Soul: de la calidad de Pixar a la polémica con Disney
Por Marina Jiménez Conde
Títulos como Toy Story, Monsters Inc. y Buscando a Nemo hicieron que Disney decidiera comprar Pixar en el año 2006. Las producciones realizadas posteriormente a la unión siguieron garantizando el sello de la ex compañía de Steve Jobs: calidad en las animaciones, gran musicalización en las escenas y creatividad para contar historias. Todo está presente en la película Soul, estrenada la navidad pasada en la plataforma de streaming Disney Plus, y recientemente ganadora del Premio Oscar a Mejor película animada.
El premio justamente viene a coronar la cualidad que destaca a Pixar: su capacidad para crear mundos. Desde 1995, con la icónica Toy Story, donde mostraron cómo es la vida y las preocupaciones de los juguetes, mantienen un nivel de excelencia. En el último tiempo, la complejidad en la generación y en la explicación del funcionamiento de esos mundos es mayor. Intensamente (2015) y Coco (2017) son un claro ejemplo, con la inclusión de sentimientos que le dan sentido a los comportamientos de las personas y de la tierra de los muertos, que da lugar a pensar en lo que sucede después de la muerte.
Soul continúa en esa línea: un maestro de música, que está a punto de lograr el sueño de toda su vida y convertirse en un profesional del jazz, fallece. Su alma, que está por ingresar a “ el gran después”, acaba en "el gran antes”. En este lugar, Pixar imagina todo un universo, explica qué pasa antes de la vida, cómo se asignan las personalidades a cada ser y por qué cada cual tiene pasiones distintas.
El guiño al público adulto en el uso del humor —una costumbre ya en Pixar—, y la complejidad del relato, sumado a los dilemas existencialistas que guían a los personajes principales, la hacen ser una cinta menos destinada para infancias y niñeces. Y si bien la reflexión sobre la importancia de las pequeñas cosas en la vida es predecible y un tanto cliché, sigue siendo un film lindo para ver.
La polémica por la representación y transformación de personajes de otras culturas
Distintos medios y personas en las redes sociales han señalado que cuando las películas de Disney están protagonizadas por un personaje afroamericano o de alguna cultura/etnia —distinta a la blanca occidental — su cuerpo sufre una transformación durante una parte considerable del film.
El caso más emblemático es el de La princesa y el sapo (2009), donde la primera princesa negra que Disney pone como protagonista, a la media hora del inicio, se convierte en sapo y no se la vuelve a ver como ella misma hasta el final. En Espías a escondidas (2019) pasa lo mismo con el personaje principal, también afroamericano, que a los 30 minutos se vuelve una paloma. Dicha película fue producida por Fox, otro conglomerado comprado por Disney en 2019.
Lo mismo ocurre con personajes que representan a otras culturas o etnias. En Las locuras del emperador (2000), el inca Kuzco es transformado en llama, y en Tierra de osos (2003), un joven del pueblo inuit se convierte en oso y nunca retorna a su forma humana, porque decide quedarse así. Por su parte, el profesor de música Joe Gardner pasa a ser un fantasma azul y luego a estar en el cuerpo de un gato, durante la mayor parte de los 107 minutos que dura Soul.
En una etapa de reparación histórica, donde parece que colectivos, culturas y etnias, hasta ahora no representados, empiezan a tener su lugar en la pantalla, es importante señalar estas cuestiones. En especial, cuando la producción viene de un gigante como Disney, que tiene la capacidad de incluir y excluir lo que quiera, así como también de imponer las condiciones en las que esa se de esa inclusión.
Si los personajes que representan a las distintas culturas, identidades y etnias, que comúnmente no son protagonistas, desaparecen de la pantalla a los pocos minutos, sus cuerpos quedan borrados y, sobre todo, sus historias con la diversidad y diferencia que implican, quedan descartadas.
Sin embargo, y más allá del justo reclamo, es cierto que la cultura alrededor del jazz, de la comunidad en las calles y de la vida en Nueva York están bien representadas en Soul, por más que Joe no se encuentre en su cuerpo. Tal vez allí se vea el efecto Pixar que hay detrás.
Ahora bien, para no generar un nuevo “el primero en morir es un negro”—curiosamente Soul cumple con la regla del cine de terror— enfocado a las transformaciones de los personajes, los distintos estudios deberían tomar nota de esto. No habría que dejar pasar un recurso que se está volviendo habitual y que, ya sea desde algún lugar inconsciente o desde la más deliberada y malintencionada decisión racista, contribuye a generar violencias sobre los y las mismas de siempre.