Fragmentos de una mujer: la pérdida que se hace cuerpo
Por Manuela Bares Peralta
Un parto escenificado en un plano secuencia sin cortes. Estamos estancados en la corporalidad de Martha (Vanesa Kirby) y Sean (Shia LaBeouf), que están a punto de tener a su primera hija. El parto domiciliario comienza a complicarse, la partera que habían elegido para que los acompañará está ocupada asistiendo otro parto y envía en su lugar a Eva (Molly Parker). Dentro de su casa, experimentan el nacimiento y la muerte repentina de su hija, pocos minutos después del parto. Las sirenas de la ambulancia anuncian la culminación del plano secuencia, unos segundos demasiado ruidosos que dan lugar a la soledad de la pérdida.
El calendario avanza también la rutina, pero nosotros seguimos estancados en la corporalidad de Martha, en el dolor que la habita, el no hablado, en el puerperio sin cuerpo. La pérdida se narra a su propio tiempo, sus restos se despliegan en cada escena, lo que no se nombra existe, ocupa un lugar en la trama. Estamos asfixiados por el peso del duelo, al igual que Martha, el propio y el ajeno.
Narrar una muerte perinatal sin golpes bajos, escenificar la pérdida por fuera del mandato social que se nos impone desde afuera, es el desafío y el acierto de esta película dirigida por Kornél Mundruczó y escrita por Kata Wéber. Vanesa Kirby es la centralidad sobre la que se despliega y sostiene Fragmentos de una Mujer, es la corporalidad que hace real el duelo, es el cimiento sobre el que la película crece sin desinflarse.
El proceso penal que se abre en contra de la partera comienza a formar parte del duelo y a ganar espacio en la pantalla. Lejos de ensayar una mirada moral sobre el parto domiciliario, la película producida por Martin Scorsese decide transitar las tensiones del duelo delimitándose a describirlas, a hacerlas cuerpo. También se anima a enfrentarnos con el punitivismo, con la necesidad de encontrar culpables, imponer castigo y encontrar reparación. Este trayecto le pertenece a Martha pero no deja de ser accidentado y ruidoso, no deja de ser interferido e interrumpido por la mirada y las necesidades de los otros, como Sean, su madre (Ellen Burstyn) y nosotros mismos.
¿Cómo puedo darle este dolor a otra persona?, se pregunta Martha ante una sala llena. En definitiva, ella nos enfrenta a su propia elaboración del duelo, nos permite sentir a la par de ella y hacer tangible un dolor donde no hay castigos, sólo pérdida.