Red de Ollas Solidarias: la solidaridad, el gran emergente
Por Pablo Ortiz Maldonado
El gobierno argentino es un ejemplo mundial de eficiencia y responsabilidad. El enorme trabajo de los profesionales de la salud y la solidez del sistema sanitario dieron una muestra de que un gobierno con un estado presente llega a tiempo a darle un respaldo a los ciudadanos.
Desde marzo, en nuestro país vivimos una estricta cuarentena debido a la pandemia que desató el Covid 19. Una medida acertada que marcó el primer gran logro del gobierno del Frente de Todos, ubicándonos como ejemplo mundial de cómo tratar una crisis sanitaria. Es una definición trillada afirmar que el Covid 19 afecta a todos, sin importar religión, clase social o nacionalidad. El dato real es que los pobres se perjudican el triple. Una cosa es vivir en cuarentena y “quedarse en casa” teniendo trabajo y techo, otra muy distinta es sufrir la pandemia estando en situación de calle, siendo un desempleado o sin poder cubrir necesidades básicas.
Los que somos clase media y tenemos posibilidades reales, estábamos en marzo preparados para “programar” nuestro año. La pandemia nos cambió los planes, puso en igualdad de condiciones en algunos aspectos a los que más tienen con los que menos tienen y nos hizo replantear varios aspectos de la vida que veníamos llevando. Ya nada sería igual. Desde el barrio, esa es la primera definición que tomamos en ese ya lejano marzo: optar por los pobres, optar por los que viven en la calle, por los marginados de esta democracia. Definimos poner como prioridad número uno a la solidaridad.
En ese marco, se empezó a organizar en toda la Comuna 12, como en todas las demás comunas porteñas, una red invisible compuesta por merenderos, comedores, gremios y vecinas/os que comenzaron a multiplicar el armado de viandas solidarias, bolsones de alimentos y platos de comida. Con el correr de los meses, el armado de la “Red de Ollas Populares” se transformó en el principal eje de trabajo territorial de las organizaciones, vecinos y espacios comunitarios de cada uno de los barrios de la comuna.
Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar y compartir. La buena participación política solidaria le ganó un partido a la mala política, esa que solo se arma desde oscuros escritorios para dividir, operar o sacar tajada propia. En estos años donde el neoliberalismo salvaje nos ofrece más individualismo, más noticias falsas y más racismo entre hermanos y hermanas, el pueblo organizado dejó otra enseñanza. El que realiza una tarea solidaria es más importante que el que simplemente se queda cruzado de brazos.
El gobierno de Alberto y Cristina tuvo buenas medidas desde el primer minuto de la pandemia. La implementación del Ingreso Familiar de Emergencia, la mejora en la red de salud y la asistencia a trabajadores de empresas fueron aciertos con buenas intenciones, que igualmente visibilizaron una desigualdad social en aumento. Las medidas rápidas son sanos reflejos en la emergencia, si se tiene en cuenta que a mediano plazo hay que poner en marcha un modelo destinado a crear dignos puestos de trabajo, que es la única política social que conduce a la justicia. El gobierno prepara una batería de medidas, el pueblo las espera con expectativa y esperanza.
Un punto a favor de estos meses de cuarentena fue la organización comunitaria y algunos organismos del gobierno nacional que se pusieron al servicio de la misma. Todos los días recorremos las calles y vemos a vecinos activos que, muchas veces articulando con las organizaciones políticas, pusieron la agenda en la calle, donde las necesidades están a flor de piel.
En los espacios solidarios, en los merenderos, en las Unidades Básicas, permanece la "mano tendida" como signo de proximidad, solidaridad y amor durante la pandemia. Al mismo tiempo, desde el gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta y desde algunos medios de comunicación pertenecientes al statu quo, el mensaje es de apatía y división, sin dejarse conmover por la pobreza, de la que a menudo son también cómplices. Para el poder económico la indiferencia y el cinismo son su alimento diario. Una gran diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito. De hecho, hay manos tendidas para apretar rápidamente el teclado de una computadora y mover sumas de dinero de una parte del mundo a otra, decretando la riqueza de poderosas oligarquías y la miseria de pueblos. Esa es la única grieta, existió siempre en Argentina, la única receta para cerrar la grieta es la igualdad.
La lucha contra el COVID es una batalla que no termina con el fin de la pandemia, esto recién comienza. Las organizaciones sociales y los vecinos participativos que preparan viandas de lunes a lunes para que a nadie le falte el plato de comida son un verdadero equipo invisible que pelea en las más difíciles canchas. El debate de los próximos años nos volverá a poner en la discusión sobre una real redistribución de la riqueza en contraposición con salidas de parche y maquillaje. Nuestros barrios tienen una historia reciente que nos marca un camino. Fueron los vecinos/as y las organizaciones los que le pusieron el pecho a las inundaciones de 2013, es la comunidad organizada la que defiende los espacios verdes contra el negocio inmobiliario del cemento.
Nos quedan algunas tareas a corto plazo. Nuestra batalla es por ampliar la verdadera participación ciudadana. La participación debe ser real, tiene que ser parte de una discusión y de una síntesis, y no simplemente placas panfletarias para retuitear. En ese sentido, debemos darle continuar a la “Redes de Ollas Solidarias”. En las distintas provincias, ciudades y comunas se fueron creando “Comités de trabajo” durante la pandemia para atender las necesidades de la población. En las mismas se sumaron partidos políticos, organizaciones sociales, organismos estatales, gremios y todo el abanico activo de la comunidad. Esa experiencia no puede ser dilapidada cuando termine la pandemia. Debemos aprovechar esa base que nos dejó la crisis para lograr que esos “Comités de trabajo” sean permanentes y vayan consolidándose. Esa forma de trabajo también debe quedarse.
Los gobiernos populares de Latinoamérica deben ser un faro para lograr políticas más humanistas que logren romper con la hegemonía del capitalismo salvaje. El Papa Francisco viene alertando sobre esto, y teniendo una clara postura sobre ese punto. “¿Es el sistema económico que domina el mundo, el capitalismo, el que provoca esta pobreza? En general sí, en líneas generales sí. Cada vez hay menos ricos con mucha plata y cada vez hay más pobres con muy poca plata. Del capitalismo se desprenden también los problemas migratorios y demográficos. También el capitalismo crea las guerras internacionales y nacionales, o el hambre, por la explotación. Sostengo que estamos ya en una tercera guerra mundial a pedacitos".
El problema ético del capitalismo es que crea pobres a los que luego quiere esconder. El Papa Francisco instaló con fuerza el “cuidado de nuestra casa común” en su encíclica Laudato Si. El texto es un llamado de atención contra el capitalismo salvaje. El Papa habla de una ecología integral, donde las soluciones a los problemas de contaminación no son soluciones técnicas, si no soluciones sociales. El Papa Francisco ha insistido que ninguna persona es “descartable”: los ciudadanos y los gobernantes deben respetar nuestro derecho básico a la vida, la libertad y la propiedad. En ese sentido debemos reflexionar sobre que nos está sucediendo cuando dentro de nuestros barrios aparecen como modas ideas nefastas que buscan instalar practicas individualistas como el “descarte”, los linchamientos o la discriminación social entre hermanos y hermanas de la misma patria grande. Todas estas tendencias vienen de la mano de las redes sociales, que no son ni redes ni sociales, no son el territorio ni pueden reemplazarlo. La tecnología debe ser usaba para la liberación, no para más opresión. Necesitamos volver a la humanización de la política, no es bueno que el valor más instalado en la política sea el pragmatismo. Debemos ir reemplazando el pragmatismo por el humanismo. Debemos trabajar en una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La época debe devolvernos como síntesis que el individualismo no es bueno, que las decisiones personales no terminan en el cuerpo de cada uno. Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza.
La pandemia nos puso otra vez en la cancha, los héroes y las heroínas son los mismos de siempre, son invisibles, quizás no tan reconocidos, quizás sin tener ese aplauso de las noches. Nada será igual, por lo que el desafío es que la solidaridad que llegó en la pandemia se quede como el eje ordenador del trabajo en el territorio por mucho tiempo. La pandemia nos dejó un armado territorial mucho más fuerte y consolidado, donde la solidaridad, el escuchar, el ocuparse del otro/a y la defensa de los derechos son ejes de trabajo. La solidaridad es el gran emergente de esta pandemia y sobre esa base debemos construir una sociedad mejor hacia el futuro. Una red solidaria sin más armas que la unidad, la esperanza y el sentido de la comunidad que renace en estos meses en los que nadie se salva solo.