Gabriela Cabezón Cámara: “Cuando sos outsider jugás más, tenés menos que conservar”
Por Boris Katunaric
Inauguramos Fractura, esta sección de Agencia Paco Urondo dedicada exclusivamente a la literatura, con una entrevista a la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara, cuya última obra Las aventuras de la China Iron, retoma el universo de El Gaucho Martín Fierro de José Hernández. Tal vez por ser una de las voces más novedosas del campo literario desde la irrupción de Le viste la cara a Dios, su versión de La Bella durmiente, texto que involucra la trata de personas, hasta su luminosa China Josephine Iron que termina planteando un nuevo tipo de orden social más justo e igualitario, algunas preguntas surgen al retomar esta obra canónica, y sobre esta palabrita. Canon.
Gabi nos recibe en el hall de su casa en San Telmo, antes de nuestra entrevista necesitamos cigarrillos, los Chinos de la esquina sabrán responder a esta necesidad. Cuando abre la puerta sus tres perros salen al cruce de mis brazos abiertos, ingenuamente creo que les emocionan las visitas mientras Intentan morderme. Siempre sufro algún ataque por parte de esos bichos, en nuestra entrevista anterior Coco, su gato, me clavó las uñas en mitad de la entrevista, sin razón aparente.
Mientras nuestra entrevistada prepara el mate veo un cartel que me llama la atención colgado arriba de la ventana, en el taparrollo para ser exacto: “¿Cuál cree usted que sea la causa de su heterosexualidad?” reza la pancarta.
APU: Pensábamos en el canon, si lo hay, de seguro responde a una cuestión política.
GCC: No sé si hay algo que no sea una cuestión política. Es como una pregunta fuerte. Qué es el canon hoy, quién lo determina.
APU: ¿El mercado?
GCC: No sé, pienso en autores que no se discuten, Borges estaría.
APU: ¿Cortázar?
GCC: No sé, Saer, Aira. Escritores de un prestigio poco discutido. Me está costando pensar en esos términos.
APU: Por lo menos Borges y Cortázar han dejado de ser un peso del que no se puede escapar.
GCC: Creo que ha habido una especie de estallido, hay un montón de autores, cierta multiplicidad, no hay un patriarca. Tal vez de los vivos el que esté más cerca de eso es Aira, y por cierto que no es indiscutido. Pero no se le puede negar a Aira que ha hecho escuela. Hay diez millones de personas escribiendo o siguiendo. Tal vez es una clase de consenso al interior del campo literario, pero la verdad es que no sé qué es el canon, me hace pensar en canónigo, cura, algo clerical. El escritor patriarca, excelso me hace pensar en las sagradas escrituras, me suena un poquito conservador, no sé, voy a buscar la etimología de canon… “originalmente una vara de medición”.
APU: Donde se miden todas las cosas…
CCG: Evidentemente, la medida de todas las cosas (risas). Creo que es algo de corte político, que haya uno que construye lo perfecto o algo así, y al que todos tenemos que referirnos. No sé, me parece una idea conservadora y no sé a quién le puede servir… a los conservadores. Esa cosa de ordenar a los autores en jerarquías. Es más interesante y productivo pensar en una multiplicidad de voces, algo más polifónico y más horizontal. Esa cosa piramidal de dios padre, dios hijo, el espíritu santo, condes, duques, marqueses…
APU: ¿Además de que son todos hombres?
CCG: Eso ni hablar, pero con eso vamos después. Esa estructura piramidal no entiendo bien para qué sirve, obedece a algún reporte claramente político, no entiendo por qué Sara Gallardo o Libertad Demitrópulos no estarían en un canon.
APU: En Las aventuras de La china Iron abrís con esa frase que es “La miseria alienta la grieta”. Pensando en esto del canon o las escrituras oficiales, vos agarraste un libro canónico y le diste una vuelta.
CCG: Estaba leyendo mucha gauchesca, entonces se hizo natural escribir algo que tuviera que ver con eso. Fierro tiene la seducción de la narrativa, es una novela aunque esté en verso. Al principio me pareció muy divertido, que yo me iba a divertir con eso, contando otro punto de vista, desde el Martín Fierro, desde Hernández.
APU: También habla de una fractura social, en Fierro hay una familia deshecha por el Estado.
GCC: En el poema Martín Fierro nunca se dice nada de que a los gauchos se los llevaba el ejército, por una disposición del gobierno central, o sea, desde la ciudad, y el gaucho parece una víctima como parte del campo. Lo que Hernández hacía es una división entre la ciudad y el campo, la arbitrariedad viene de la ley que se emana del gobierno central. Obviamente no se llevaron a todos los gauchos porque tenían que trabajar en las estancias, y el estanciero tenía mucho que opinar en la lista de gauchos que había que entregar. Seguro no mandaría a sus hombres más obedientes y eficientes sino a los más díscolos, a los que hinchaban las pelotas. Ahí hay una fractura disimulada, oculta, ocultada. Respecto de la familia, es la familia de los pobres. Creo que hablábamos con Marta Dillon sobre los delitos de los abusadores comparándolos con los de los torturadores. y decía que había como una preocupación social de pobre gente, pobre la familia del tipo este. A un pibe chorro lo matan por afanar un celular y nadie piensa un segundo en la pobre gente. Las familias de los más pobres están para ser fracturadas. No importa nada de lo que pasa con esas vidas. Están todos estos garcas preocupados por los niños que no nacen y están todos tirados en la calle los niños que sí nacen.
APU: ¿Por qué crees que se da el fenómeno, a nivel social pero también literario, que quienes están llevando la batuta sean las mujeres?
GCC: No sé, en algún lugar y en cierto sentido y para ciertos núcleos conservadores que crean estas ideas de canon, somos outsiders y cuando sos outsider jugás más, tenés menos que conservar, estás menos metida en la trenza de los que deciden cosas como el canon, entonces tenés menos reglas, eso te hace más libre. La periferia a veces ayuda.
APU: Esto de ser outsiders, ayuda a que nuestro rol en la sociedad no sea encajar sino romper o cambiar.
GCC: Yo nunca encajé en la vida, podríamos haber querido encajar a cualquier precio, se ve que no se nos dio por ahí. Para ir a una visión menos idealista, no hay tanto que conservar. Hay gente que tiene privilegios y cosas que quiere seguir teniendo. En el campo cultural no tenemos privilegios y, si es que hay, yo no los veo. No tengo relatos de maltrato, algún pelotudito alguna vez, pero nada que pueda decir me han tratado mal. Pero privilegios…
APU: ¿Más que la satisfacción del propio trabajo?
GCC: Eso no es un privilegio, es una suerte si querés (risas), de repente hacés algo que le gusta a la gente. Es una coincidencia que estés haciendo algo y justo haya personas que puedan apreciarlo. Puede tener que ver con momentos históricos.
APU: ¿Tiene que ver ser outsider con tu forma de trabajar el lenguaje?
GCC: A mí me gusta trabajar el lenguaje como una materia, si fuera artista visual sería artista material, no conceptual, de las que trabajan con cosas. La lengua es una materia, suena, tiene la capacidad de proliferar y de asociarse de mil modos distintos, tiene la posibilidad de significar de quinientos niveles distintos, de hecho tiene la gracia y la maravilla, como dice Pizarnik, de que las palabras dicen lo que es y además otra cosa. Estás escribiendo y estás creyendo que decís algo pero la lengua te está atravesando y está diciendo mucho más de lo que vos sos consciente, o incluso pueden decir más de lo que sabés directamente. Me encanta ese despliegue de sentidos infinito. De hecho hubo hasta cierto momento una especie de austeridad o una convicción en que, leída la economía como algo de pocos elementos, como algo muy acotado, era como una noción de virtud per sé , y a mí me parece que a veces es virtud y a veces no. No se puede pensar en la literatura en general con una vara tan aplastante ¿por qué lo austero es virtuoso? ¿qué es esa mirada protestante sobre la lengua?
APU: ¿Viene de la escuela norteamericana?
CGG: Tiendo a pensar que sí pero no me dediqué a periodizarlo, creo que esa vara el que la impone acá es Borges, para él mismo romperla cuando se le canta el culo, El Idioma Analítico de John Wilkins no creo que sea un texto minimalista, diría que ni en pedo. A veces se lee exageradamente, se toma como norma algo que no era más que una opinión de cómo hacer las cosas en un momento dado.
Me parece súper interesante, es como cuando se piensa una revolución y hay monjes y la vida de los militantes como un monacato, y después surge esa otra voz que dice “si no puedo bailar no es mi revolución”, yo la prefiero con baile... y sexo, y rock and roll, todo eso y un poquitito más, es más vital ¿no? Me parece que es más vital que ese tratar de controlar completamente todo en el minimalismo, y no en sus mejores cultures, es muy empobrecedor, una idea casi periodística, esto de que quiero decir lo que quiero decir y no otra cosa, y que en periodismo se entiende por qué. Pero ¿en literatura?. A mí no me gusta como norma incuestionable, pero después hay textos notables con economía de recursos, El viento que arrasa es una belleza loca, pero a Selva Almada le sale bien.