La naturaleza imitando lo inaudible: “El árbol de las especies”, de Raquel Jaduszliwer
Estos poemas son tan ricos en imágenes que ansiamos un pincel. En esa belleza palpable hay una incitación que nos mueve a vivir en el cuerpo la resonancia de las ramas para ver lo inaprensible, los seres ocultos por la violencia de nuestras conceptualizaciones, a las que el poema pone a temblar.
La naturaleza es presencia y símbolo. Habita en las cosas de este mundo, pero con otra vibración. No hay fronteras entre lo material y el misterio, como no las hay entre lo humano y lo vegetal, ni entre pensamiento y palabra. La poesía las atraviesa y contradice su existencia.
La poesía habla de lo humano desde otra dimensión, nos presenta como seres nómades, seres que no se dejan anclar. Nomadismo y unión, donde la orfandad es lo que lleva a todos los seres a buscarse.
Sopla un viento que parece capaz de borrar lo existente, pero no lo consigue, porque está la memoria, que es también "una fórmula de fabricar recuerdos", fórmula secreta porque nunca podremos saber qué sostiene, qué fabrica. Es así como lo ausente barrido por el viento deja una huella: “la magnolia insoluble al caer de la tarde”, que es también un símbolo.
Podríamos decir que El árbol de las especies es un libro cargado de símbolos que le prestan imagen a una referencia que carecía de ella. Tratar de reducir el símbolo a sus referencias, sería despojar a la poesía de su poder de decir otra cosa, de permanecer en la apertura de sentido. Así cuando dice:
busqué al pájaro inmóvil
ese que dicen que vive atravesado por un clavo de luz
Se trata de sentir a ese pájaro.
En el mismo poema:
Busqué en las altas copas
tan arriba busqué
Que es una de las tantas metáforas nacidas de un “anhelo impenitente de ascensión”. Misterios y alturas que no nos llevan a otro mundo sino a uno inmanente, a lo terrenal que no percibimos por las limitaciones del lenguaje y del entendimiento. “La inmanencia como estado de apertura y de creación permanente, generadora de mundo, generadora de vida, de márgenes crecientes de libertad”.
La naturaleza imita lo inaudible: se escucha entre las hojas un conjunto de ideas que vibran como un mimbre. Poesía hecha de imágenes-símbolo, cargadas de sentido, que le dan cuerpo a lo que "no se aviene a habitar especie alguna".
Instalados en este mundo es posible adentrase en los pensamientos de lo vegetal. La “flor urbana secuestrada”, sueña:
en su registro
quien sabe del precámbrico
o de alguna otra era
más antigua, difusa, inconcebible.
La red del ojo puede, entonces, pescar al “pez de cielo” o la lógica del árbol al dejarse hundir, la “incumplida capacidad de vuelo” de una hormiga, la forma de pensarse de los “volúmenes verdes”, nuestras propias imágenes puestas a volar por la mirada de los pájaros…
Estos son los frutos del árbol de las especies.
Raquel Jaduszliwer nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires y reside en CABA. Es licenciada en psicología. Libros publicados: Los panes y los peces (Bs. As. 2012, Primer Premio Ed. De Los Cuatro Vientos); La noche con su lámpara (Bs. As. 2014, Primer Premio Fundación Victoria Ocampo); Persistencia de lo imposible (Bs. As. 2015 Premio Edición Ed. Ruinas Circulares); Las razones del tiempo (Bs. As. 2018 Ed. Lisboa); En el bosque (Bs. As. 2018, Ed. Modesto Rimba); Ángel de la enunciación (Bs. As. Ed. Barnacle 2020); El árbol de las especies (Bs As 2022, Barnacle) y Los diagramas radiantes (Bs. As., 2022, Barnacle). Integró diversas antologías. Poemas suyos aparecen en publicaciones virtuales, nacionales y extranjeras. En narrativa publicó una novela corta: La venganza del clan de las banderas de acero (Bs. As. 2018, Ed. Modesto Rimba). Invitada como expositora, participó del Festival Internacional de Poesía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en junio de 2019.
Podríamos decir que El árbol de las especies es un libro cargado de símbolos, que le prestan imagen a una referencia que carecía de ella.
Poemas
Busqué en las altas copas,
muy bien podría ser un pájaro, no cualquiera de ellos
sino ese, el que resume ausencia entre sus alas
ese que existe grave y hacia adentro
breve como un paréntesis de pájaro
fijado a su momento pesado de quietud.
Algo quería decirle. Busqué en las altas copas
tan arriba busqué, arriba lo busqué hasta un extremo
exacerbado por el anhelo impenitente de ascensión.
Sí, busqué al pájaro inmóvil
ese que dicen que vive atravesado por un clavo de luz
y que derrama un inflamado azul de sus heridas
savia viva que cae
agitada en un viento que lo precede todo
y en un viento que a todo
lo sucederá.
*
No hay mayor resonancia que la que provoca
el ramaje en el viento. Arranca desde donde se ocultan
tantos seres furtivos, por especie o espíritu,
por vocación de fuga. Ves cómo se prolonga el temblor
entre una idea y otra, se aleja hacia las puntas sensitivas,
yemas que soñaron alguna vez un cielo
un poco más profundo, diferente a este otro
que está por desplomarse. Quién sabe de esta forma
se cometa un crimen, un asesinato por aplastamiento.
Mientras tanto hay un brillo, como si se tratara de otro cielo
todavía inocente
sin pecado ni culpa, de los que ya no existen.
*
Por ejemplo, pienso ahora en la noción de orfandad:
establece que las cosas nacen solitarias
y las lleva a buscarse las unas con las otras.
Así, la nube se junta una por vez con su variante,
el parpadeo ciego con el brillo que lo antecedió,
el fruto con la caída que vendrá. Cuentan que en días dorados
la inconciencia era espléndida, la cabeza inocente en el inicio
era un lirio del campo. Dicen que el tenaz mecanismo
no había entrado todavía en acción,
dicen que recién amanecía
y ya todo se veía resplandeciente
*
¿Habrás notado que la luz de la tarde
adopta la forma de un regreso
al declive del sol?
¿y ese rodar perdiéndose
rodando por encima de todas las cabezas,
arriba, por la hondonada azul?
Porque nada es más alto que ella misma.
Alta floración, hondura azul, lugar sin límite,
lugar adonde ascienden últimas esperanzas.
*
¿Y qué nos dice la solitaria de ala blanca cuando pasa?
¿cómo será que piensa desde el punto de vista del plumaje?
¿Dirá que somos seres quietos, permanentes
afirmados a la base del mundo?
Debemos parecerle los dioses del terreno,
nos creerán eternos las aves cuando pasan.
¿Te diste cuenta? raptaron nuestra imagen y la llevan
donde ya no las vemos.
En los nidos de altura recobramos
el don de la fugacidad.