Blonde: el mito de la Marilyn eterna
La obra de Andrew Dominik no es una biopic sino una licencia artística de la novela “Blonde” de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates. Las exactitudes que conocemos, su matrimonio con Joe DiMaggio y Arthur Miller, sus películas Niagara y Los caballeros las prefieren rubias y el vínculo que la unió con el ex presidente John F. Kennedy son los cimientos de esta ensoñación que ensaya a cámara su director y que tiene a Ana de Armas como protagonista.
La exploración visual del anti western El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford es el punto de inicio para esta biografía ficcionada. Si la película de 2007 se enfrentó a una pelea a cielo abierto entre los excesos de un guion redundante y una puesta en escena exquisita, Blonde es una forma osada de narrar sin decir.
Un montaje vertiginoso, una atmósfera sofocante, una protagonista que lucha constantemente con sus orígenes, pero también con su propio mito. Todos estos recursos hacen de esta ensoñación devenida en pesadilla una experiencia. Cruda, teatral, cinematográfica y repleta de estímulos, la película producida por Brad Pitt para Netflix es un ensayo visceral y desbordado que nos invita a ponernos en la piel de una mujer atrapada en su protagónico más importante: Marilyn Monroe.
Para quienes quieran adentrarse en las precisiones de una biografía, esta no es su opción. Hace unos meses atrás, la misma plataforma añadió a su catálogo El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas, un género que tiene como columna vertebral la investigación periodística que comenzó Anthony Summers a principios de los 80. La película de Dominik es otra cosa, una síntesis de todas las experiencias y representaciones previas del mito, pero también de la pérdida y del sufrimiento. Una propuesta donde los hechos no importan sino lo que sentimos cuando los vemos.
Es difícil no equivocarse o volverse redundante u ornamentoso en una apuesta como esta, pero quizás, justamente, sea eso lo que la vuelve imprescindible. Esas fallas posibles son convertidas en virtudes por una Ana de Armas que se hace espejo de una de las mejores personificaciones jamás hechas a la estrella de Hollywood y que la convierte en candidata segura a los Premios Oscar.
Lo que vemos en pantalla no existe. Somos espectadores de la batalla de la Marilyn pública y la mujer privada, Norma Jeane, pero también somos invitados a conocer una mirada personal sobre los abusos que la industria plasmó y ejecutó sobre una de las artistas más importantes de los 50 y 60. Una vida fugaz que se hizo eterna como su relato.