Coronavirus: la peste del siglo XXI y una revalorización del Estado

  • Imagen

Coronavirus: la peste del siglo XXI y una revalorización del Estado

20 Abril 2020

Foto de Majo Grenni

Por Manuela Bares Peralta y Mariel Baiardi *

Albert Camus en su novela “La Peste”, publicada en 1947, describe una sociedad herida por la tragedia de una epidemia. Casi como un paralelismo, el gobierno decide imponer un aislamiento obligatorio sin concesiones. Esa sociedad imaginada por Camus está atravesada por sentimientos humanos como el terror, el aburrimiento y la monotonía, exacerbadas por la peste. En ese contraste difuso, nace un sentido de comunidad, a partir del cual esa sociedad se reconstruye poniendo en crisis los cimientos que la fundaron. Ese relato de Camus tiene un final: la indiferencia deja de ser el motor sobre el que se erige esa sociedad inventada. Acá, el aislamiento todavía no tiene fecha de vencimiento y, las consecuencias económicas de la cuarentena comienzan a notarse. Una industria paralizada, un sistema de salud pública que aún paga las consecuencias de cuatro años de desfinanciamiento y un Presidente que debe gestionar un país en crisis.

La imagen de la novela de Camus aparece casi como una excusa para distanciarnos de esta realidad: el virus se convirtió en una realidad tangible, existe entre nosotros. Las colas en las farmacias y los temores por el posible desabastecimiento comienzan a imprimirse en nuestro subconsciente.

En tiempos donde la discusión pública sobre las brechas está a la orden del día, hay una difícil de analizar: la brecha entre el mundo que fue y el mundo que vendrá. Nos aferramos desesperadamente a todos los sentidos conocidos para pensar otros nuevos que no alcanzamos a vislumbrar. Hay algo, sin embargo, que surge con contundencia: la revalorización de lo público y la necesidad de un Estado fuerte que tome las riendas de la crisis, se enfrentan al daño económico que los Estados sufrirán como destino inevitable, a nivel mundial.

Esa sociedad imaginada por Camus ya no parece tan lejana, los vestigios de la 2da Guerra Mundial que le sirvieron como punto de partida para crear su obra, podrían parecerse a los que vendrán sobre el mundo, una vez que acabe la pandemia.

La urgencia se convierte en la protagonista de la vida de toda la sociedad argentina y sobre ella, irrumpe un nuevo discurso y, quizás también un nuevo liderazgo. Un relato que se construye sobre la marcha y la premura de las necesidades y los acontecimientos. Si bien Alberto es el mismo cuyo capital político recayó en su capacidad de generar consensos y en la permeabilidad de sus palabras para contener al arco político más vasto posible, la situación ya no es la misma. 

En este momento, producto de la emergencia, de la demanda y también de la época: Alberto se erige como un bombero en tiempos de crisis y con paternalismo didáctico decreta el aislamiento obligatorio. Con pulso firme, sin ceder ante un escenario económico frágil y a la luz de las secuelas que la pandemia estaba causando en los países europeos, esa medida puede ser leída como un acto inaugural de esta nueva era. A la par que la figura de Alberto suma adhesiones también crece como un ente indisoluble la figura del Estado. Hasta para sus detractores, el Estado se convierte en la única institución capaz de impartir orden, cuidarnos y brindarnos soluciones mientras dure esta emergencia.

El aislamiento se va a prorrogar y, a medida que pasen los días, las fisuras de ese primer pacto social comenzarán a aparecer. Pero podríamos afirmar  que ningún liderazgo fuerte se construyó sin fisuras y crisis en nuestro país. Alberto tiene un doble desafío: conducir el dispositivo estatal y construir su propia retórica. Si Macri hizo de la grieta su mayor arma discursiva, Fernández deberá plasmar en el suyo los consensos que requiere esta nueva etapa. Una etapa que, por momentos, promete poner en crisis el sistema económico y político en su conjunto y, en otros, parece que sólo lo sacudirá un poco sin romperlo. Para bien o para mal, este tiempo parece haber zanjado una discusión central: sin el Estado nada.

 

*Manuela Bares Peralta (Integrante del Centro de Estudios de Políticas Públicas Comunidad Buenos Aires).

*Mariel Baiardi (Licenciada en Ciencias de la Comunicación con Especialización en Opinión Pública y Comunicación Política).