Liliana Lukin: “Es impensable la idea de que la literatura puede ser algo que nos permita lo que no nos permite la vida”
Liliana Lukin es poeta, ensayista, maestra de poetas entre las que se destacan Victoria Palacios y Daniela Camosi, autora de libros como Descomposición, Libro del buen amor, Teatro de operaciones, Ensayo sobre la piel. En conversación con AGENCIA PACO URONDO, se refirió a los cruces entre militancia, realidad, tiempo, memoria, maternidad, política y poesía.
APU: En la revista Literal decían que “la literatura es posible porque la realidad es imposible”; si te parece, me gustaría arrancar por ahí, con la poesía y el compromiso, la poesía como experiencia colectiva.
Liliana Lukin: Estamos todes muy conmocionados por lo que vivimos en estos días, sostenido por, entre otras cosas, una saturación de ciertos medios que contribuyen, a posteriori, a hacer que todo se parezca. No tenemos que asustarnos, esto no es más que un síntoma. Espero que sea algo reversible. Vengo de participar como oyente de un congreso que se hizo entre la Universidad Hebrea de Jerusalén, la UBA y otras instituciones en ocasión de los 90 años de la asunción del nazismo al poder, en el año 33. La sincronía de ciertos discursos de las elecciones, de las “pre” y las “posts”, remite a ese a ese universo simbólico, esa política, ese pasado horroroso y oscuro. Pensando en cómo las sociedades reaccionan en ciertos momentos de historia, cómo de alguna manera van mutando nuestras propias creencias y van dejando de ser “racionales”, es complejo y es preocupante.
Con respecto a la literatura frente a eso, me acuerdo que me preguntaban cuándo empezaste a soltar la lengua y yo respondía que nunca la tuve atada. Es impensable la idea de que la literatura puede ser algo que nos permita lo que no nos permite la vida, porque la escritura forma parte de mi experiencia vital, en todos los niveles. Hay una unidad lectura/escritura, un trabajo interno que una nunca abandona, que es la historia de lecturas incorporadas, que vamos trabajando, transformando y tratando de conseguir ciertos efectos simbólicos con la escritura, pero no es de ninguna manera un refugio. Pienso que la literatura, por estar construida con palabras y ser la palabra aquello que nos constituye como sujetos, tiene una relación muchísimo más directa entre ese hacer y lo social. Si bien no tenemos un lugar socialmente circulante, no hay una posibilidad de incidir en grandes mayorías con la escritura poética ni con la literatura en general, es una aspiración secreta que esto sea leído, que no sea solo para mí, que mi palabra no se pierda.
APU: Que provoque algo en el otro.
L.L.: Yo trabajo mucho la relación entre cuerpo y escritura, no solamente a nivel teórico, sino en mi propia escritura, como construyendo pequeños cuerpos de sentido que sean lo más revulsivos posibles. En el sentido de que desacomode, que sea una palabra disruptiva en relación al sentido común que es, como es sabido, el peor de todos los sentidos, como decía en un poema del año 90, del libro Cartas. Es doloroso pensar que hay mucha prensa sobre los 40 años de democracia, lo que no dejaré de reivindicar, pero no se piensa ni se deja por escrito todo lo que aún pervive, siguió existiendo, proliferándose, macerándose en este país desde antes de los 40 años y que no pudimos revertir ni modificar. Como bien sabemos, las sociedades se acostumbran, se acomodan a los tiempos y se olvidan de lo que sucedió. Por eso, la Paco Urondo y tantos otros medios y revistas que reivindican y trabajan sobre la memoria, son tan importantes. Reivindico para la poesía, ese lugar de estar trabajando con la memoria. Cuerpo y memoria, poner el cuerpo y no olvidar.
APU: ¿Cómo fue esa experiencia inicial? Porque tus comienzos son en plena dictadura.
L.L.: Mi primer libro es del 78. El segundo está escrito en el 81, hay poemas sobre los desaparecidos. Agradezco algunos compañeros o compañeras poetas que han rescatado de ese libro que se llama Malas artes, para el 24 de marzo, un poema que está escrito en entre entre el 78 y el 81, se llama “Carne Viva”. Después, el libro Descomposición, que está escrito entre el 80 y el 82, sobre tortura, represión, exhumación de cadáveres, Madres de Plaza de Mayo, Malvinas, escrito durante la dictadura y que se publica un tiempo después. Pensaba en el episodio del asesinato en el Obelisco, tan tremendo por la cercanía con las elecciones, y tan emblemático por la posibilidad que tuvimos de ver en forma absolutamente directa e indiscutible los modos de la represión.
APU: Repensando así distintos conceptos de poesía, podríamos decir también que es testigo social, no en algún punto.
L.L.: Si una piensa que lo que hace es una poética de la experiencia, es inevitable. Creo que soy fiel a eso. En distintos registros, porque en Museo de la infancia pretendo también reconstruir una memoria que enlaza un libro de 1990, que es Carne de tesoro, un libro sobre mi maternidad (pero que nunca es tan explícita) el lenguaje, la lengua madre, lo enlazo con el Museo de la infancia, libro que se cerró en 2022, una serie de textos que hablan de cómo se construye esa memoria.
“Reivindico para la poesía, ese lugar de estar trabajando con la memoria”.
APU: ¿Cómo es tu proceso creativo de un poema? ¿Cómo pensás una imagen, una situación?
L.L.: A esta altura de de la de la vida y de la escritura, ya no puedo identificar más que una especie de magma, que sería lo contrario de un hilo conductor, pero no es lo contrario, es un magma que tiene un hilo conductor. Está hecho de lecturas donde irrumpen ideas, donde todo lo que pienso, siento y leo, se fusionan en un proyecto. Es el proyecto del poema, no de un libro. Es como que en un momento determinado, ciertas coordenadas confluyen hacia un tipo de ideas. En el libro anterior, Cómo se lleva a un niño, escribí un libro de duelo por la muerte de mi compañero. Entonces, todos los poemas, está claro para mí, hablan de esa pérdida y su ausencia en mí.
Después que publicó ese libro, sigo escribiendo poemas que tienen la misma línea, pero me doy cuenta que tiene otro tono. Ese otro tono ya no es el del duelo que, además, un libro de duelo siempre habla de todos, no solo del propio, y le habla a todos los que han tenido una pérdida y quién no ha tenido una. En esta segunda instancia, con el libro ya publicado, me doy cuenta que estoy escribiendo sobre quién soy, ahora, sin él. De qué manera estoy en el mundo con esa ausencia, ya no sobre su ausencia. Los poemas son de alguna manera un arte poética que están metaforizando esos métodos que unen escritura con experiencia, con la palabra Tiempo, esta idea de museo, que uso y desmiento.
“Coda”, que es el último poema que puse en el libro, pero no el último que escribí, creo que es un poema de una encubierta militancia feminista. No es nada en lo que yo deliberadamente trabaje, pero que aparece en este libro de otras maneras, sobre todo en relación al corte con la idea de la de la madre en el sentido convencional.
APU: Como que tu palabra vuelve sobre sus pasos, sobre el tiempo, con o sin mayúscula.
Hay un libro muy pequeño que publiqué en 2015, creo que lo escribí un año antes, se llama Ensayos sobre el poder, que vuelve y vuelve cada vez que hay alguna alerta máxima en nuestra realidad de lo cotidiano, de lo político, de lo social. Me vuelve como si lo escribiera otra vez, por decirlo de alguna manera. Hace par con El libro de buen amor, que lo presentaron Horacio González y Luis Tedesco, una presentación magnífica en la cual dije que eran tiempos en que lo inevitable, reina y yo quiero destronarlo. Cada libro nuevo es ese intento, sobre todo esos dos libros. El Libro del Buen Amor tiene un título irónico, es un libro sobre el odio. Son libros publicados en el 2015, quiero hacer pie sobre las fechas, podríamos jalonar nuestro recorrido histórico existencial, personal, con momentos emparentados por estas mismas cuestiones y estos mismos hijos que nos hunden un poco en la desesperación, pero también nos despiertan.
APU: Pensaba en eso, en cómo se empezó a gestar todo en ese momento y no advertimos.
L.L.: Sí, advertimos. En ese momento advertimos, sufrimos, advertimos, dijimos, pero siempre viene, después, una etapa de acomodamiento para la sobrevivencia. No olvidemos que después sobrevino la pandemia, que es un fenómeno impensable, global, horroroso, recomiendo muy especialmente leer Dysphoria Mundi, de Paul Preciado. Es un libro que hay militar, leyéndolo. Es pensar de otro modo lo que creemos que pensamos, entender de otro modo lo que creemos entendimos y empezar a saber, de otro modo, lo que creíamos que sabíamos. No sabemos, no terminamos de saber.
Porque si supiéramos, tendríamos que poder actuar de otra manera, escribir de otra manera, incidir de otra manera con nuestras acciones, desde todos los niveles. No estoy diciendo que la escritura tiene que ser de determinada manera. La escritura siempre es una militancia, de alguna forma, la palabra siempre es política, toda caricia, es política. Aún cuando creemos que no está hablando de lo que querríamos que hablara, eso también es hacer política con la palabra. Por ausencia. Es una política de la lectura sobre una palabra que está haciendo una política de la escritura que no nos interpela.
APU: Usás mucho las citas, en tus poemas.
L.L.: Yo trabajo mucho con notas con citas, de alguna manera colecciono citas, mi modo de lectura es siempre ver las notas al pie de los libros que leo y eso me manda a otros libros que descubro, pero a la vez yo anoto a las citas y nunca me olvido. Al anotarlas, no me olvido. Mi memoria es la memoria de mi mano, de mi escritura, de ver mi letra dibujando esa cita. Pasarlo por el cuerpo y, después, las tengo presente como un diálogo perpetuo que nunca se va de mi cabeza.
APU: Estás poco, en redes.
L.L.: Hace muy pocos años que estoy en una sola red, que es Instagram. Nunca tuve Facebook y nunca quise estar en las redes, eso me mantuvo alejada de muchas cosas, me perdí, probablemente, muchas cosas porque viví muchas otras, estuve inmersa en muchas otras. No estar en las redes me dio tiempo para vivir de cierta manera, con más tiempo para la lectura. Ni siquiera sé cómo subir mis publicaciones a Instagram, lo hago con una ayuda. No lo tengo en mi celular, me niego y lo tengo en la pantalla de la computadora. Pero, de todos modos, de todo lo que leo en Instagram, creo que esa red me acercó a muchas escrituras que me estaba perdiendo, porque los libros no circulan de la misma manera que hace 20 años donde nos mandábamos libros por correo, ciertos grupos que teníamos relaciones o que queríamos dar a leer nuestra palabra. De todos modos, ya no se puede ni siquiera mandar libros por correo está casi tan caro o más caro que comprarlo.
APU: Hablando de lecturas ¿qué nos recomendás?
Bueno, Dysphoria Mundi es una lectura. Anne Carson es otra lectura, no todos libros. Porque ahora se pone de moda un autor y todo el mundo empieza a traducirlo. Anne Carson, para mí, es lejos más interesante que muchas escritoras mujeres que estamos leyendo ahora. Leo mucha filosofía, me interesa mucho, libros que construyen caminos de pensamiento que nos mandan a otras formas de concebir lo que siempre consideramos el mundo de las ideas. Herta Müller, Pascal Quignard, su último libro es el más bello de toda su obra, y revisando mi biblioteca, Raúl Zurita.