Qué hay detrás del pacto Irán-Estados Unidos
Por Ezequiel Kopel
El primer acuerdo nuclear entre Irán y Estados Unidos no se firmó en marzo de este año sino en 1957, cuando el entonces presidente, Dwight Eisenhower, y el antiguo Sha, Reza Pahlavi, llegaron a un "entendimiento de cooperación" en el cual Irán podía desarrollar energía atómica "con fines pacíficos".
Por supuesto, el arreglo estaba bajo la tutela y coordinación del llamado programa "Átomos para la paz", creado por el mismo Eisenhower, cuyo fin era establecer la presencia nuclear en varios países aliados para volverlos dependientes -de Estados Unidos- en todo aquello pertinente a desarrollo, diseño, construcción y operación de energía atómica. Este acuerdo estuvo muy lejos de haber sido firmado entre dos estados soberanos: luego de que en 1953 la CIA e Inglaterra organizaran un golpe de estado que derribó al, por entonces, primer ministro electo iraní, Mohammad Mossadeq, estuvo claro que Irán firmaría cualquier "papel" que favoreciera los intereses económicos occidentales.
Seis décadas más tarde, los países son los mismos pero la situación es diferente. El actual secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en representación de seis potencias mundiales -el G5+1-, junto al ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica de Irán, Jaraz Zarif, alcanzaron un acuerdo preliminar con miras de llegar uno definitivo a más tardar el 30 de junio.
En declaraciones a sus respectivos ciudadanos, tanto el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, como el presidente iraní, Hasan Roubani, comunicaron que el acuerdo demostraba una capitulización de su contraparte. Luego de 12 años de sospechas, ambas declaraciones no sorprendieron ni al ciudadano más impávido, entre otras cosas, por la poderosa oposición con la que lidian ambos líderes dentro de sus países: en suelo norteamericano, los republicanos, y en territorio iraní, los conservadores políticos. Pero lo cierto es que si se mide quien retrocedió en sus posiciones desde que comenzaron las negociaciones y quién saldrá más beneficiado -si el acuerdo se transforma en definitivo-, ambas deliberaciones tendrían la misma respuesta: Irán.
A pesar de las quejas de la Guardia Revolucionaria y de otros grupos para-estatales iraníes, y cuando todavía faltan definir los términos del régimen de monitoreo que realizará el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), denominado "Protocolo Adicional"-, Irán accedió a inspecciones sorpresivas y exhaustivas en cualquier planta o ubicación sospechosa. A la vez, también aceptó entregar los planos de construcción de sus centrales nucleares.
Según el denominado "Protocolo Adicional", aplicado en numerosos países, la OIEA debe avisar con anticipación, no menor a las dos horas, cuándo van a monitorear los sitios sospechosos. No obstante, los republicanos estadounidenses exigen que las inspecciones se realicen sin previo aviso y sobre cualquier lugar seleccionado, incluidas las instalaciones militares iraníes, acción que los negociadores persas ya han afirmado que es una "línea roja" imposible de aceptar en un estado soberano.
El ayatolá Ali Khameini, líder supremo -político, militar y religioso- de Irán y "padre" del programa nuclear iraní, declaró que era escéptico sobre las "verdaderas intenciones estadounidenses" hasta que no se levantaran las sanciones económicas que sufre su país. Khameini sabe que es imposible que esto se realice hasta que no se firme el acuerdo definitivo pero su intención es, por un lado, repetir las críticas de los conservadores de su país mientras que por el otro da el visto bueno para que continúen las conversaciones con las potencias occidentales. La estrategia de Khameini es colocarse en el medio de las dos facciones a la vez que fomenta el enfrentamiento entre las mismas, ya que reconoce que en la disputa constante entre los dos extremos del arco político él mantiene su poder indisputable. Por lo pronto, el canciller Zarif, en declaraciones efectuadas en la Universidad de Nueva York este miércoles, aseguró, por primera vez, que Irán aceptará que transcurran "un par de semanas" entre la firma del pacto nuclear y la finalización de las sanciones internacionales y la firma de dicho acuerdo.
Estados Unidos no es un estado que busca la paz en Medio Oriente sin ningún interés propio en la región. Pero Irán tampoco. Ambos estados tienen más de una coincidencia: tratar de influir en el balance de poder de la región, confabular contra gobiernos no deseados y armar a rivales sanguinarios. La indiscutible diferencia es que Estados Unidos ha ocupado territorios para lograr su propósito mientras que la República Islámica no ha invadido nunca a un país extranjero en toda su historia. Para Irán, la ecuación fue siempre la misma: que haya paz, pero sólo si nos beneficia. En eso se emparenta con su infatigable y principal rival en la zona, Arabia Saudita, con quien también coincide en tener un tipo de gobierno conducido por violentas y represivas autoridades y en vulnerar el estado de derecho y de opinión de sus ciudadanos. Cualquier persona que cuestione esta afirmación sobre Irán puede estudiar la acción y reacción de sus líderes durante las elecciones presidenciales de 2009.
Ahora bien ¿por qué Irán busca arreglar con los Estados Unidos luego de casi cuatro décadas de enfrentamientos? Simplemente porque la situación económica no es la de antes, debido a la pronunciada baja de los precios mundiales del petróleo, las sanciones económicas y el apoyo monetario a estados aliados como Siria y/o a organizaciones como el Hezbollah. Tampoco la situación política e histórica es la misma: luego de la llamada "Primavera árabe", Irán reconoce la importancia de un acuerdo pragmático con los Estados Unidos como una posibilidad real de mejorar sus alicaídas finanzas que le permitan seguir alterando el antiguo orden de Medio Oriente donde, en el pasado, sólo Arabia Saudita y los Estados Unidos llevaban la voz cantante. Mientras los sauditas intervienen directamente en un conflicto casi sin solución como el de Yemen, la República Islámica de Irán baraja sus cartas con paciencia y profundiza su influencia indirecta en países como El Líbano, Bahrein, Yemen, Siria, Irak y Afganistán. La firma parcial del acuerdo nuclear con las potencias occidentales, más la reciente captura de la ciudad iraquí de Tikrit con la ayuda de asesores militares iraníes, deja bien en claro que el plan de Irán está dando resultados.