Crónica de tres marchas en dos días
Foto: Carlos D. Pérez
Por Lucas De París
Era más fácil esperar que otra persona describa mejor lo vivido en estos últimos días. Seguro alguien más encuentre las palabras adecuadas. Pero cuando uno es tan protagonista de los hechos, de estos hechos, es difícil callar sin ceder también la disputa por el sentido de lo que estuvo pasando en la calle.
Estoy convencido que fuimos protagonistas del hecho de mayor relevancia política, de los días más gloriosos para nuestra generación. Aún con el sinsabor del saqueo aprobado en el Congreso. Aún con la angustia de los mensajes de lxs cercanos de "cuidate", "no vayas por favor". Aún con el recuerdo del olor a gas y el dolor de familias llorando.
Es que en estos días asistimos a la transformación de algo superador a cualquier ley, fuimos parte de la transformación de la memoria colectiva. Porque ninguna marcha volverá a ser igual con el antecedente de la feroz represión del jueves 14/12, ningún día se podrá comparar con el lunes 18/12 y ningún agotamiento será más satisfactorio que el que tengo ahora escribiendo estas lineas, después de marchar al Congreso tres veces en dos días.
El lunes, al igual que el jueves, el pueblo ocupó la plaza del Congreso mientras allí se sesionaba. El enfrentamiento entre la policía y un grupo organizado menor no fue representativo de lo que sucedía metros más atrás. De todas maneras, después de todo esto, gas en el subte, palazos a jubiladxs, una moto pasándole por arriba a un pibe, un camión de policía atropellando a otra persona. Escribe Grimson: "Quienes justifican una represión que ataca a personas ancianas, a ciudadanos de a pie que son atropellados, a miles de jóvenes que son gaseados, porque existen unos grupos violentos, deberían preguntarse si por ese camino no terminarán justificando acciones irreparables".
La respuesta de la sociedad a estos hechos fue contundente. Una interpretación, tal vez la más linda, es la convicción de que este país le dijo nunca más a cualquier modo de violencia política.A la tarde derrotados, a la noche de pie y de nuevo en marcha.
Quedan imágenes. Gente avanzando por las distintas avenidas de la ciudad con cacerolas, martillos, bombos o lo que fuera. Descontento popular. Un nivel de organización hermoso. Lxs que militamos dimos una mano, nos encontramos en una situación imprevista, jamás imaginada, pero sabiendo que era lo que había que hacer. Familias enteras, parejas, o solitarixs sumándose mientras las columnas avanzaban coreando las pocas y claras consignas que perseguía la movilización. Ecos de otras protestas y de otras épocas que se van acumulando en esa memoria colectiva que volvió a hacerse presente. Un Congreso repleto espontáneamente a medianoche, un pueblo exigiéndole a sus representantes. Fiesta popular. Fiesta democrática. El mejor país del mundo.
Pero el gobierno del diálogo y el consenso lo hizo de nuevo. Tres am y otra vez el sonido de las motos, otra vez las balas, otra vez las corridas.
Al otro día se redobló la apuesta y lo que parecía algo aislado terminó otra vez con marcha y concentración en el Congreso. Otra vez los cantos, otra vez la organización, aún con la reforma previsional aprobaba, pero con más ajuste por delante.
Quedan dudas. ¿Será este el gesto de unidad que necesitábamos tanto como sociedad como en la política superestructural para enfrentar al macrismo? Ante esta respuesta popular, ¿pagará Cambiemos algún costo político por aprobar una ley netamente antipopular?
Las cosas no son ni van a ser fáciles para el gobierno. Mucho menos para nosotrxs. Pero en estos días nos llenamos de esperanza y de fe en nuestra sociedad. Acá estamos y seguiremos estando.