Dossier Fractura: Valoración positiva
Hace unas semanas se publicó en el suplemento cultural de Agencia Paco Urondo una riquísima entrevista a Horacio González que los medios hegemónicos se dedicaron a desguazar, hacer recortes y desarrollarlos en forma literal y alejados de todo pensamiento crítico, de todo análisis profundo. Periodistas hicieron cola para pegarle a González por decir que había que hacer una valoración positiva de los 70, como si fuéramos a salir a tomar las armas así como así.
Sin poder, o lo que es peor, sin querer ponerle nombres a esas banderas que estos muchachos levantaban en pos de un futuro para todos, hoy de todes. Es por eso que se vuelve importante retomar este increíble texto en prosa de Humberto Costantini sobre los hechos de Trelew. No sólo porque es un trabajo minucioso, poético, épico sobre la fuga y los hechos que la rodearon, antes y después, sino porque en toda la primera parte nos introduce en eso que pide Horacio. Compartimos con ustedes un fragmento de la misma, dando saltos pero tratando de acercarles su forma más nutrida.
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Libro de los hechos de Trelew, el libro sobre la matanza de la base naval de Trelew, en la provincia de Chubut, durante la madrugada del 22 de agosto de 1972.
Libro de los hombres nuevos, también; de los muchachos que, despojados de todo temor y de toda mezquindad, levantaron sus armas contra la dictadura; desearon para todos los hombres una fecunda patria socialista.
Por ese entonces la represión se había desatado con gran violencia en todo el vasto territorio argentino; desde Misiones hasta la Patagonia, desde las provincias de Cuyo hasta las tierras del Atlántico, la vara ensangrentada de la represión cobraba innumerables víctimas.
Hombres y hombres desaparecían sin que volviera a saberse e ellos, oscuras comisiones policiales sobre dirigentes obreros; adiestradas bandas armadas sobre los militantes, sobre los defensores de presos políticos.
Así es como se extiende sobre el campo una incontenible plaga, así se había extendido sobre todo el país la tortura, los golpes y la picana eléctrica, el aplastamiento y los refinados inventos para el dolor y la vejación, ellos eran un quehacer cotidiano de policías y también de militares.
Y las cárceles apenas daban abasto para contener a tanto perseguido político; los sitios para la represión, colmados hasta el hacinamiento.
Porque para enfrentar a los asesinos habían nacido las organizaciones de combate; para defender a los oprimidos, los luchadores del pueblo.
Ellos eran llamados delincuentes y también enemigos de extrema peligrosidad; porque para combatir a las fuerzas armadas, habían aprendido a manejar las armas; para derrotar a la violencia, ellos utilizaban a la violencia.
A raíz de lo cual, muchos de los prisioneros, aquellos a quienes la dictadura más temía, fueron concentrados en la lejana cárcel de Rawson; los más aguerridos entre los defensores del pueblo, en la unidad carcelaria de Rawson, en la provincia de Chubut.
Y ellos; paulatinamente se habían despojado de toda mezquindad y te todo temor; con paciente trabajo se habían construido a sí mismos: habían ido haciendo un revolucionario del obrero; un combatiente de la revolución del estudiante o de la muchacha con deseo de justicia.
Organizaron minuciosamente sus días y sus noches; con seriedad de alumnos aplicados decidieron acerca del barrido de los pisos, acerca de los cursos, de la gimnasia, de las reuniones de estudio; paso a paso rindieron sus exámenes en la difícil escuela.
Hombres de ERP, de FAR y de Montoneros barrieron y limpiaron juntos, juntos asimilaron los nuevos conocimientos, rieron juntos de los mismos chistes; con parecidas palabras discutieron acerca de sus diferencias ideológicas; en medio de las discusiones un nuevo lazo, el de la amistad, los iba uniendo fuertemente.
Juntos además pelearon por las mismas conquistas, el arma de los cuerpos que habían conocido las torturas se blandió con vigor; la huelga de hambre forzó las puertas de pequeñas mejoras, insignificantes beneficios con trabajosa lucha.
Porque con prepotencia amaban la vida, la alegría y la amistad, más valiosas que el alimento; la solidaridad, como un bálsamo para los conocedores del dolor y el aislamiento.
Pero he aquí que esta pequeña gran batalla no alcanzaba a conformar sus corazones; todos ellos deseaban recuperar prontamente su libertad; atravesar los portones de hierro de la cárcel para volver a enfrentarlo.
La idea de una fuga como pequeñísima llama oculta entre frazadas; como una luz escondida en un rincón oscuro de la celda.
Hasta que la fuga fue decidida una mañana; el minucioso operativo que les devolvería la libertad, que declarado significa lucha.
Sabiendo que desde afuera de la cárcel otros muchachos y muchachas trabajaban y se reunían también, juntos preparaban el apoyo de las tres organizaciones de combate al operativo de fuga.
Mil quinientos hombres armados, alrededor del penal; aviones, elementos antiguerrilla, policías, soldados y gendarmes; los datos iban llegando y eran cuidadosamente evaluados; las fuerzas del enemigo; estudiadas como un libro de texto.
Y los guardias no sabían que estaban vigilando a los hombres nuevos, ignoraban quién podía ser esta gente de hablar sesudo; esos muchachos y muchachas de manejar palabras en las nubes.
Gente de decir “coyuntura”, de decir “la batalla a nivel ideológico”; gente de aplicarse a las tareas de cebar mate o de barrer con la seriedad de quien cumple una misión de vida o muerte.
Gente mansa y alegre (éste era el pensamiento de los guardias), hermosas muchachas de sonrisa fácil, larguiruchos a quienes era una risa verlos tan seriecitos haciendo sus estúpidas reflexiones.
¿A dónde está el peligro de esta gente? (este era su pensamiento) ¿para qué tanto cuidado con los devoradores de libros?; ¿qué podrán intentar los cumplidores de tareas, los barredores de pisos, los capaces de ayunar como faquires por sólo unos minutos de recreo?
Y aún esta ignorancia de los guardias era cuidadosamente evaluada; debilidad del enemigo dentro del penal, se traducía; debilidad de hombres acostumbrados a tratar con delincuentes, ciegos desconocedores de la capacidad del hombre nuevo.
Apenas un susurro en una pieza saturada de Buenos Aires; apenas unas palabras en voz baja entre los compañeros del ERP, de FAR y Montoneros; éstos son los horarios, éstas son las costumbres del enemigo.
Y el 15 de agosto de 1972 comenzó el camino hacia la libertad; a las seis de la tarde, las primeras acciones del operativo.
Apenas unas palabras en voz baja; sólo la escueta orden de no resistir; en la mano, el brillo acerado de una pistola.
No palabras de odio en los largamente torturados, no insultos y venganza en los portadores de vejaciones y de insultos; sólo breves y precisas palabras subrayadas por el brillo del arma.
(Tomado de la versión incluida en Poesía y Teatro- Obra Completa, editado por ryr en 2012)