¿Qué sucederá con el Estado Islámico? ¿Rusia llegó para quedarse en la región?
Por Ezequiel Kopel
Estado Islámico
A principios de enero, el primer ministro iraquí, Haider al-Abadi, afirmó que 2016 sería el año de la destrucción de ISIS. No sólo la afirmación del político perteneciente al partido islámico chiíta Dawa (movimiento que fue colocado en el poder luego de la ocupación de Irak por Estados Unidos y que, además, contribuyó en profundizar la división entre chiítas y sunitas del estado iraquí mediante un sinfín de acciones sectarias) es, cuando menos, apresurada.
Si bien los yihadistas del Estado Islámico han perdido terreno en Siria e Irak, una rápida recolección de los hechos acontecidos alrededor del mundo durante el primer mes del año arrojan un panorama contrario a una derrota final de los fundamentalistas. La sunita Arabia Saudita -que comparte ideología con el EI- ejecuta a clérigo chiíta que fomentaba una rebelión en el reino (recordar que la minoría chiíta saudita se encuentra físicamente ubicada en la zona de los pozos petroleros del país), una turba de iraníes destruye la embajada saudí en Teherán como respuesta (en 37 años de Revolución Islámica ya van 9 ataques a embajadas extranjeras en la capital iraní), Arabia Saudita rompe relaciones diplomáticas con Irán, el presidente sirio (de la secta alawita, considerados por la mayoría de los sunitas del mundo como infieles) ordena a su ejército cercar a la ciudad rebelde-sunita de Madaya, el Estado Islámico ataca el centro turístico de Estambul y avanza a pasos agigantados en Libia (rica en petróleo y a pasitos nomás de las costas europeas), Afganistán y Pakistán (el único estado musulmán que posee una bomba atómica) se hunden en una violenta competencia extremista entre el Estado Islámico y el Talibán (quienes controlan tanto o más territorio en el país que al que tenían previo a la invasión estadounidense de 2001), los yihadistas hacen una sangrienta aparición estelar en Indonesia (el estado con mayor número de musulmanes en el mundo), y en África, los ataques de grupos asociados al Estado islámico o Al Qaeda convierten a la zona en el escenario principal de los ataques del radicalismo islámico a nivel mundial (aún mas que Medio Oriente).
En resumidas cuentas: nada más alejado a ver al Estado islámico (o grupos similares en su ferocidad y determinación) desvanecerse de las páginas de noticias desde que hiciera su aparición estelar en 2014 (a pesar de estar en pleno desarrollo desde 2005)
Kurdos
Los kurdos se han convertido en una de las fuerzas más efectivas contra el avance del Estado Islámico desde que se inició su avance. No obstante, su agenda personal dista demasiado de las de los gobiernos de Siria e Irak, por nombrar dos países donde han ampliado su presencia territorial (por ejemplo, en el caso de Siria, los kurdos controlan tres veces más territorio que en el pasado). Es conveniente repasar su historia para entender sus motivaciones actuales: los 30 millones de kurdos son la minoría más grande de Medio Oriente, dejada de lado por el secreto arreglo territorial (el acuerdo Sykes-Picot de 1916) al que llegaron Gran Bretaña y Francia (junto a la zarista Rusia) para dividirse la región en respectivas "zonas de influencia" luego de que se disolviera el Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial y que modificó en gran medida el mapa de la zona tal como lo conocemos al día de hoy. Repartidos entre cuatro países (Turquía, Siria, Irán e Irak) los kurdos no han tenido, en ninguno de ellos, un devenir tranquilo durante el último siglo. Actualmente, los turcos los combaten violentamente como si fueran una "quinta columna" dentro de su estado, los sirios aprueban su avance como una forma de "contrapoder" contra sus enemigos turcos e islamistas varios, los iraquíes toleran su creciente poder en el norte del país más por debilidades propias que por derecho ajeno y los chiítas iraníes continúan reprimiendo violentamente cualquier intención de autonomía para los 4 millones de sunitas kurdos iraníes (recordar que hasta el ayatolá Khomeini llegó a declararles una "guerra santa"). No obstante, el proyecto de un Kurdistán controlado por ellos mismos encontró su más insospechada oportunidad cuando el Estado Islámico se apropió de Mosul en 2014 y escindió el norte y oeste de Irak del gobierno chiíta de Bagdad. Durante el transcurso de ese periodo, el gobierno autónomo kurdo, encabezado por Masoud Barziani -antiguo líder independentista- exigió por primera vez en la historia de la lucha por la liberación kurda un referéndum que trate la independencia de la región del Kurdistán. Su argumento: la región ya no bordeaba con Irak, sino con los dominios del Estado Islámico y el antiguo estado iraquí había dejado de existir. A principios de febrero, el líder kurdo volvió a la carga cuando solicitó al primer ministro iraquí dinero para la región kurda, que es una zona autónoma pero dependiente del gobierno central iraquí. El pedido no pudo ser satisfecho por Haider al-Abadi debido a que las arcas de Irak están vacías por la caída del precio del petróleo y Barzani aprovechó la oportunidad para volver a exigir un referéndum al afirmar que Irak no podía cumplir con sus obligaciones gubernamentales con parte su población.
Con un gobierno iraquí debilitado y concentrado en repeler al Estado Islámico, el mayor enemigo de la independencia kurda parece no ser sólo el fundamentalismo, las grandes potencias (que los necesitan para avanzar en la lucha contra el Estado Islámico) ni los líderes de los estados de los cuales pretenden separase, si no ellos mismos. Divididos en dos facciones políticamente diferenciadas, una más de izquierda y otra más piramidal y autoritaria (la primera asentada en Turquía y Siria, la segunda en Irak) su futuro parece depender más del momento indicado en el que decidan comprometer y limitar su expansión, llegar a un arreglo intermedio (como el alcanzado por Barzani y su familia con el presidente turco por el cual exportan petróleo mediante un oleoducto hacia Turquía) y lograr la promesa incumplida por los poderes occidentales (más precisamente Gran Bretaña) y el gobierno turco en el tratado de Sevres de 1920 (acuerdo que superaba en severidad al europeo Tratado de Versalles y fue suprimido por la oposición turca nacionalista encabezada por el mítico líder Ataturk).
Arabia Saudita
La monarquía que custodia los lugares santos musulmanes de La Meca y Medina está extrayendo petróleo en los niveles más altos de los últimos 35 años- junto a su correspondiente presión en baja sobre los precios mundiales del crudo- desde que fue descubierto en la zona de Dhahram durante 1938. Sus objetivos son múltiples: por una parte debilitar a la industria petrolera de su aliado estadounidense, enfocada en desarrollar pozos de petróleo no convencional ("shale oil"), golpear a Rusia (que apoya a Assad -enemigo de los sauditas- en Siria y además compite económicamente con ellos) e Irán (su rival regional).
En noviembre de 2014, Arabia Saudita bloqueó un pedido de los países más pobres de la OPEP de ponerle un "límite" a la producción global de petróleo. Para motorizar la medida, los sauditas contaron con el apoyo de Venezuela y algunos países del Golfo Pérsico, que vieron en la medida la posibilidad de destruir a sus rivales de la industria de petróleo no convencional (concentrada en Estados Unidos y Canadá) los cuales amenazaban sus finanzas. La arriesgada jugada terminó por perjudicar tanto a las empresas privadas estadounidenses (la mitad de los productores de petróleo shale de Estados Unidos podría ir a la quiebra antes de que el mercado de crudo alcance el equilibrio) como a grandes empresas petroleras estatales sin la cobertura de grandes reservas de divisas en sus respectivos países como quedó de manifiesto con los actuales sufrimientos económicos de miembros de la OPEP como Venezuela (el petróleo representa el 19, 2 de su PBI) o Argelia (29,3 del PBI). En cambio, Arabia Saudita (56,8 del PBI) y Rusia (21,3 del PBI) -los mayores productores mundiales de crudo- han acumulado importantes reservas durante el período de altos precios del petróleo que ahora utilizan para financiar un déficit presupuestario y sostener el gasto. (Irán es un caso aparte ya que si logra ingresar en el mercado el doble del petróleo comercializado el año pasado -al suprimirse las sanciones en su contra- puede llegar a alcanzar un importante respiro económico).
Rusia, que si para hacer frente al bajo precio del petróleo continúa "gastando" al ritmo actual agotará sus reservas en 2017, depende del líder y ejecutor de la OPEP, Arabia Saudita y Estados Unidos para limitar la producción de petróleo y así comenzar a estabilizar los precios. Sin embargo, los sauditas, con más de 600 mil millones de dólares en reservas y una producción de 10 millones de barriles de petróleo por día (más de 5 veces el número que proyecta alcanzar Irán), parece no ser propenso a aliviar las urgencias de un competidor económico como Estados Unidos -además del enojo que produjo en Riyadh el acuerdo nuclear con los iraníes- ceder parte de su mercado a un némesis histórico como Irán o ayudar a un país con intereses opuestos en la región como Rusia (que ha reducido sus exportaciones al número más bajo en 5 años). Para los saudíes, la ecuación es siempre la misma, parafraseando a George W. Bush, "O están con nosotros o en contra".
Rusia
Rusia está avanzando con sus objetivos en Siria- garantizando la continuidad del gobierno de su aliado Basher Al Assad y debilitando la incipiente presencia saudita de dicho país- mediante su devastadora fuerza aérea y sus "bombas racimo" (que por su indiscriminado poder destructivo han sido prohibidas por 98 países). Los rusos atacan de vez en cuando al Estado Islámico y concentran sus ataques contra otras fuerzas rebeldes al gobierno sirio -en su mayoría islamistas- junto a su respectiva población civil-. La explicación del por qué de sus objetivos se encuentra más adentro de los límites rusos que fuera de ellos: la "cuestión chechena", situación por el momento contenida con la ayuda de un violento político islámico aliado a Moscú, pero no sellada ni resuelta.
El gobierno encabezado por Vladimir Putin comparte las conclusiones de sus servicios de seguridad (bien versados en la ideología salafista radical) y considera a la amenaza del Estado Islámico en Rusia como exagerada y que el verdadero peligro se encuentra en otros grupos radicales islámicos "con mejor prensa" como Al Nusra o Ahrar ash-Sham. Cualquier experto en la zona del Cáucaso podrá ejemplificar que sus habitantes no están dispuestos a arrodillarse ante nadie o a someterse a un autoridad extranjera como la que dice representar el Estado Islámico con su supuesto Califato "flojo de papeles". Movimientos como Al Nusra (que significa "Frente de Asistencia" y responde a Al Qaeda) no arroja tal problema para chechenos o lezguinos pues no dicen representar un Califato, lo que implica que aceptar su asistencia no necesariamente significa subordinarse a ellos. Asimismo, y hasta el momento, Al Nusra, y no el Estado Islámico, es la fuerza más efectiva contra las fuerzas gubernamentales sirias y la que más cerca se encuentra de sus controlados centros de población, por lo tanto es la que representa el mayor "riesgo" para los intereses rusos, enfocados en la continuidad de Assad. Más impactante que la destrucción indiscriminada causada por los bombardeos de Rusia es el silencio ensordecedor de la comunidad internacional.
Todos los hospitales del norte de Aleppo han sido destruidos -el este de la ciudad parece Stalingrado en la década del 40- y, al menos, 80 mil nuevos refugiados huyeron en el preciso instante en que una "cumbre de paz y una conferencia de "donantes humanitarios" suponía su protección. No obstante, la victoria rusa de hoy puede ser su derrota en los años venideros: islamistas y yihadistas sunitas continúan ocupando el vacío dejado por el Estado Sirio encabezado por la despreciada minoría alawita, y mantienen su estrategia de posicionarse como los únicos capaces de ayudar a los civiles más desfavorecidos por el conflicto sirio. Situación que, de seguro, aumentará su apoyo interno y alimentará la disputa sectaria y regional. Asimismo, es importante recordar que el bajo precio del petróleo mundial definió el resultado de las aventuras militares rusas en el extranjero, como fue el caso de su guerra en Afganistán, donde tuvieron que retirarse a pesar de no haber sido derrotados. Por lo pronto, cualquier actor, político o militar, que quiera intervenir en Siria se verá obligado a enfrentarse con Rusia o, al menos, tener que hablar o cooperar con ellos como queda en evidencia en el nuevo cese al fuego declarado ayer. Según una anécdota que circuló en la conferencia de donantes, dos trabajadores sociales sirios se acercaron al secretario de Estado estadounidense y le preguntaron por qué no había hecho lo suficiente para proteger a los civiles sirios, a lo que John Kerry respondió: "¿qué quieren que haga? ¿Ir a la guerra con Rusia?".