Dossier Szpunberg: una carta para Alberto

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Dossier Szpunberg: una carta para Alberto

24 Agosto 2019

Por Miguel Martinez Naón

 

Homenaje viene de homo, hominis, hominaticum. Era un ritual en la Edad Media por el cual la gente se convertía en vasallo del señor. O sea que entre compañeros no puede haber homenajes. Por eso me irrita la palabra homenaje. Esto es un encuentro en el que la asamblea permanente es posible, ¿no?; es cuestión de que alguien la convoque. La disponibilidad está, por lo menos por mi parte. ¿Y por la tuya?

(Alberto Szpunberg al recibir el Premio Cultura Argentina)

 

¡Hola Alberto querido, hola compañero!

Me han pedido que escriba algo sobre vos en este suplemento que se llama Fractura.

Te acordarás de Boris, de los compañeros y las compañeras de la Paco Urondo, de aquel encuentro maravilloso que armamos en un barcito de la calle Carlos Calvo a pocos metros de tu casa. Éramos pocos, pero todos paquitos, todos tratando de honrar mínimamente el nombre de tu querido amigo Paco, al cual recordabas siempre, por esas largas charlas que mantenías con él cuando laburaban en la universidad, en el 73, en la Gestión del Departamento de Letras. Se quedaban solos cuando todos se iban y conversaban largo y tendido. Eso contabas.

Bueno, ahora estamos escribiendo sobre vos y dedicándote algo así como un suplemento.

Seguramente no querrás saber nada con los “honores” ni con ningún tipo de homenaje hacia tu persona, te conozco, eso te haría protestar mucho, sin duda.

Me siento mejor si creo que te estoy saludando, y compartiendo algunos de los buenos momentos que hemos bebido. Como aquella vez que me diste a elegir entre un Johnny Walker y un Smuggler: “el primero es el capitalista, y el segundo es el del pueblo, ¿cuál de los dos querés?”

Y yo, con los dedos en V te dije: “a mí dame el capitalista”.

Creo estar celebrando con vos el muy cercano final del macrismo, la caída final de este perverso gobierno, que tanto padeciste en sus comienzos.

Luego te fuiste a Barcelona, y todo se volvió más triste y más oscuro para nosotros. No tanto para mí, que reviví con la llegada de Araceli y el nacimiento de León, pero sí para todos los compatriotas. Te dolería inmensamente ver tanta gente durmiendo en la calle, arrojados a la basura. Pero se termina, se van, el pueblo lo ha decidido así por medio de unas PASO, y el 27 de octubre te prometemos que se van definitivamente.

Siento que te estoy escribiendo junto a Lilian y a Judith, junto a mi vieja y con la barra Masmedular y en tu propia casa, con los valsecitos del querido Stroscio. Te escucho por teléfono también. Un día te llamé, cuando todavía vivías en San Telmo y te dije: “No puedo ir a verte che, estoy ocupado, ando a las corridas”. Y me respondiste: no, no corras, si corrés van a pensar que estás huyendo.

Imaginé inmediatamente estar corriendo con vos por la vereda y detrás nuestro un montón de tipos persiguiéndonos. No podía parar de reírme, de verdad no pude seguir corriendo.

Sólo un tipo como vos, que ha tenido que huir tantas veces de las fuerzas enemigas puede hacer un comentario como ese. Es ese el humor y la sabiduría de un militante de tu talla, sin duda.

Me quedé con ganas de preguntarte tantas cosas, preguntarte por ejemplo, cómo fue que armaron la Brigada Masetti, luego de la caída de tu amigo Marquitos Szlachter y todos los compañeros del EGP en Salta, cómo habrás hecho para escribir poemas en medio de la balacera y de tantas urgencias. Ya me contarás.

Me quedan otras pequeñas y grandes historias que fui atesorando en el corazón, por ejemplo cuando robabas libros con Miguel Ángel Bustos, o cuando fuiste en cana con los hermanos Cedrón, Piglia y Luchi; o cuando te encontraste en un café con Haroldo Conti (días antes de que lo secuestraran para siempre) y se llevó un poema tuyo escrito en una servilleta para incluirlo en su último cuento.

Me quedo mirando las mesas solas del Federal, donde un día tus ojos atravesaron la vidriera del café y se fueron muy lejos muy lejos para decirme: “al que más extraño es a Julio”.

Y me quedo con el inmenso privilegio de haber editado dos de tus más recientes libros: Por qué no hay más bien Brócoli y La habitante del Cometa 67/P Churyumov-Guerasimenko. Ese honor se lo debo sin duda al querido Ture, que un día me llevó a tu casa para comenzar esta inabarcable amistad.

Quiero decirte además que estoy leyendo los cuatro libros que me regalaste, o sea las obras completas del Che. Los agarro siempre por las mañanas mientras cuido a mi hijo. No voy a olvidar que solo tenías tres tomos en tu casa, y me los prestaste con la condición que consiguiera el cuarto, y finalmente cuando lo conseguí y te lo mostré, me respondiste: Ahora son tuyos.

También será mía sin duda la posibilidad de ir a visitarte.

Vos esperame, que allá vamos compañero, quiero leer algo de eso nuevo que estás escribiendo, ya me contaron algo de esas “transparencias”. Que así sea.

¡Hasta la Victoria siempre querido Alberto!