La falsa unidad o el oportunismo del voto, por Juan Ciucci
Por Juan Manuel Ciucci
Foto M.A.F.I.A
El año electoral trae adherido cierto espíritu oportunista que en ocasiones puede volverse tragicómico. Es aquel que permite fotos tan inverosímiles como la del ex izquierdista Humberto Tumini junto al derechista Juan Manuel Urtubey. Nadie termina de entender qué buscan con esa extraña unidad este tipo de personajes, pero la fiebre electoral le da un marco que si bien no explica mucho, al menos contextualiza tamaño ridículo.
Lo que en otras fuerzas puede movernos a risa, nos llena de preocupación cuando pasa en nuestro Movimiento. Y en especial cuando refuerza viejos dogmas de "unionismo" que han traído poco bien en el pasado, y que no avizoran ninguno para el futuro. Montado sobre el mito de la realpolitik, se intenta imponer una necesidad de unidad con quienes hasta ayer nos separaban banderas infranqueables, o que su propio accionar los han ido dejando por fuera de la historia. Y falta la mirada estratégica para comprender esto, y saber que en ciertos momentos hay sumas que restan.
El peronismo que apostó fuerte a un macrismo que pudiera encarnar una "derecha democrática" bien a su gusto, hoy ve que está a punto de quedarse sin nada, y recula. En ese trastabillar, comienza a tejer redes hacia la única referente política en condiciones de ganarle la elección a la Alianza Cambiemos: Cristina Fernández de Kirchner. Después de querer hundirla y borrarla del mapa político, después de incentivar la cacería judicial de que es objeto, después de injuriar a la militancia que la reconoce como su conductora; intentan imponer un "borrón y cuenta nueva" que les permita salvar las ropas en la cruzada popular que se avecina. E intentan así sumarse al gran frente patriótico que se conformará contra la derecha cambiaria.
Retornamos aquí al problema que nos preocupa: más allá de esos intentos, la cuestión es qué pretendemos con la unidad y qué lastres estamos dispuestas/os a asumir en su búsqueda. Los retardatarios y los reaccionarios que aún no hemos purgado dentro del Movimiento son los primeros que se muestran gustosos a darles la bienvenida al grito de "ganemos". Esa euforia por el triunfo no les permite ver cuánto podemos perder con esos paquetes adentro. Y mas grave aún: los muestra reacios a otras uniones que se vienen gestando, que responden a valores del futuro y que no ven posibles tras la excusa de los "pocos votos" que suponen sumarían. Así, la agenda que podemos encarar en este año tiene el riesgo de volverse la nada misma, con frases grandilocuentes ante el peligro real que significan 4 años más de Cambiemos.
El caso más interesante hoy es el proyecto de Ley de Interrupción voluntaria del embarazo. El tema que ganó la agenda social y política del 2018, que impulsó las movilizaciones más masivas y dinámicas, que permitió la politización de importantes sectores de nuestra sociedad; corre el riesgo de quedarse por fuera de los temas que se debatan de cara a la elección presidencial. "Para no generar divisiones" se propone clausurarlo, en pos de que los "pañuelos verdes y celestes" voten juntos. Así, se le da lugar a grupos de acción que representan el pasado y la militancia antiderechos; en lugar de plantarse sobre esta demanda y abrirse a una nueva forma de entender la política y de romper con los temores "realpolitikos".
El emergente de políticos y candidatos por fuera de lo esperable (e incluso tolerable, como en Brasil o EEUU), nos habla de un cansancio renovado ante la casta política y su inoperancia. Cierto espíritu que está cosechando el macrismo con un rechazo a su gestión, de la mano de un rechazo a la cosa política y un alejamiento de la militancia partidaria. La necesidad de un impulso renovador es evidente ya, y fue parte de las autocríticas que como espacio político nos hicimos al intentar entender la derrota de 2015. El nuevo tiempo electoral ha borrado esos tenues debates, y el ahora parece ser para muchos un tiempo de silencio y obediencia en plan de campaña.
Aquello no saldado retornará más temprano que tarde, y un plan de acción ante un eventual triunfo debería ser una exigencia militante del hoy. Si muchas veces dijimos que un problema arrastrado fue la falta de planificación, de cara a una elección fundamental para nuestro país no debemos repetir los errores que nos trajeron a este presente. Ante este oportunismo del voto, exigir un programa parece un exceso e intentar una unidad sin retrocesos se supone un lujo de puristas. Falta claridad para ver que se impone una nueva forma de la política, mas embebida de los bríos feministas, disidentes y libertarios, que del anquilosado dogma pejotista. El Movimiento debe retomar algunas viejas banderas para llevarlas a la victoria, con la claridad para elegir las que aún hoy pueden conmover nuestros cimientos. Ni más ni menos que eso nos reclama el presente, ante esta debacle que nos impuso la Alianza Cambiemos. Volvamos pues a decir junto a Evita: "El peronismo será revolucionario o no será nada".