¿Y ahora qué pasa eh? Una lectura del libro de Leandro Lozano

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¿Y ahora qué pasa eh? Una lectura del libro de Leandro Lozano

02 Abril 2016

Por Jorge Hardmeier

Y se dio la vuelta y agarró mi mano.
Y dijo que yo había perdido el control otra vez.
Y de qué modo nunca sabré por qué o lo entenderé.
Dijo que yo había perdido el control otra vez.

(“She’s lost control”; Joy Division)

Todo es una mierda fue editado por la editorial chilena La Polla Literaria en 2014. Se tejen, en torno a esta publicación, diversos mitos y conjeturas: la primera es que el tal Lozano es el seudónimo de un reconocido poeta argentino que decidió publicar bajo tal nombre una serie de textos que no responden a la estética de su producción habitual. La segunda es que el supuesto autor es un músico de renombre y excelso guitarrista que evitó interferir con este libro en la llegada que su producción musical genera en sus seguidores. Otros rumorean que es la traducción del poemario de un poeta norteamericano desconocido. Además de estas conjeturas, referidas al libro en sí mismo, existen otras, entre ellas: que Lozano reside en el barrio porteño de Caballito; que el texto es una mala traducción de un libro inédito de Charles Bukowski o, inclusive, que es la producción de un grupo de amigos de la localidad de Laferrere. Nada de esto es comprobable.

Me remitiré solamente al texto tal cual fue editado por la editorial chilena.

Los poemas o prosas poéticas del libro remiten a una cierta estética cercana al rock y específicamente al punk rock. Una constante disconformidad y confusión recorren los textos de Todo es una mierda. Sin embargo, el autor presenta una suerte de pensamiento o disquisiciones cercanas a intentar paliar ese desorden físico y mental. Tal intento se torna arduo: el paisaje y la realidad se presentan, ya, desordenados, confusos, hostiles. Una hostilidad previa. Un cierto nihilismo recorre este libro de Leandro Lozano: "Todo lo que abandoné quedó cerca esperando que me vuelva a equivocar”.

Escribe el autor en una de las breves prosas que conforman el libro: "Tengo un amigo que es aviador y tiene horas de vuelo todas las semanas. Se me ocurrió decirle, mientras tomábamos una cerveza, que me lleve como acompañante en uno de sus vuelos. Solo quiero probar si desde el aire puedo ver más chica mi confusión".

La obsesión es esa: paliar la confusión y el desorden, pero lo que detiene ese intento de modificación del estado de las cosas es, tal vez, el miedo: "Puede ser la palabra miedo que no cambie nunca de lugar en mi cuerpo".

Luego se presentan lo que podemos llamar paliativos a ese supuesto desorden que deviene, varias veces, en aburrimiento: el alcohol, los excesos, las imágenes de mujeres bellas. Tal situación puede conducir al abandono, ese estado contra el cual lucha, denodadamente, el autor de estos textos: los pibes de su barrio, beben en la esquina: "creo que esa forma de abandonarse ya es un oficio para ellos".

En cierto pasaje, tal vez sin proponérselo, el autor parafrasea el nada es verdad, todo está permitido, de William Burroughs. Lo de Lozano es, tal vez, más lacónico y desesperanzador: "Nada es importante".

¿Y la muerte, entonces? Eso que torna todo absurdo según el escritor austríaco Thomas Bernhard y que genera la importancia fingida de ciertas cosas y tareas. "Me senté a mirar fotos viejas de personas/ sonriendo, brindando. / Nada en esas fotos hablaba / De muerte".

Es que de eso no se habla. Si no, tal vez, no habría futuro. De hecho, no lo hay o es escaso.

 

Leandro Lozano (2014) Todo es una mierda, Santiago de Chile: La polla literaria.