Manuel Álvarez: “Creo que una ficción siempre necesita de una realidad de la cual desapegarse”

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Manuel Álvarez: “Creo que una ficción siempre necesita de una realidad de la cual desapegarse”

25 Enero 2020

Por Inés Busquets

 

Manuel Álvarez nació en Buenos Aires y participó en diversas antologías para Argentina y España. Brinda el taller literario “Un día en la vida”  y publicó su primera novela  A ninguna parte en la editorial Barenhaus.

A ninguna parte es una novela de viaje, un policial con ecos de la historia argentina, una indagación sobre los límites entre crónica y ficción o entre ficción y realidad, la historia de un escritor sin obra, la de un amor malogrado y la de la imposibilidad de decir la verdad”, describe Luciano Lamberti en la contratapa.  

Un universo perfectamente narrado, con reminiscencias literarias permanentes, con frescura en los diálogos y con huellas de Chandler. Álvarez invita al lector a seguir un recorrido de búsqueda incesante, igual que el personaje y se desplaza en el género con una soltura impresionante. Con la misma naturalidad con la que comparte, recomienda y cita su mundo como lector.   

El escritor charló con Fractura, suplemento literario de APU, sobre su proceso creativo, la importancia de la historia, el costado social del género policial y celebró la designación de Juan Sasturain en la Biblioteca Nacional porque va a poner en valor a la novela negra.

 

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue el proceso creativo de A ninguna parte?

Manuel Álvarez: La novela surgió en un viaje en subte al microcentro cuando repartían el diario gratis, hace cuatro o cinco años. Ahí leí la noticia de la desaparición de cadáveres, pero no había sido en Zapala, creo que fue en Corrientes. Me pareció que había un tema para una novela. Trabajé  a partir de un hecho delictivo real. Ya tenía el marco, después me hice un esqueleto de como quería que fuera la novela. Pensé  biografía de los personajes, resumen de los capítulos, tiempo de narración, tenía claro que quería que la novela transcurriese en una semana y después usé las herramientas de los policiales modernos, mucho diálogo, prosa coloquial y que juegue un poco lo social. 

Le dediqué más o menos seis meses a horario completo para terminar un primer borrador, fue entre fines de 2016 y principios de 2017, después la dejé descansar casi un año, la retomé, corregí muchísimo y ya a fines de 2018 se la di para que la leyera a Luciano Lamberti, a quien admiro y estoy muy agradecido. Después de una lectura precisa que hizo modifiqué algunas cosas puntuales y ahí me di cuenta que la tenía que mover. Sacarme esa mochila porque me iba a quedar sin hombros.

 

APU: ¿Podemos tomar hechos de la realidad como disparadores?

M.A: Sí claro, eso pasa seguido. Creo que una ficción siempre necesita de una realidad de la cual desapegarse. Santa Evita para darte un ejemplo, una gran novela que tiene como disparador un hecho real. Plata quemada de Piglia. Me parece que está lleno de ejemplos así. A mí el hecho de la realidad evidentemente me sirvió, me dio el soporte para arrancar, después uno construye su propio Frankenstein, pero el marco me lo dio ese hecho de la realidad.

 

APU: ¿Cómo fue la construcción de los personajes?

M.A: Zinder es el protagonista, quería que fuera un tipo que relacionara todo con la literatura, el escritor como detective, que no deja de ser un lector minucioso y en este caso es un lector minucioso de policiales lo que hace que termine creyéndose uno. Hay un momento en que Zinder se cree una mezcla de Dupin con Marlowe, que porque toma whisky se cree Marlowe, pero no se banca solo, no puede. Lo pensé como un tipo que está persiguiendo algo que le permita capturar una significación, tiene la voluntad de entender, es un personaje armado para la aventura, pero lo que lo mueve es querer saber, hay algo que no entiende y lo quiere descifrar porque si no lo hace cree que va a dejar de escribir, así de tremendista. Sale en busca de la verdad y la caga porque más que ayudar la enturbia. Entonces, lo pensé como un escritor y un detective fallido.

Está Mariela, que sí se parece a un detective. Es un personaje que quería desarrollar porque en los policiales clásicos y modernos la mujer tiene una función muy clara que intenté romper, la mujer es siempre la víctima; por ejemplo en Poe desde “Los crímenes de la calle Morgue” hasta  “La carta robada” se resalta la inocencia en un mundo salvaje que es para hombres. En cambio en los modernos la mujer es un factor de riesgo, es la que corrompe, en Chandler la mujer es siempre la asesina, pensaba en El sueño eterno, Adiós muñeca y en El largo adiós, la mujer pasa de víctima a asesina. Yo quería cambiar un poco eso. Acá Mariela es más fría, la tiene mucho más clara que Zinder, siempre está un paso adelante.

Y en cuanto a los otros personajes, está Varela que es el sepulturero, quería trabajar un personaje en que pesara el trauma de la guerra de Malvinas, como diría el poeta Martín Rodríguez es la guerra que fuimos a perder. Por último, Martín que es el chico zapalino que trabaja en el hotel, quería que se reflejara algo que viene de una tradición muy nuestra que está en El juguete rabioso, que la literatura es una tabla de salvación. Podés vivir en un pueblito perdido como Martín y encontrar en la cultura el modo de zafar de una situación que te puede hundir en el delito o en el mundo marginal. En un momento hay un diálogo literario entre Martín y Zinder que es un claro homenaje a Marlowe con el chofer negro y culto en El largo adiós. A fin de cuentas la literatura llega a todas partes.

 

APU: Me detengo en Mariela, es inevitable pensar que tu deconstrucción del modelo femenino estereotipado en los clásicos policiales, va de la mano de la deconstrucción social del rol de la mujer que estamos viviendo.

M.A: Sí, totalmente. Siempre hay que pensar en qué momento se escribe una novela, porque si bien transcurre en 2010 fue escrita en 2016, donde ya estaba súper avanzada la deconstrucción social del rol de la mujer, mucho más empoderada que va para adelante, que no le importa el qué dirán. Y que no se calla nada.

 

APU: ¿Cuál es la novela policial imprescindible?

M.A: El largo adiós, yo quería homenajear a Chandler y traer la novela a Zapala.  En algún momento estaba instalado el desmerecer al policial o al thriller como si fuera literatura menor, pero la literatura siempre es más compleja que una clasificación. Yo creo que el policial como género contiene todo, te permite trabajar con otros géneros, a mí me fascina el policial moderno, lo que se conoce como Pulp Fiction que arranca con la revista Black Mask, James, Burnett y Chandler que es mi preferido. No me interesa tanto el crimen o la investigación per se, lo que me interesa es el modelo de relato como investigación. Intentar reconstruir algo que no se narra, escribí con un ojo en ese tipo de novela que es diferente al policial clásico de Agatha Christie o a Sherlock Holmes, donde el crimen se resuelve de la razón pura, como si fuera un problema matemático, lo resuelve el detective burgués sin moverse. Hay un momento epifánico y ya está, creo que en policial moderno es mucho más complejo porque se invierte el estereotipo, es lo que pasa con Marlowe en El largo adiós. El detective pasa a ser un hombre de acción y tiene todo un costado social. Se muestra el crimen como reflejo de la sociedad o la sociedad vista desde el crimen.

 

APU: ¿Qué otros referentes hay del género?

M.A: John Banville o Benjamin Black, depende como firme. Hace poco leí La rubia de ojos negros donde retoma el personaje de Marlowe de Chandler y la rompe toda. Carrére, Patricia Highsmith, que trabaja un poco más la negrura. De acá me encantan Los casos del comisario Laurenzi de Rodolfo Walsh, me parece que son extraordinarios. Piglia que era un lector muy fino de policiales, de ahí me viene el fanatismo, creo que Blanco nocturno y El camino de Ida son dos muy buenas novelas del género. Después me gustan los escritores que juegan con el género sin ser del palo, como Saer con La pesquisa o Puig con The Buenos Aires Affair  y menos conocido y también más noir que el policial, me encanta lo que hace  Marcelo Luján, que es un escritor argentino que vive en Madrid y todas las novelas que escribe son realmente muy buenas.

 

APU: Cuando pensamos en la tesis de las dos historias en esta novela vemos un hecho puntual que se va investigando, pero también vivimos las peripecias y las incertidumbres del oficio de escritor. ¿Cuánto hay de autobiográfico en ese proceso?

M.A: No mucho. Para mí no es tan tortuoso como lo es para Zinder. Ahí está toda esa teoría que explica en el libro de los escritores de acción e imaginación. Como decía Walter Benjamín los escritores marinos y campesinos. Zinder llega a un punto que cree que tiene que vivir de determinadas experiencias para poder vivir lo que quiere, aunque no sepa muy bien que quiere. A mí me cuesta escribir, pero como me cuesta cualquier trabajo, no es que lo sufro. Igual me interesa tu lectura porque la novela tiene doble trama, la criminal que es la que va por arriba y la del oficio de escritor que es la que va por abajo. Zinder necesita llegar a una verdad, la verdad de la experiencia para escribir, pero esa verdad puede estar en la ficción.

 

APU: En la novela hay varios hallazgos que se van descubriendo más allá de la investigación, uno es la incursión de envíos y respuestas de correos electrónicos. ¿Sentís que el género se va aggiornando a las necesidades actuales, van de la mano las nuevas maneras de leer con las nuevas maneras de escribir?

M.A: El policial te permite jugar con otros géneros. Siento que se pueden incluir los mails, los artículos del diario, las crónicas, hay lugar para todo. La novela puede leerse como la investigación de un crimen, como la historia de un amor trunco, como una reflexión sobre la verdad y la imposibilidad de alcanzarla, también como la tragedia de un tipo que no puede avanzar, entonces te permite todo eso. Lectura y escritura por más nuevas maneras que existan siempre se van a encontrar. Eso no creo que cambie por más nuevos formatos que existan. Siempre van a ir de la mano.

 

APU: Siendo que los mencionás: ¿Por qué la importancia de Saer y Piglia en la formación de un escritor?

M.A: Pienso que si uno quiere vivir de esto es importante leerlos porque te dan herramientas para crear universos, uno más desde la técnica porque querés verle los hilos, lo leés y lo releés para ver cómo hizo. Y el otro porque metaboliza una biblioteca inmensa, te dan ganas de leer todo lo que el leyó. Creo que Saer es el mejor novelista argentino y el mejor prosista. Hacía lo que quería, hacía llover como dice Gamerro y también la luz, podía detener el tiempo mientras cortaba un salamín o acelerarlo para investigar los asesinatos de caballos. Él demuestra que se puede escribir sobre cualquier cosa. Y Piglia además de ser un grandísimo prosista que también lo era, probablemente sea mejor ensayista. Es el tipo que nos enseñó a los que lo leímos una manera de leer. Ahora queremos leer como él, lo plagiamos como lector y sus diarios unidos me parece que son nuestra gran novela de este siglo.

 

APU: La novela transcurre en Argentina en un contexto determinado, inclusive el personaje femenino es militante político, ahí la historia se cuenta con una mirada real y comprometida, ¿Cómo repercuten la historia argentina y la política en la novela?

M.A: Desde el momento en que la novela se sitúa en un país y en un tiempo, su historia  la atraviesa. A mí me gustan las novelas que hablan sin decir mucho, un ejemplo típico es el de Cicatrices de Saer, Piglia decía que era la mejor novela que se escribió sobre peronismo y casi ni lo nombra. En este caso en la novela intenté hacer algo similar en el sentido de no acentuar, de que la novela hable de su tiempo sola. Mariela es una hija de su tiempo, es militante, es una mujer empoderada, interesada  por lo que pasa, que decide ser actora y claramente producto de como la política toco a la juventud en un momento determinado.

 

APU: ¿Qué expectativas te genera el regreso de un gobierno popular en la Argentina?

M.A: En lo que se refiere a la cultura me despierta eso: expectativas. Y en cuanto a la situación del país hay otros temas prioritarios como salud y educación. Volviendo a la cultura sé que los últimos años no fueron buenos para las editoriales, algo que se intensificó en las editoriales independientes, se hizo muy cuesta arriba publicar, me da la sensación de que este gobierno tiene una sensibilidad mayor en este punto. Celebro la designación de Sasturain en la Biblioteca Nacional porque ahora se le va a volver a dar bola a la novela negra.

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Solemos escuchar el término cocina de escritura para asignar el lugar de los secretos y condimentos necesarios para escribir, hablar con Manuel tiene algo de eso. Es una instancia de aprendizaje, es descubrir el camino para llegar a la temida hoja en blanco con las herramientas necesarias. Con la seguridad de saber por dónde avanzar.