"Tal vez sería mejor seguir así: sin Nobel"
Por Pablo Ramos
Oh, ¿Dónde has estado
mi querido hijo de ojos azules?
¿dónde has estado,
mi joven querido?.
He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos...
Y es parte de una linda letra de una linda canción. Tal vez como poema, si estuviéramos en el siglo XIX y Edgar Allan Poe jamás hubiese existido podríamos considerar un premio al poeta. Pero ya es medio raro escribir así, aunque a mí me gustan ese tipo de poemas. Sobre todo ese tipo de letras, metidas en una melodía. Ahora ¿El PREMIO NOBEL de Literatura? ¿El que no le dieron a Onetti, ni a Borges? No sé si deprimirme o sentir como argentino que tenemos una oportunidad. Tal vez, dada esta importancia a las letras en el rock, tengamos un futuro Nobel en Fito Paez, si se decide a seguir escribiendo novelas. O… mejor no. Tal vez sería mejor seguir así: sin Nobel.
Yo no soy un fanático de Dylan, de Dylan Tomas sí, pero de Bob no tanto. Él tampoco necesita que yo lo sea. Me aburre mucho, sus melodías me parecen repetidas, monótonas, anti-musicales (como le diría Eddie Pequenino al cordobés de Olmedo) pero reconozco que no o pueden entender, ello lo adoran. Excepto el Chino, que piensa como yo. Y si a la mayoría le gusta, supongo, que es un gran músico, que soy yo el problema.
En el listado del premio, estaba entre otros Murakami, que muy pal premio no es. Prefiero a Bob... Marley. Pero había otro que se olvidaron de leer. Digo yo… Phillip Roth.
¿PHILLIP ROTH?
¿Hermano de Cecilia?
No, no. Un escritor
Uh, ¿Escribe? ¿Qué canción escribió?
No nos dimos cuenta, no tuvimos tiempo de leerlo.
Uno no puede leer todo a la hora de dar un premio de un millón de dólares que se supone prestigioso.
¿Elegía?
¿Patrimonio?
En que tonalidad está. ¿Está en La menor? ¿o en LA?
en LA, LA CONCHA DE TU MADRE me gustaría gritarle al jurado
a ver...
de Elegía (la hija del muerto dice esto en su funeral)
“Mi padre quería a sus padres y debía estar cerca de ellos. Yo no deseaba que estuviera solo, enterrado en cualquier parte. —Guardó un momento de silencio para serenarse. Era una mujer de unos treinta y cinco años, de facciones delicadas y belleza sencilla, como la de su madre, y no imponía con su presencia, ni siquiera daba una impresión de valor, sino que parecía una abrumada chiquita de diez años. Se volvió hacia el ataúd, tomó un puñado de tierra y, antes de dejarlo caer sobre la tapa, dijo pausadamente, todavía con el aire de una muchacha perpleja—: Bueno, esto es todo. No podemos hacer nada más, papá”
Dios Santo, quien no sienta y entienda que esto es GRAN LITERATURA, haga de cuenta que no acaba de leer nada. ¿Total, a quien le importa todo esto?