La noche del verbo
Por Jorge Hardmeier
Atardecer, un patio con plantas, una mesa circular y dos vasos conteniendo Cinzano con hielo son suficientes para mantener una charla con Luis Ercolano, poeta, agitador cultural, ex verdulero, ciudadano del Abasto, referente de la noche poética porteña, gran conversador. Erker, que así todxs lo conocen, publicó los poemarios Masturbando a la elefanta (2013, reeditado en 2018) Flores de Asfalto (2016) y el reciente Verborragia (2019). Entre 2009 y 2016 Erker condujo junto a ciertos secuaces el mítico ciclo Maldita Ginebra y, actualmente, hace lo propio en Como los Bueyes y Materia Oscura.
Y el verbo se hizo tango
Sobre la mesa circular, junto a los vasos, descansa Verborragia: El libro me gusta, de lo contrario no lo hubiera publicado. Siempre el último es el mejor. Tiene un año de escritura. No hay nada anterior, solamente dos poemas que los puse por cariño: tenía que ver con amigos. No es una compilación de poemas, es un concepto. Una vez estaba escuchando en la radio a Héctor Larrea, con él trabajaba la Tana Borrelli. Estaba en la casa de mi viejo con Caro y mando un mensaje: los estamos escuchando. Y justo Larrea pone tres temas instrumentales de Aníbal Troilo. Me pongo a escribir, con la flaca hablándome, la televisión, al mediodía. Y mando otro mensaje: decile a Larrea que estoy escribiendo, con la música que él está poniendo y se ponen a hablar de eso: tengo un amigo, dice la Tana, que se llama Erker, que es del Abasto. Y Larrea dice: qué raro escuchar y escribir. Lo tengo que leer, dice el tipo. Así empieza el libro: escuchar y escribir. Por eso en el libro dice: Aníbal es verbo. Tiene acción, tiene movimiento. En Verborragia, el verbo se hace acción, elemento y carne, de allí el título. Segunda ronda de Cinzano y meta cigarrillos. Comienza a anochecer. Sostiene Erker: Vos te sentás en el umbral y es como una hemorragia de verbos. Si te limitás a que las cosas pasen, pasan, pero acá es una hemorragia de verbos, ver todo lo que ves, por ejemplo, en Once. O en la estación de Lanús. No es siempre ver pasar las cosas, están sucediendo cosas y yo pienso que alguien las tiene que decir y capaz que ese soy yo, ¿entendés? ¿Por qué? Porque cuando yo escucho letras de tango, o leo a Roberto Arlt o leo a Fray Mocho – que lo estoy leyendo actualmente – me encanta ver la ciudad mía de aquel momento, yo quiero seguir esa línea.
Hay una cosa fuerte con el tango en Verborragia. Y entre sorbo y sorbo de vermut concluimos que el tango, en algún momento, al menos en esta ciudad, siempre llega. Me crié escuchando a los Redondos, a Hermética y a Sumo pero, en algún momento, el tango te llega. No les pasa a todos. Es la música nuestra, de esta Capital y del Gran Buenos Aires. A mí me viene de familia. Yo no encuentro poetas como los que encuentro en el tango. Ahí están los míos: son Homero Manzi, Homero Expósito, sobre todo Cátulo Castillo y Discépolo….Y conozco a la orquesta de Troilo como conozco a la guitarra de Skay Beilinson. Poneme cinco orquestas y yo conozco a la de Troilo. Y a la de D’Arienzo. Luis, como tantxs de su generación, fue educado y creció con el rock. Y entonces surge esa ya antigua dialéctica entre rock y tango: El rock es una música universal, la única manera de juntar yanquis, con argentinos, con ingleses, con jamaiquinos, es el rock. Si viene un yanqui a hablar de poesía le tiramos una piedra, si viene Guns and Roses vamos a verlos. Pero hay un rock argentino, ¿no? Hablamos de Spinetta, Javier Martínez de Manal, Iorio, hablamos de los Redondos y el Indio. Y va solito al tango. Todos estos muchachos escucharon tango. El papá de Spinetta cantaba tangos. Lees la biografía del Indio Solari y mamá me cantaba tangos mientras cocinaba. El rock argentino es muy particular. Si lees la biografía de Troilo, esos muchachos eran más rockeros que los rockeros.
El teorema Sol Pérez
Otra ronda de Cinzano, algunas caricias al gato que desciende de la terraza, la noche completándose y la visión de Erker sobre el contexto poético porteño actual, que conoce bien, de tanto recorrer ciclos, noches, bares y charlas: Hay algo que nos está pasando en la poesía que es la militancia y a mí me suena a militar. Estamos muy milicos, aunque seamos contramilicos. Yo rompía mucho las pelotas con el insulto, con lo que se llama malas palabras, entre comillas. Había que poner cocaína, poníamos cocaína. Había que escribir puta, poníamos puta. Ahora pasa otra cosa y me parece que lo mío es más rompepelotas que antes, con esto del tango, con cosas que suenan antiguas. Yo voy por Jean Jaures y pasaje Zelaya y veo carretas; yo veo carretas, porque me la contaron. Me la contaron mis familiares que trabajaban en el Abasto. Vengo de ahí, ¿de qué querés que hable? La charla deriva sobre el contexto actual, algo sensible y sísmico, y otro Cinzano: Tengo muchas amigas en la poesía. Y uno no es bueno por no abusarse, es lo que debe ser, es lo que me enseñaron los verduleros. A mí me enseñaron eso. A veces me dan ganas de leer esas letras donde se fajaba a la mina, está prohibido todo eso, ahora. Pero, ¿no te das cuenta que es del año 1912? Yo recomiendo en ese sentido que lean a Carlos de la Púa, donde dice: yo no voy con este y me voy con el otro porque me pega mejor, dice la mina. Es lo que pasaba en esa época, loco. Porque es más macho, dice. Yo no quiero exaltar eso, pero por qué está prohibido. Prohibían los militares. Nosotros no tenemos que prohibir, tenemos que escucharlo y saber que son testimonios del año 1900. ¿Por qué hay que usar la palabra gorila si es de los setenta? Estamos con ese vocabulario: facho… Y facho es el que no quiere a los comunistas, quizás. Y un comunista te dice: ese es un burgués y capaz que vive en Almagro y no llega a pagar el alquiler. ¿Por qué todo eso está dentro de la poesía?
La impostura del poeta, esa pose de presentarse como tal, de autovisualizarse como la última botella de agua del desierto: Te tienen que decir los demás si sos poeta… No hay que presentarse como poeta. Cobrame menos la milanesa con papas fritas porque soy poeta… pará… Hay que tener un poco de amor. No se usa mucho la palabra amor, está afuera del lenguaje. Yo estoy buscando a dónde voy. Estoy tratando de encontrar. Tengo muchas ganas de romper estructuras, las mías primero y principal. En Verborragia Erker escribe sobre aquellos que sueñan barato: ¿Los que sueñan barato? Los que sueñan con una camioneta… A mí me gustan los vehículos que son del año que yo nací. Una F100 del año 75. Eso me encantaría. Pero danos a nosotros – hablo de vos, Juan Cruz, Víctor Cabrera, yo – una camioneta 2020 y la hacemos mierda. ¿Entendés? La disfrutamos. ¿Qué te crees, que la vida es el Pac Man que tenés tres vidas? La plata no es una cosa mala. Pero soñar barato es: yo quiero tener plata para comprarme una camioneta. La nada vendrá por añadidura para los que sueñan barato. Lo que yo siento por Discépolo quiero que algunos lo sientan por mí. Esa es mi ambición, y eso puede que te pase cuando ya no estés. Voy por la gloria, ¿por qué voy a ir? Ya es noche completa, la cantidad de vermut en la botella comienza a ser mínima y los puchos ya escasean.
Erker lanza una crítica al colectivo de poetas, aquel círculo al que pertenece. Una crítica, pienso mientras doy un sorbo al Cinzano, desde el amor: ¿Cómo puede ser que – tiro nombres, el que los conoce los conoce, el que no que los busque – Daniel Quintero, Andrea López, Virginia Janza, Carolina Lesta, yo que también me meto en ese grupo, Héctor Urruspuru por qué no, Esteban Charpentier, el Pelado Vázquez, Juan Cruz Guido, Anselmo Maciel, Ema Fernanda Vilches, Boris Katunaric, vos, ¿cómo puede ser que no estemos todos juntos haciendo un ciclo? ¡Uno! Bajémonos del culo del ego. El ego nuestro tiene el culo de Sol Pérez, es increíble. ¿Cómo puede ser que no armemos una antología? Victoria Ronsano… ¿Cómo puede ser que no estemos juntos, boludo? Tenemos que llenar dos Tano Cabrón uno arriba del otro… La Tana Borrelli… ¿Cómo puede ser que no hagamos una producción independiente, que no saquemos revistas, libros? ¿Sabés quien tiene el ego más grande de la poesía argentina? Adiviná. Yo. ¡Pero sabés como lo controlo! Si estamos en un ciclo y estamos Daniel Quintero y yo, ¿quién cierra el ciclo? ¡Daniel Quintero! ¡Por supuesto!
Los niños que escriben en el cielo
El Cinzano y los cigarrillos se han terminado, las sombras bailan en el patio y, en el cielo, las estrellas dibujan figuras. En Verborragia hay una fuerte presencia de la niñez porque Erker no deja que en él se muera y entonces hablamos sobre aquel niño que hemos sido y de lo que hicimos con él: O qué hicieron. Tengo una cuestión: muchos poetas o músicos tuvieron una infancia de mierda. Yo no. Y no sé qué es peor. Si a vos te ponían las medias todas las mañanas, te hacían el café con leche… Hay gente que tuvo vidas desgraciadas, yo no la tuve. Y no la tengo. Y el recuerdo, muy presente también en Verborragia, de la compañía de los queridos muertos: Los muertos no me dejaron solo. Amigos sí me dejaron solo: hijo de puta, no tuviste freno. Pero yo tengo algo con mi vieja, algunos primos, mis abuelos, que están siempre presentes. Yo con mi vieja fui a ver a Metallica. Imagínate la ausencia que tengo de eso. Pero a la vez ella está siempre conmigo.
Erker se piensa. Corremos el ejemplar de Verborragia, en peligro por la transpiración generada por los vasos. El viento moviliza a las plantas, el gato salta en pos de un nuevo recorrido. Yo me siento muy querido, eso es lo más grande que hay. Soy amigo de la Tana Borrelli, boludo. Ya está. O cuando voy a un bar, cómo me tratan. Hay un poema que se llama Verbo gata, está en una pared en Le Troquet. Justamente, un homenaje, antes de entrar al baño de hombres, hay un poema mío. Ese es el Premio Nobel para mí. Erker nombra a un bar mítico de Buenos Aires, ubicado en esa zona que es su patria, el Abasto, república separatista donde también se emplaza el Tano Cabrón, centro de tantas noches, lecturas y charlas sobre poesía y la actitud poética en acción: Todos los héroes que tenemos de la poesía pasaron genocidios, guerra, militares, peronismo, radicalismo, soretismo, y acá estamos. Cayó Lorca, durante el Franquismo, fueron todos para allá, los compañeros, fue Neruda, fue Tuñón, fueron todos los porongas. ¿Qué me importa de dónde somos? Vamos allá que nuestro amigo, nuestro amigo puto, está preso. Eso no existe más. Yo estoy leyendo un poema y vos estás hablando con el transa. ¿Cómo puede ser? Empecemos por ahí. Es una crítica que también me hago a mí mismo.
Una vez, en un cumpleaños mío, cuando vivía en Floresta, escuchaba: como dice Kant, o como dice Schopenhauer, y los paré y les dije: Loco, ¿y qué decís vos? Hay cosas que nunca cambian. ¿Sabés qué no cambió nunca? Tu vieja peinándote, ¿vos te acordás qué gobierno había cuando tu vieja te peinaba? ¿Qué carajo importa? Ponele, estamos con Daniel Quintero, Juan Cruz, Virginia Janza, la Tana Borrelli, vos, alrededor de una mesa, estamos haciendo historia, boludo. Te cuento una cosa; en 1917 había uno que se llamaba Luis Ercolano, ¿sabés dónde tenía puesto de verdura? En Corrientes y Anchorena, en la esquina de lo de Lily, donde hacemos Materia Oscura. Ese era mi abuelo. Nosotros tenemos mucha raíz, hablábamos antes de Spinetta, nosotros no tenemos que mirar a ningún lado ya. Cuando hice la segunda edición de “Masturbando a la elefanta”, con La Gaita, hago un nuevo prólogo, que en la primera edición la hizo el Pelado Vázquez, y ahí escribo: Háganse un favor y lean a Cátulo Castillo, a Homero Manzi, a Discépolo, a los hermanos Expósito, estos muchachos cuando subía Perón se tenían que ir, cuando se iba Perón se tenían que ir otros, había un montón de problemas. Lean lo que escribían, es atemporal. Le dieron el Nobel de Literatura a Bod Dylan: chúpenmela. A mí no me representa, a mí me representa el Flaco.
*La nota contiene lenguaje inclusivo por decisión del autor