Entrevista a Juan Pisano, autor del libro “El último Falcon sobre la tierra”
Por Gito Minore
Por decisión del entrevistado, el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Publicada originalmente a mediados del 2019 por el sello rosarino Baltasara editora, El último Falcon sobre la tierra propone una distopía instalada en un futuro cercano. Narrada con un ritmo adictivo, la historia se desarrolla en nueve días de esa nueva realidad y deja al lector unas cuantas preguntas para seguir pensando.
AGENCIA PACO URONDO dialogó con el autor sobre esta obra, su recorrido y sobre un tema que nos apasiona: la ficción.
APU: Desde hace varios años venís trabajando en la investigación académica vinculada por un lado a la gauchesca y por otro al heavy metal ¿Qué te motivó a escribir esta novela y abrir esta nueva veta?
Juan Pisano: Mi relación con la escritura de literatura también viene de hace varios años. El primer taller literario que hice fue de poesía, con Paula Jiménez España, allá por 2003/2004. Un par de años después hice taller con Pablo Ramos, y ahí terminé mi primer borrador de novela. Ocurre que, por un lado, no tenía demasiada relación con el mundo literario y no accedía a una publicación. Intenté un par de veces con el Fondo Nacional pero no funcionó A la vez, prioricé terminar la carrera en determinado momento. Antes de Letras estudié unos años de Psicología, y quería recibirme lo antes posible para trabajar de algo vinculado a lo literario. Tengo, también, otra novela terminada con la que venía dando vueltas para ver si la publicaba desde 2016. En fin: son muchos años de estar, podría decir ahora retrospectivamente, armando un proyecto de vida en torno a la literatura. Tenía sólida la parte de docencia e investigación. Faltaba la novela. Por suerte se terminó dando.
APU: El último Falcon sobre la tierra propone una distopía que, si bien tiene elementos clásicos, también tiene un fuerte anclaje en la argentinidad, lo cual genera una combinación muy original ¿Cuáles son tus referentes en la literatura?
J. P.: Mis referentes literarios son varios, y disímiles. Tengo una parte muy fuerte de mi relación con la literatura en el siglo XIX. La gauchesca para mí es un punto de referencia porque es un tipo de literatura que pone en juego un modo para pensar las relaciones entre texto literario/cultura letrada y voces populares o plebeyas, que es algo que me interesa mucho. A la vez, me interpelan diversas escrituras del presente. Las que conozco y tengo cercanas, como puede ser la tuya misma o la de Fernando Bogado y de nuestros/as colegas del GIIHMA, por caso. Hay una relación con el presente que la literatura me impone como agenciamiento contemporáneo. Martín Kohan, Mariana Enríquez, Kike Ferrari, Leonardo Oyola, Camila Sosa Villada, Dolores Reyes, Paula Jiménez España, Pedro Mairal, Ariadna Castellarnau, Fabián Casas, Carlos Busqued, Leandro Avalos Blacha, podrían ser algunxs de lxs escritores que forman una parte de la constelación de referencias del presente que me interpelan. Desde una cuestión más histórica, encuentro referentes en Roberto Arlt, Hemingway, Faulkner, Manuel Puig, Juan José Saer, Philip Dick, Osvaldo Lamborghini, Rodolfo Walsh: he ahí una constelación más de la tradición que del presente. Soy un poco ecléctico en la formación de esas series. Pero así funciona mi gusto literario: más que con referentes individuales potentes, con mezclas de referencias, con constelaciones. Ahora estoy con Los elementales, de Michael McDowell, que me parece una maravilla total.
APU: Se podría afirmar que hoy por hoy las distopías se han convertido casi en un género literario en sí mismo ¿Cuál crees que es el aporte que le hacen a la ficción?
J. P.: No creo que sea algo tan vinculado únicamente al presente. Es un género que se expresó dentro de la ciencia ficción desde sus orígenes, y pienso en Aldous Huxley, Ray Bradbury, George Orwell. Pero también aparece eso en textos latinoamericanos de las primeras décadas del siglo XX. Sí creo que hay una mayor producción de distopías, sobre todo en el cine y las series, y eso debería ser pensado como un síntoma de época y un motivo de reflexión: ¿por qué la ficción está tan abocada a pensar el futuro de lo humano a partir de las consecuencias de sus desarrollos tecnológicos y de sus modos de producción? Creo que debería encararse la cuestión como pregunta, como una interpelación que el presente nos propone. No tengo una respuesta demasiado armada en torno a eso, pero sí creo que habría que pensarlo en base a ciertas cuestiones ineludibles: la existencia de una tradición ya consolidada, el modo en el que el mercado funciona allí, y prestar atención a las tramas de cada ficción. Esto último, en principio, porque no creo que haya homogeneidad en las formas de pensar las distopías del presente. Lo cierto es que nos detenemos a imaginar el fin del mundo tal como lo conocemos en esta modernidad nuestra. Eso no significa que ese fin esté cerca. Significa que nosotros lo percibimos como posible.
En cuanto al aporte, creo que lo que brindan esas ficciones es una interrupción del presente con un posible futuro y, en ese sentido, provocan un corrimiento de la tranquilidad de lo actual al colocarnos en una línea temporal que nos atraviesa y nos proyecta al futuro. Frederic Jameson señala que la ciencia ficción es el género literario historiográfico por excelencia: es el que se detiene a pensar los modos de producción del presente. Esos futuros hablan de posibles mundos por venir. Brindan, así, posibilidades que, desde el futuro imagina, entablan un diálogo con nuestro presente vivido. Un diálogo que, en el mejor de lo casos, debería ser crítico y generar disenso. Al mismo tiempo, como toda forma literaria, puede brindarnos algo más que la reflexión mediante ideas: puede brindar innovaciones formales. Este aspecto para mí es central. Quiero decir: no solo detenerse en cierto mensaje, sino en los modos de pensar la forma del texto porque esa es una parte determinante del mundo que la ficción propone. En definitiva, ver cómo la ficción dispone ese otro mundo, ese posible, mediante qué distribuciones de espacios y tiempos realiza, qué personajes aparecen y cómo, qué relaciones se entablan con la tradición y con qué tradición; cómo se trabaja la lengua en el texto, entre otras cosas que resultan centrales. Creo que un texto que, como distopía, me resulta estimulante para nuestro presente argentino es El año del desierto, de Pedro Mairal. Ahí hay un caso que permite abrir la distopía a diversas aristas.
APU: Por esta novela ganaste dos premios, primero en 2019 fue elegida por la editorial Baltasara para ser publicada en su catálogo y ahora hace dos meses resultó ganadora del 1º Premio de la Fundación Medifé ¿Qué opinión tenés de los premios literarios?
J. P.: Dividiría mi opinión en dos miradas diversas. Por un lado, los premios en sí mismos me parecen una buena herramienta para que lxs autorxs accedamos a la publicación, que es lo más complejo de todo. O, como en el caso del Premio FILBA Medifé, se premia una novela ya publicada y brinda la posibilidad de que la misma sea redescubierta y adquiera mayor posibilidad de circulación. En ese sentido, tienen un rol importante que permite opciones por fuera del mail a la editorial y la espera (casi siempre infructuosa) de una respuesta. Por otro lado, hay que entender a los premios en sus propios contextos de realización. Analizarlos en su propia condición, en base a sus jurados, sus promotores, en el momento en el que surgen, las restricciones que puedan tener, entre otras cosas. En síntesis: creo que son una gran herramienta, pero no una herramienta ciega, sino que tiene sus propias determinaciones que es importante tenerlas en cuenta a la hora de valorar a los premios en general.
APU: Estos últimos años ha habido una gran explosión de autores y autoras en la Argentina que, desde distintas poéticas han renovado nuestra literatura ¿Cómo ves ese nuevo panorama?
J. P.: Lo veo con muy buenos ojos. Hay escrituras que, como varias de las que mencioné más arriba, están abriendo nuevos frentes posibles, y reelaborando la relación con la tradición. Me interesan mucho, en ese sentido, las reescrituras del Martín Fierro, como las de Oscar Fariña (El guacho Martín Fierro), Martín Kohan (“El amor”) y Gabriela Cabezón Cámara (Las aventuras de la China Iron). Volver sobre el clásico nacional, algo que Borges inauguró, es un gesto que trasciende la mera reversión del poema porque se mete con la nacionalidad y toda huella de esencialismo que pueda tener esa determinación histórica. Es decir: repensar al Martín Fierro es repensar no solo a la literatura argentina sino a la cultura argentina.
Además, algo que me cautiva de este contexto es la cuestión de los géneros literarios, como te mencionaba más arriba. Que el terror, por caso, hoy esté ocupando otro lugar para nuestra literatura es algo estimulante. Por último, la aparición de mayor cantidad de escrituras femeninas y de disidencias también es algo auspicioso. Haber terminado en la final del premio con una novela como Las malas, de Camila Sosa Villada (quien, además, ganó el Sor Juana en México) para mí es un estímulo y una alegría enorme.
Todos estos cambios, a la vez, deben ser vistos sin la euforia por lo nuevo, tan propia de nuestro contexto. Son interesantes como proyectos de escritura, como éticas de lo literario, pero no como simples novedades.
APU: El hecho de haberte ganado estos premios seguramente te está abriendo nuevos rumbos ¿Cuáles son tus próximos pasos?
J. P.: Por ahora, seguir escribiendo. Cuando terminé El último Falcon sobre la tierra (sin todavía saber ni si iba a tener la chance próxima de publicarla) supe que ese mundo no me iba a abandonar. Y mi proyecto actual es expandir ese mundo todo lo que dé. Tengo ideas para historias de varios personajes, así que toda la energía de escritura ficcional va a estar orientada a eso. Sí tengo la esperanza de que el premio me haga menos engorrosa la posibilidad de la publicación. Así que apuesto a eso.
Eso en cuanto a la escritura ficcional. Por otra parte, espero publicar este año mi tesis de doctorado, y con el GIIHMA vamos a presentar Impenitentes, nuestro próximo libro que saldrá para mitad de año.