte lo podemos destinar al trámite o actividad, a realizar.
El miedo no es tonto y en pandemia es mejor quedarse en casa. El miedo tiene un lugar grande en la vida, y a veces nos salva, nos alerta ante el peligro.
Y está lo que falta además, llámese medicamentos, pañales, prótesis, órtesis, comida, rehabilitación, obras social, trabajo; y la recreación y el entretenimiento, es casi una quimera.
En este marco se discute por ejemplo si la palabra padecimiento cuando hablamos de discapacidad es válida. Como si fuera válida la felicidad sorteando la vida a oscuras, no escuchando el colectivo que se viene a toda velocidad, el bulling por ser gorda o una valva en una pierna que duele desde el pie hasta la mollera. Al menos en esa circunstancias o en ese momento.
Parece ser que está prohibido decir que la libertad de alguien se ve coartada cuando hay otra cosa que atender. Y no estoy hablando del barbijo, por favor que no se me confunda. La discapacidad tiene vida propia. Tenemos que aprender a convivir, sí, tenemos que aprender a comunicarnos con ella, sí; tenemos que aprender a socorrerla, sí. Tenemos que aprender a decir por qué no a mí, en vez de por qué a mí, sí. Claro. Pero el empoderamiento de la discapacidad, como tal, nos resta oportunidades. La discapacidad no es lo mejor que te puede pasar.
En todo caso deberíamos empoderarnos nosotros, las personas con discapacidad, no empoderar lo que nos falta. Después de todo una falta no te impide disfrutar de una película pero a veces sí de ir al cine. Lo comprobamos en pandemia. ¿Cuántas cosas desde ver teatro a un trámite en el ANSES o la AFIP, se nos facilitó? Un solo teatro en la ciudad de los teatros tiene descripción de sus boletines, funciones para personas sordas o personas ciegas. El Colón tiene ascensores, y un cupo de entradas tan escaso que con suerte conseguís asistir a alguna de las funciones una vez al año.
Me pregunto cómo hacen las personas con discapacidad para estudiar en la Facultad de Abogacía; en las escuelas de la ciudad, sin baños muchas de ellas, con escaleras; en universidades en las que no hay ascensores y las clases son en un tercer piso. Lo contrario a padecer es disfrutar. El antónimo. En todo caso los que presentan a tipos y tipas exitosos que han superado la discapacidad y disfrutan de ella , deberían “bajar un cambio”, como dicen los adolescentes, porque ni lo uno ni lo otro. Ni somos los pobrecitos ni somos los ases del volante. Ni sacar la bandera de la discapacidad ni llorar por los rincones. Muchos hacemos a veces más de lo que podemos, y nos desarrollamos en la vida como si fuera una fiesta, pero no lo es. Frida Kalo pintaba, y era maravillosa como artista, pero padecía dolores que la atormentaban.
Dicho esto, sobre que no estoy a favor de la new age de la discapacidad que tanto mal nos hizo en los años 80, ni tampoco milito la meritocracia, el 8 de septiembre pasado, organizado por González Eneida Silvana, de la Comisión Discapacidad en Consejo Consultivo Comunal 8, organizó un conversatorio con la ex titular del CONICET, y actual asesora presidencial Dora Barrancos, quien reconoció “la dificultad de las personas con discapacidad de incorporarse al feminismo”, y apoyó la denuncia sobre acoso sexual que terminó con la renuncia del ex director de la ANDIS, Claudio Espósito. (Por si fuera poco nos falta ésto)
En orden a esas dificultades, que padecemos las mujeres y que se acrecienta en las mujeres de nuestro colectivo, un tema que no logramos resolver es el laboral: “No siempre las feministas hemos puesto atención debida en el mercado laboral, a pesar de la ley Nro. 26485. La igualdad en el mercado laboral es una asignatura pendiente. Las feministas debemos hacer mea culpa. Hay una excesiva segregación. No hemos desarrollado lo que correspondería a una sororidad, y lo que se incrementa es la discriminación. Tenemos que hacer algo. Ha sido divergente la lucha por las mujeres con impedimentos. Hay una diferencia en el acceso laboral, incluso si se cumpliera el 4% del cupo. Lamentablemente se adicionó el COVID. Tanto en el Gobierno Nacional como en el Provincial hay un interés en diseñar políticas para las mujeres con discapacidad. La situación de cuidado no se nos escapa, tampoco. Hay tres segmentos que para nosotros significa compromiso: niñez y adolescencia, las personas de mayor edad, y las personas que padecen una discapacidad. El Estado está pensando para la salida del COVID una Renta Básica Universal (RUB), y no estoy pensando en mujeres que estén en situación de pobreza. Hay mucha gente que está convencida de ello. Estoy convencida, también, segura que podemos aportar a situaciones de mayor equidad especialmente para las mujeres con discapacidad. Los varones consiguen trabajo mucho antes que las mujeres. Cuando el mercado se ponga en funcionamiento el hombre tendrá mayor acceso. Una mujer además que tiene la oportunidad de trabajar y tiene tres chicos, se pregunta me conviene o no me conviene. Las mujeres a veces parecen pagar para ir a trabajar. Hay una cantidad de cosas agregadas. Se están trabajando algunas medidas pero hasta que ello ocurra y se den en práctica pasará un tiempo. Lo más rápido sería la RUB. Va a haber un hiato grande aun saliendo del COVID. Se están pensando herramientas fiscales por ejemplo para que las empresas contraten mujeres y mujeres con discapacidad, pero esto es muy lento”.
Elvira Rosa, Coordinadora Nacional del Observatorio, Derechos de PCD, Tandil habló sobre las pensiones por invalidez, y lo estigmatizante de palabra invalidez y la inclusión de todas las personas con discapacidad, especialmente las mujeres, en los espacios políticos. Nuestra misión en romper barreras porque hay una perspectiva de género también en la discapacidad. Dora Barrancos, coincidió, que “utilizar la palabra invalidez es un dislate. Lo que demuestra que el camino a transitar por las mujeres con discapacidad es arduo”. No solo los montos, insistió Elvira Rosa, de las pensiones, yo tengo discapacidad funcional y no puedo consumir determinados alimentos, es lo que les ocurre a los celíacos refractarios. Dan ayuda en los diferentes municipios, pero para llevar una dieta adecuada necesitamos comprar los alimentos, no semillas para plantar y esperar a que crezcan. En orden a otras discapacidades sostuvo “las personas de baja talla, no pueden acceder a las camillas ginecológicas. Y las personas sordas, no tienen intérpretes, y así es todo”.
Karina Rodríguez del Movimiento Femidiscas y Aliades, de Mar del Plata trajo a la discusión la falta de políticas ante las denuncias por violencia de género. Dora dijo: “una mujer ante la violencia de género ya es una circunstancia compleja, y si además tiene una discapacidad es una doble afrenta”.
Rosario de Genaro del Observatorio Nacional y Movimiento José Poblete pidió a Dora, en su calidad de asesora presidencial, ayuda por la tarjeta alimentaria e reiteró la connotación negativa de la palabra invalidez, Dora, señaló, que “la discapacidad está vista desde el obstáculo, desde la barrera. Hay que renombrar el término invalidez. La discapacidad la genera ese cierto grado de normalidad. Tenemos que encontrar otras formas. Las palabras generan más o menos barreras Por eso insistimos en la utilización del lenguaje inclusivo. Me parece tremendo que no reciban la tarjeta alimentar”.
Remigia Cáseres, Secretaría de Discapacidad Nacional de la CTA de los trabajadores expresó otra dificultad, la de incluir a las personas con discapacidad en los colectivos políticos. “Pedimos que las personas con discapacidad sean incorporadas a la militancia”. A lo que Dora respondió: “me suena patético que no se incluya a las mujeres con discapacidad. Yo insistiría con llamar a más reuniones para zanjar este tema”. Remigia agregó: “Nosotros queremos debatir con otras mujeres no en la agenda de cuidados. Queremos hablar de igual a igual. Pedimos una representación. Los cuidados es una obligación que tiene el Estado para con las familias”. A lo que Dora Barrancos señalo “que hablar del trabajo de las mujeres como cuidadoras es un derecho que en Argentina no existe. Cuando se trata de familias populares la situación se recrudece. Cuidamos a nuestros progenitores, a nuestros, hijos, a nosotros, no hay que abdicar derechos”. Por último recalcó, “necesitamos que la discapacidad tenga una visibilidad mayor ya que se potencias los dos aspectos mencionados, los de cuidado y los derechos.”
Yuly Almirón, presidenta del Observatorio de los Derechos de las Personas con Discapacidad de la Ciudad, recordó que hay más de 20.000 pensiones de 1300 $ y de 317$ en Neuquén.
El momento más conmovedor de la jornada fue el de Karina Araya, quien habló sobre la falta cobertura de Incluir Salud y sobre la discriminación por discapacidad por sobrepeso.
Karina confesó: “Si el gordo deja de comer deja de ser discapacitado, dicen. No hay espectáculo más terrible que la discriminación dentro del propio colectivo. En Merlo los discapacitados estamos solos. No tenemos medicación y muchos se están muriendo. Es la primera vez que puedo decir lo que me pasa, como por ejemplo no poder sentarme en un tren. No hay camillas, para nosotros, ni tensiómetros, no hay ambulancias, ni tomógrafos. Es un panorama desolador, El sistema médico no está pensado para las personas gordas mórbidas. Otra cosa que no se cumple es la ley de talles, agregó Karina, no hay balanza que nos pese me han mandado a hacer una ecografía al zoológico”.”
“Esto me parece tremendo y no es fácil de imaginar”, concluyó Dora Barrancos.
*Gonzalez Eneida Silvana pertenece a la Comisión discapacidad en Consejo Consultivo Comunal 8. Es Coordinadora de Feminismo y discapacidad y de Mujeres en Lucha. Coordinadora y Fundadora de mujeres con discapacidad. Integrante consejo consultivo comuna 8. Presidenta de Renace. Integrante del Consejo Consultivo de discapacidad Comisión de Discapacidad de la Legislatura.