Alejandra Kamiya: “Espero volverme cada vez más austera no sólo en mi escritura sino en mi vida”
Por Analía Ávila
Mi padre eligió quedarse en esta tierra por mi mamá, y otros motivos. Los busco.
Una vez me dijo que se había quedado por el puente que está frente a la Facultad de Derecho en la avenida Figueroa Alcorta, y porque en un bosque del sur (creo que en Bariloche) los árboles que se caen no son retirados sino que se dejan para que formen parte del paisaje.
Los árboles caídos también son el bosque.
Los títulos de los últimos libros de Alejandra Kamiya despiertan curiosidad por lo filosóficos y poéticos, también porque su extensión contrasta con la intensa brevedad de los cuentos, y son frases tomadas de ellos: Los árboles caídos también son el bosque (2015) y El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019), ambos publicados por editorial Bajo la Luna. Si bien se trata de relatos muy distintos, tanto en lo argumental como en el tono, todos comparten ser breves, con una prosa austera, precisa, con finales muchas veces inquietantes y poéticos.
Leer los cuentos de Alejandra es emprender un viaje iniciático en dos sentidos; uno interior porque sus historias comparten detalles cotidianos, fotos y diálogos familiares, con los que nos lleva a reflexionar sobre nuestra vida, y también un viaje a Oriente porque encontramos las huellas de su padre japonés en esa danza de sabores con arroz, pescado fresco, espinacas con semillas de sésamo, nori y té. Japón vive en las pequeñas ceremonias, en el valor de los silencios y en una forma diferente a la occidental de pensar la muerte: “La idea de la muerte siempre fue muy distinta en mi casa. No era lo opuesto a la vida, sino una parte de ella”, relata Kamiya en “Partir”. En el mismo cuento hay una lista de palabras que en su casa tenían un significado distinto al que tenían afuera, como “yo, invierno, otro, sal, esfuerzo, espera, honor, abuelo, aceptar, dolor”.
La naturaleza está muy presente en los cuentos; los árboles, el bosque, los pájaros. Y también el tiempo, el viento, el rocío, las tormentas. “Cuando entra al bosque siempre siente que vuelve a algo. Aún hechos de diferentes plantas, todos los bosques son el mismo bosque”, narra Alejandra en “El pozo”. En "Los gestos de la sal", "lo único que ocurre es el viento".
Los relatos de Kamiya también son “espantosamente bellos”, como describe el padre a los aviones de guerra en “Partir”. Los oxímoron abundan, ese recurso de significados opuestos que generan tensión y disparan poesía: “Y la flor, abierta como una boca que grita. Muda de sentido en su belleza”, dice en “Desayuno perfecto”. En “El último paseo” leemos: “Pero la belleza trae, como todas las cosas, inevitablemente atada a ella, su sombra”.
Las palabras y los silencios se hacen tangibles; en “Arroz” cuando la protagonista dialoga con su padre, “las palabras van formando pequeños montículos que lentamente se transforman en montañas. Entre una y otra hacemos silencios largos: valles en los que pensamos como si anduviéramos”. En “La oscuridad es una intemperie” la autora narra: “Más tarde descubrí que esa sería la forma de todas nuestras conversaciones: un círculo (…) Eso dibujaban nuestras palabras al conversar”.
En “Elefantes”, uno de los cuentos más conmovedores de su último libro El sol mueve las cosas de las cosas quietas, también se encuentra con su padre, están presentes la memoria y los recuerdos que habitan a los objetos: “Había una pequeña caja de plata, un elefante de piedra, dos copas de cognac, libretas a medio escribir. Me di cuenta de que los recuerdos son el alma de las cosas. Sin mi padre todo aquello no era más que basura”.
Kamiya crea con las palabras justas un estilo sorprendente, leerla es ingresar en un nuevo universo literario, en palabras de Roberto Juarroz es Inaugurar la tranparencia./ Ver a través de un cuerpo, de una idea,/ de un amor, de la locura, divisar sin estorbo el otro lado,/ traspasar de parte a parte/ el trompo ubicuo de ser algo.
Leer a Alejandra es inaugurar una mirada, redescubrir lo simple, llegar al hueso, a las raíces y conmoverse con eso.
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Fractura, suplemento literario de APU, dialogó con la escritora:
Agencia Paco Urondo: ¿Cúando empezaste a escribir? ¿Cómo fue el proceso de escritura de tus libros?
Alejandra Kamiya: No tengo recuerdos de no haber escrito. Leía mucho desde muy niña y creo que las historias a las que ahora doy forma de cuentos estuvieron siempre en mí. Mis libros son entonces parte de un proceso natural: esas historias se hacen cuentos y los cuentos van formando libros. La naturalidad del proceso es importante para mí.
APU: ¿Qué experiencia te dejaron los talleres de escritura, tus maestros y quiénes te influenciaron?
AK: Creo que todos los libros que he leído han influído en mí. No sólo los libros, también las películas, otras formas de arte, conversaciones, viajes. Soy muy permeable. Empecé a hacer taller con Inés Fernández Moreno y muy pronto ella me indicó que pasara al taller del que había sido su maestro: Abelardo Castillo. Inés fue una especie de invitación amable, Castillo fue la exigencia de un compromiso, o al menos, la exigencia de tomar una decisión con respecto a ese compromiso con la literatura.
APU: En una entrevista mencionaste tu gusto por la austeridad y la simpleza en la escritura. ¿Tus cuentos homenajean a los haikus? Vemos la naturaleza, lo fugaz y la sorpresa.
AK: La palabra homenaje implica una intención y una conciencia que no tengo al momento de escribir. Definitivamente espero volverme cada vez más austera no sólo en mi escritura sino en mi vida. Creo que la vida y la escritura no pueden moverse en sentidos contrarios. Me interesa lo simple como forma de síntesis, estéticamente y espiritualmente. Sí, la naturaleza, y la fugacidad son temas centrales para mí.
APU: El entramado cultural que viviste con tu padre japonés y tu madre argentina enriquece los cuentos con recuerdos, personajes y reflexiones de la filosofía oriental ¿Cómo fue tu trabajo con lo autobiográfico?
AK: Lo que viví es la materia prima con la que trabajo para escribir pero esto no significa que las anécdotas de los cuentos hayan ocurrido del modo en que las narro. De todos modos, a veces las cosas ocurren de un modo que encuentro tan perfecto que no cambio nada y lo escribo casi como si lo transcribiera apenas. A veces las historias me son dadas de un modo en el que intento interferir lo menos posible.
APU: Contanos tus proyectos o si estás trabajando en un nuevo libro
AK: A veces me despierto en medio de la noche y me cuesta volver a dormir. Entonces escribo. Esos textos están formando un libro que se llama Diario de insomnio y que va a ser publicado pronto por la editorial Duino.
Biografía:
Alejandra Kamiya nació en Buenos Aires en 1966. Sus cuentos forman parte de las antologías Por favor sea breve (Editorial Páginas de Espuma, España), Los que vienen y los que se van (Editorial Fundación El Libro, Buenos Aires), entre otras. Publicó Los restos del secreto (Editorial Olmo, Buenos Aires), Los árboles caídos también son del bosque (2015) y El sol mueve la sombra de las cosas quietas (2019), ambos en editorial Bajo la Luna. Colaboró con la revista National Geographic . Recibió numerosos premios, entre ellos el Premio Feria del Libro de Buenos Aires (2008), Premio Fondo Nacional de las Artes 50 Aniversario (2009), Premio Horacio Quiroga (Uruguay, 2012), Premio Unicaja (España, 2014).