La impunidad de Blaquier: “Se van montando la muerte”, poema de Martín Tesouro
Podemos pensar que el mayor logro de la última dictadura sea fraguar el cuento de los militares autárquicos, perros dispuestos a reorganizar las voluntades populares e incinerarse en la historia por cumplir con los designios que les dictaba su pacata y oxidada conciencia, ungidos por las sotanas cómplices, oscurantistas de Cristos siempre en cruces y sufrientes.
Cada 24 de marzo, los grupos económicos dueños de los principales medios de comunicación argentinos reimprimen suplementos y le propinan algunas horas de pantalla a las caras responsables de las atrocidades que no han podido hacer desaparecer del imaginario colectivo. Sin embargo, los realmente poderosos se excitan en la invisibilidad, son los fantasmas que controlan los hilos de las manos que firman las sentencias, de las bocas que ordenan las ejecuciones. Sin eufemismos, los dueños de los medios de producción desde los cuales se genera el capital para alimentar dichos poderes.
El 13 de marzo murió Carlos Pedro Blaquier, ejemplo magnánimo de la oligarquía argentina. Escudado por la obediencia judicial dejó la vida sin declarar en las causas que lo implican en los secuestros, torturas y desapariciones efectuadas en las instalaciones del ingenio Ledesma, paradigma de la responsabilidad empresarial en la última dictadura. La necesidad de profundizar en la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia debe priorizar inmediatamente el juicio a los civiles que la integraron para que el conjunto del pueblo conozca a esos actores de la realidad argentina, que fueron quienes obtuvieron los mayores beneficios del programa económico llevado a cabo mediante el genocidio.
Ese lunes de marzo tuvimos oportunidad de apreciar los vínculos que el magnate tenía bajo su dominio. Los canes se enredaban las correas por reverenciar la mano que los guiaba. Apelamos a la poesía como arma constructiva popular, porque si bien nuestras penas no pretenden indultos ni absoluciones, en manos de la belleza el pueblo puede encauzar su dolor.
SE VAN MONTANDO LA MUERTE
Escapa montado a la muerte,
lleva en su alma
(también tienen alma
los tiranos, los dueños
del cáncer del bagazo
de la peste siempre blanca
refinada, del estupro de las yungas
de las órdenes rumiadas
como un bolo hediondo
que apelmaza parvas de años
oprobios, chimeneas de miserias
columnas impunes - blancas -
que anudan cielo y tierra
con su cadena de mandos)
Escapa en la muerte
cenil, ufano
frente a nuestros ojos
ardientes de lágrimas
se nos escapa
nos queda en las manos
todo un dolor más grande que la Patria.
Engulle el aliento de la caña
la madrugada de General San Martín
El ingenio hace imperio
la sangre de los condenados
Los verdugos se persignan
presurosos de postrarse
ante los herederos del amo
se imprimen obituarios
firmados