Aborto: cuerpos colonizados o cuerpos autónomos
Por Julia Pascolini
Aseguró Infobae la semana pasada: “En ninguno de los proyectos presentados se establece que las mujeres, deseosas de ser dueñas de su propio cuerpo, como si no fuera así, tengan que contar con el consentimiento del hombre que fecundó el óvulo para abortar".
En el marco de la discusión que se está llevando adelante en la Cámara de Diputados de la Nación acerca de la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, los medios de comunicación cumplen un rol fundamental. Cargan consigo no sólo la tarea de acercar a la comunidad información vinculada a cuestiones teóricas y constitucionales sino también el compromiso político y civil de hacerlo de forma responsable y poniendo en contexto los temas pertinentes.
La semana pasada, más de cuatrocientas actrices argentinas firmaron la primera de muchas cartas dirigidas a las/os diputadas/os con el objetivo de mostrar su apoyo y exigir la legalización del aborto. Las siguieron las escritoras, las trabajadoras de medios audiovisuales, las fotógrafas y las comunicadoras bajo la consigna “Abortar es un derecho, nuestro compromiso comunicarlo con responsabilidad”
Artículos como el publicado por Infobae aportan a la desinformación no sólo por la forma desde la que es abordado sino porque omite hechos que son clave para entender bajo qué fundamentos es exigida la despenalización y legalización del aborto.
No es la primera vez que la derecha deslegitima la lucha de corrientes populares manipulando en su contra los conceptos que éstas utilizan para designar una práctica o un sistema de poder -machismo en este caso.
Hicieron uso, también, de la idea de “antiimperialismo” para explicar por qué no debe legalizarse el aborto. Sería algo así como: “el imperio quiere que Argentina sea débil demográficamente para poder invadirla”. Parece irónico que hablen del imperio para exigir la condena de las personas gestantes y de las/os profesionales que apoyan la interrupción voluntaria del embarazo pero desconozcan (o no) el imperio farmacéutico oculto detrás del negocio de la clandestinidad (15 millones de pesos anuales según datos aportados por el propio Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (SAFyB); entre 5 mil y 20 mil pesos argentinos por aborto según las condiciones).
El artículo citado acusa que los proyectos de ley que promueven la legalización del aborto tienen un carácter machista. El fundamento de esta afirmación es que si la opinión del varón no es contemplada a la hora de interrumpir voluntariamente un embarazo, automáticamente perdería la obligación legal, económica y simbólica de acompañar a las/os hijas/os en caso que la justicia intervenga. El feto sería entonces “propiedad” (así lo describe) solo de la persona gestante. Su cuerpo deviene en mercancía de gestación, en objeto, en propiedad.
El debate que se plantea pierde de vista algunas cuestiones claves. En primer lugar la decisión autónoma de la mujer sobre su propio cuerpo: la decisión de llevar o no adelante un embarazo que durará nueve meses, que no es deseado. Olvida también que el número de personas gestantes que interrumpen el embarazo (300.000/500.000 al año según el último informe de la fundación Soberanía Sanitaria que tiene como base la investigación de Edith Pantelides y Silvia Mario en 2005) no es equivalente al número de varones que participaron del acto sexual y que permanecen junto a ellas durante el embarazo, mucho menos durante su interrupción. La excusa a la que accede el autor tiene la misma carga simbólica que la de los grupos pro-vida que niegan la existencia del aborto y la criminalizan.
Se desprende entonces que el cuerpo de de la persona gestante, de acuerdo con esta línea editorial, es objeto de opinión y discusión, mercancía, es el poder económico haciendo negocios, es el lucro farmacéutico. Es la colonización del cuerpo que no se rige por las normas de masculinidad patriarcal, es el sistema que rompe con modalidades violentas de explotación. Todo lo que sucede sobre estos cuerpos, los colonizados, los olvidados, los vendidos, existe porque hay un sistema que rige sus normas morales y legales a partir de las lógicas de sometedor y sometido(a).
A partir de esto podemos concluir que la responsabilidad de los medios de comunicación para tratar temas semejantes es mayor de lo que parece o podemos racionalizar a simple vista. La creación y difusión de sentidos nuevos -pero de lógica arcaica- aportan a la banalización y desinformación. La opinión divorciada del análisis crítico, de los hechos, del contexto se vuelve irresponsable; especialmente cuando hablamos de líneas editoriales hegemónicas económica y simbólicamente. Por fuera de la opinión la práctica del aborto es un hecho que choca de frente a medio millón de personas por año, cuerpos autónomos pero subordinados a un sistema que los explota y obliga a ser lo que sea rentable económicamente. Abortar es un derecho, nuestro compromiso comunicarlo con responsabilidad.