Laura Azcurra: "En estos tiempos de mucha tristeza e intolerancia, hacer comedia es muy disfrutable"

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Laura Azcurra: "En estos tiempos de mucha tristeza e intolerancia, hacer comedia es muy disfrutable"

14 Julio 2019

Fotos: Natalia Pasquino

Por Ezequiel Palacio

Laura Azcurra es actriz de teatro, cine y televisión. Conductora y bailadora de flamenco. Hablamos sobre lo que le dejan estos seis años integrando el elenco de la multipremiada obra TOC-TOC y principalmente sobre su militancia feminista en el Colectivo de Mujeres Actrices. “Nosotras no vamos a poder derribar el patriarcado en la medida en que el capitalismo siga rigiendo. El patriarcado es el hijo legítimo del capitalismo”.

Arte y política

 

Agencia Paco Urondo: ¿Qué te dejan estos seis años en Toc-Toc?

Laura Azcurra: Primero me deja un grupo de amigos, una familia. Porque eso es lo que somos y también eso es lo que ha hecho que se pueda sostener con la prolijidad y la imperturbabilidad que tenemos arriba del escenario.

Hay un compromiso. Somos todos muy bichos de teatro. Y defendimos el proyecto con la enorme responsabilidad que significa estar en un escenario de estas características, con una obra que cuenta lo que cuenta y con la confianza del público que viene a ver una obra con la que sabe, se va a divertir seguro.

Es una vara muy alta la que tenemos que sostener. Hemos tenido acá espectadores que han venido por primera vez al teatro; gente que nunca había ido y que supo por un familiar y la pasó re bien. Nunca habían sentido esa liturgia de ir al teatro: sacar una entrada, organizar la noche, la cena, venir hasta acá, apagar el celular. Es realmente una ceremonia muy hermosa que en este siglo XXI cuesta coordinar. Después estamos los fieles que no podemos vivir sin teatro. Sabemos que vamos a extrañar esto y lo que sucede en esta sala. La gente se divierte y eso es sagrado hoy por hoy. Que la gente se ría a carcajadas es un valor muy fuerte. Lo que sucede acá es medio un oasis en relación a lo que sucede afuera.

Pero es lo que sucede con el teatro en general. Todos nos entregamos a esta historia que va a pasar: actores y público. Hacer comedia es muy disfrutable. Mucho más en estos tiempos donde hay mucha tristeza, mucha intolerancia. Donde hay muchas injusticias y enojos. No hay empatía, sobre todo los gobernantes no tuvieron empatía estos últimos años. Más allá del contexto global, pero no es un detalle menor, porque son los capitanes del barco. Entonces sí, tenemos mucha responsabilidad en hacer teatro y comedia. No dejar que, a pesar de todo esto, nos quiten la alegría, porque ahí si ganarían definitivamente. Esta es mi plegaria de todos los días: que no me quiten la alegría, no voy a dejar que en esa ganen.

 

APU: Es una batalla que hay que dar.

LA: Es una batalla permanente y diaria. Pero es la batalla de la vida también. Estamos en un momento interesante. En un momento social y global muy interesante. No solamente acá, que estamos exigiendo a viva voz y, sobre todo el movimiento de mujeres, exigiendo y pidiendo nuestros derechos. No solamente eso, sino que hay estructuras mucho más fuertes y añejas que se están cayendo realmente.

Hay una nueva forma de empezar a pensarnos y eso genera mucha inestabilidad y por ende mucha incomodidad, porque no estarían cumpliéndose los mandatos ni las formas de las cuales estuvimos disciplinados durante tantos siglos. Entonces es un momento muy bisagra.

 

APU: Bueno, te fuiste metiendo sola en el tema (risas). El arte y la política para mí van de la mano…

LA: Todo es político. Decidir si comprás una botella de plástico o de vidrio es político.

Colectivo de Actrices

APU: Qué perspectiva tenés con relación al colectivo de actrices, al movimiento feminista, ¿cómo lo ves? ¿Qué analizás?

LA: Desde nuestra colectiva, joven colectiva de un año y medio, es un espacio que se está formando, se está haciendo, en el cual nosotras nos estamos deconstruyendo, como mujeres y como compañeras de un mismo laburo, donde contemplamos un montón de factores que tienen que ver con nuestro trabajo. Y que claramente el movimiento de mujeres nos atraviesa también a nosotras, en cuestionarnos muchas cosas: desde la belleza hegemónica hasta los personajes que interpretamos, las historias que contamos. Y como tomamos partido o no en esta ebullición social. Yo creo que este es un espacio de refugio y que también nos unió espontáneamente. Fue en gran parte por lo que representa nuestro trabajo: encarnar a otras personas y tratar de percibir cómo es esa vida y ese mundo. Desde este lugar nos atravesó la empatía y comprendimos que estamos todos muy desiguales en muchos aspectos. Entendemos que la interrupción voluntaria del embarazo tiene que ser una cuestión de salud y educación y que es urgente. Eso nos pasó genuinamente a todas.

Nos atravesó que se iba a volver a tratar un proyecto que se presentaba por séptima vez, que está hablando de la salud de las mujeres y que está contemplando poder abrazar a un montón de mujeres que ya están excluidas de un montón de lugares: trabajo, educación, espacios laborales y ¿también desde la salud vamos a seguir excluidas?

Esta unión fue genuina y espontánea. Nos fuimos llamando algunas compañeras, unas no nos conocemos mucho, con otras habíamos trabajado alguna vez. Es muy fuerte cuando nos organizamos y nos unimos, seamos mujeres u hombres también. En este caso nos abraza la profesión y somos un granito de arena en todo el movimiento de mujeres que viene trabajando hace décadas.

Lo hacemos con muchísimo respeto y sabiendo que tenemos una visibilidad y exposición muy fuertes por la profesión que elegimos y que nos tenemos que hacer cargo de la llegada contundente a la gente y a la hora de tener que informar una situación. Somos conscientes que esto es un acto de mucha responsabilidad. Y lo queremos cuidar y tratar como tal.

APU: Charlando con varones escucho una singularidad que es: apoyo al movimiento feminista, sí, pero… ¿cómo te resuena ese “sí, pero”?

LA: Yo siempre voy por la positiva. ¡¡También hay una corriente de mujeres que bien podrían decir “Muerte al Macho!!” y yo no creo que deba ser así. Sí muerte al machismo, entendiéndolo como un género que prevalece o que quiere tener una jerarquía superior a otros géneros. Eso sí no va más, porque marca una desigualdad. Pero entiendo que en ese “sí, pero” de los hombres está escondido el miedo y el vértigo, además de toda una autoevaluación personal, donde ustedes también son víctimas del patriarcado.

A mí me interesa compartir que este movimiento de mujeres es mayoritariamente de mujeres, pero también estamos muy abrazadas por hombres que quieren un cambio. Hombres que quieren sacarse de encima una mochila o un yunque con el que fueron educados y criados por varones machistas y por mujeres machistas. Acá cito a mi madre que siempre dice “somos víctimas de victimas”.

Si lo que pensamos altruistamente es que queremos mejorar la especie y evolucionar está buenísimo que se den estos análisis y pensemos con esperanza que vamos en pos de una sociedad más honesta, mas auténtica, más verdadera, menos careta, menos hipócrita.Y por eso necesitamos exponer que existieron y existen los abortos y que seguirán existiendo en la medida en que no los hablemos y no seamos francos en sacarnos ese estigma. Y que atrás de este pañuelo verde no está sólo la libertad de nuestros cuerpos y nuestros derechos, sino que principalmente, el estado nos garantice el acceso a la salud, a la educación sexual integral, que es lo primero que un ser humano necesita para entender la autonomía de su cuerpo. Y hablo de ser humano de 6 años, no un adolescente que tiene que aprender a ponerse un preservativo, sino un niño de 6 años que está forjando su autoestima y forjando sus límites corporales. Que sepa identificar a tiempo cuando un tío lo toca o la toca y que sepan que eso está mal. Porque el 80% de los abusos son intrafamiliares. Entonces, estamos empezando a sacar varios velos y la generación que la tiene más complicada y le cuesta desarraigar ciertos hábitos, creencias y educación, es la generación de los 40 para arriba. Es un desafío muy grande deshacerse de una mochila pesada para empezar a conformar algo nuevo. Es difícil pero a la vez es muy aliviador.

Lo que pasa es que crecimos con un mandato tan fuerte y contundente, disciplinado principalmente por la Iglesia Católica, a que debíamos ser heterosexuales, casarnos por Iglesia como Dios manda, porque sino ese amor no estaba comprobado. Por supuesto, para tener hijos biológicos y después de todo eso se podía ser feliz. En la diaria de todo eso, hoy, decimos “No, esto no es así”.

¿Cuánta gente vive dentro de ese único esquema para el cual nos disciplinaron en todas partes: sociedad, educación, cultura, publicidad…? Todos, porque ese era el esquema. Y a quien no le gustara eso ¿dónde estaba esa persona? Callada, perseguida, fusilada o muerta. Si una mujer declaraba que no quería ser madre, ¿qué era? La loca. La rebelde. La insensata, la que no quiere a la familia. ¿Qué pasa con esas familias que no pueden tener hijos y desean adoptar? ¿Qué decimos? “Ay, bueno… pobres”.

Todas estas etiquetas, más la exigencia para llegar a ser feliz. La felicidad no es un lugar de llegada. Son lugares espontáneos que duran casi nada. Entonces hablar de esto con una persona muy conservadora y católica hace que entre en estado de cortocircuito y de vértigo porque para esa gente, todo esto que dijimos es la “única forma”.

Es liberador y maravilloso pensarnos auténticos y genuinos y decir “sí, estoy totalmente enamorada de una persona de mi mismo sexo” o “estoy totalmente decidida a no traer una persona biológica a este mundo que esta detonado” o “no puedo concebir una persona biológica pero quiero maternar y quiero paternar y voy a adoptar porque hay personas en este mundo que necesitan de este amor sin importarme la edad que tenga”. Empezar a pensarnos desde estos lugares es fundamental para construirnos mejores. Empezar a cuestionarnos y sacudir estas estructuras que a muches no nos representaban, ni nos representan.

Queremos sacarnos estas exigencias de encima. Que además de todo, ¿quién las puso: la iglesia, la escuela? Estamos pensando con todo este movimiento feminista, entendiéndolo como igual de los géneros, en ser más honestos y verdaderos. Y eso creemos que nos va a hacer evolucionar. Estar en contacto con lo que somos, por ahí está la salud. Eso es lo sano.

Deconstruirse, es la tarea

APU: ¿Qué percibís vos, en la calle, respecto a esta toma de posición?

LA: Estoy totalmente abrazada por el movimiento de mujeres y todes los que están en el camino de la deconstrucción. Por todes los que están haciendo ese trabajo cotidiano de escaneo personal. No es solamente que las leyes sean con perspectiva de género y que lo políticos tomen las decisiones correctas en ese sentido, sino que es un trabajo de cada une, personal y cotidiano. Hay muchos frentes abiertos.

El activismo de uno es una invitación a que el otro se anime a replantearse su presente cotidiano. No hace falta ser parte de una fundación o movimiento para poder ayudar. Es necesaria la empatía también, preguntarse y preocuparse por el otre. La vecina, el de la vuelta, familiares, amigos, compañeros. Un registro un poco más profundo y benévolo del otro con el que nos cruzamos a diario y que podemos ayudar con algo muy simple. Para eso no hay que ser diputado o senador. Que la información sirva para conectarnos, para generar conciencia y fundamentalmente genere acción.

Ya nadie puede decir hoy que de eso o aquello se deben ocupar los políticos. ¿Y vos, de qué te ocupas? ¿Te ocupás de lo que consumís? ¿De cómo reciclas tus desperdicios? ¿De separar o no la basura? Ahí no intervienen los políticos. Eso debe ser una decisión política tuya y de los integrantes de la casa. Bajemos el dedo y que cada uno se haga cargo de estas pequeñas cosas, porque señalar, todos pueden hacerlo. Pero ahora no es momentos de señalamientos. Es momento de debatirnos y profundizar los cambios necesarios. Es momento de mucha templanza además. Está todo muy detonado como para seguir envalentonados sin construir. Ya están las cosas dichas, ahora hay que pasar a la acción. Y cada uno tiene la oportunidad y debe poder hacerlo.No nos lavemos las manos con que los políticos son los únicos que deben hacer. Es momento de articular en equipo.

APU: ¿El movimiento de mujeres está atento a este fenómeno del capitalismo por querer cooptarlo todo?

LA: Nosotras no vamos a poder derribar el patriarcado en la medida en que el capitalismo siga rigiendo. El patriarcado es el hijo legítimo del capitalismo. Oprimir a alguien para que otro se beneficie. Y el patriarcado tiene que ver con eso. Es el mismo concepto. Obviamente, cuando empezamos a abrir la mirada y analizamos de forma macro, es decepcionante y decimos “no lucho más entonces porque es un montón”. Pero somos un montón que nos estamos juntando y nos planteamos estas cuestiones. ¿Qué vamos a hacer con las cosas que se están cayendo? ¿Qué planteamos? ¿Qué proponemos? Estamos en situación de pensarnos. No hay nada determinado, ni una fórmula perfecta. Está todo inestable y debemos decidir qué construimos.