Abelardo Castillo: la escritura como un trabajo espiritual
Por Santiago Asorey*
Ayer murió el escritor Abelardo Castillo, me enteré leyendo noticias en Internet. Hace un tiempo que vengo desconectado de la literatura, muy tapado por la militancia. Al principio no quise sentir nada. Quise negar lo que había pasado. Ver si lograba hacerlo pasar como una noticia más. Pero no pude, en muy poco tiempo me empecé angustiar. Murió el maestro de mi maestro, Pablo Ramos. Todo lo que aprendí de cómo escribir en serio se lo debó a Pablo y sé cuánto siente que le debe él a Castillo: uno de los más grandes escritores que dio esta tierra. Un escritor que me narró secretos de mi vida al oído. Por eso le debó mucho yo también.
Mi cuento 1979 de Manuales de Felicidad es un intento torpe de homenajearlo con la rescritura de su cuento Macabeo. Hace tiempo que no leo su literatura, pero tengo la impresión viva de la huella de muchos de sus cuentos. Textos como la Madre de Ernesto, La fornicación es un pájaro lúgubre, Carpe diem o Los ritos, están perfectamente vivos en mí. Quiero decir, la huella espiritual de su prosa, como la piedra que cae en un estanque de la cual habla Juan José Manauta para describir la unidad de efecto del cuento. Creo que su libro “Ser escritor” es, junto a los "Diarios" de John Cheever, uno de los libros fundamentales para cualquier persona que intente escribir en serio y entienda que la literatura antes que un oficio, es un destino.
Castillo fue el maestro de mi maestro y en cierta medida fue mi maestro también, aunque no lo haya conocido personalmente. Ayer, tras enterarme de que falleció, fui a cenar con Pablo a su casa en La Paternal. Tenía la necesidad de estar cerca de él y acompañarlo. Y Pablo me recordó una enseñanza que a él le había enseñado Castillo y él me enseñó a mí, mucho tiempo después. Cuando uno corrige un texto, uno corrige persona, la experiencia de la escritura es transformadora, transforma el texto pero también nos transforma a nosotros mismos. Por eso mismo, la literatura es necesariamente una aventura moral, porque la vida es una aventura moral. Esa idea que le debo a Pablo también es una deuda con Abelardo Castillo que lo dice mucho mejor que yo, por eso lo voy citar a él: “En cuarenta años de literatura aprendí dos o tres cosas más, por decirlo así, son de orden moral. Por ejemplo: corregir encarnizadamente un texto no es una tarea retórica o estilística, es un trabajo espiritual. Paul Valéry ya habló de la ética de la forma: corregir es una empresa espiritual de rectificación de uno mismo.”
*Escritor, periodista de la AGENCIA PACO URONDO, publicó su primer libro de cuentos Manuales de Felicidad en el año 2015. Participó de los talleres literarios de Pablo Ramos durante casi diez años.