Reseña: “Ni es cielo ni es azul”, la memoria para enfrentar al silencio
Por Martín Tesouro
Quizás uno de los problemas mayores que tiene lo monstruoso es que se lo identifica cuando su dimensión eclipsa el sol, cuando ya es tarde hasta para escapar. Luego, cuando la marea del horror se retira no hace falta agudizar los sentidos, quedan en la orilla los despojos y la escena es la estocada final: los cómplices se mesan las barbas entre la angustia de los sobrevivientes y el mal festeja su victoria con sonrisa silenciosa.
En Ni es cielo ni es azul, de Grupo Editorial Sur, Inés Bruzzi logra traer del pasado una red repleta de sucesos cotidianos, pequeñas esquirlas que la memoria no puede esquivar, aun cruzando océanos y trepando años, contra el olvido surge y trae migas y pequeñas piedras con que volver a hacer un gran horno y un gran pan.
“Sin intención de comparar, pero sí detenerme en los desaparecidos en nuestro país y la desaparición de toda la familia de mi suegro durante la Shoah”, con este objetivo explícito desde el inicio, la novela explora los recuerdos de la autora durante la última dictadura cívico-militar y de Abraham Zanger en Polonia bajo la ocupación nazi. Con destreza se atiende a los eslabones desapercibidos de la enorme cadena, a las violencias que quedan opacadas por la imponencia de la obra maestra de la miseria humana.
Las uñas de la dictadura rasgando en las salas de profesores y en las aulas, en las relaciones familiares, las amistades, en las plazas, en la habitación. Desde la exposición de la mayor subjetividad, sin apelar a los datos numéricos sino a la sensibilidad y el recuerdo de “aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de…” espinas, muchas espinas, crueles tallos y alguna rosa también, porque así es la vida, se abre paso, germina, florece contradiciendo las tinieblas.
“Cuando los nazis entraron en Lodz, los chicos alemanes dejaron de saludar a sus amigos de la niñez y al poco tiempo los vieron con los uniformes de las juventudes hitlerianas. Cierto silencio se había apoderado de la calle Alexandrowa”. La narradora nos trae en la voz de Abraham vivencias que nos resultan inimaginables por su crueldad, y nos permite recordar que las tiranías están edificadas sobre una base de apoyo social alimentada de odio ignorante.
Con capítulos breves y contundentes la novela se estructura en tres partes. La primera comienza el sábado 20 de marzo de 1976 con el secuestro de una compañera de la Agrupación Peronista Docente y se adentra en los pormenores de la vida amenazada por el régimen. “Cuidado. Tengan cuidado. Eso nos decíamos, como si todos fuésemos padres y todos hijos”. Se remonta a la infancia y a los juegos de la niñez con los que reflexiona acerca de la presencia de la ideología y la propaganda de la época; la escuela secundaria, la rebeldía y el odio en las cátedras. Noviazgos juveniles, el matrimonio, la familia y el trabajo docente atravesado por las flechas venenosas que zumban hasta el 83.
La segunda parte de la obra es un trabajo de buceo en la memoria silenciada del papele Abraham, único sobreviviente de su familia. “¿Acaso hay historias de sobrevivientes que no sean increíbles?” se pregunta la narradora; y para que no queden dudas del carácter retórico los recuerdos que manan de lo acontecido entre los trece y los veinte años superan las peores distopías.
La tercera parte se ubica en el período del Juicio ESMA III, que va del 2013 al 2018, en Comodoro Py y la búsqueda y reencuentro con Dolores Serbia, la compañera secuestrada, a quien logra hallar gracias a haber guardado la fotocopia de la poesía “Recuento del año” de Javier Heraud firmada por ella en la dedicatoria de fines de 1975. Poema que cierra de este paradójico modo: “como siempre/ recordando/ y recordando”.
Podemos hallar en el trabajo de Bruzzi una importante red de intertextualidades con el cine y la literatura. A lo largo de la obra la narración nos pone en contexto y equipara el proceso de investigación de la autora. Citas a medios gráficos masivos, infames partícipes de la dictadura; en materia cinematográfica hallamos la invitación a un manantial: El chacal de Nahueltoro (Miguel Littin), Casablanca (Curtis), El juicio de Nüremberg (Stanley Kramer), El coraje del pueblo (Jorge Sanjinés), Éxodo (León Uris), La última etapa (Wanda Jakubowska), Tierra prometida (Wadja), Europa, Europa (Agniezka Holland), Rebelión en Polonia (Jon Avnet), Escape de Sobibor (Jack Gold). Desafío (Edward Zwick). En lo literario se referencia a Proust, Domitila Barrios de Chungara, Aleijem Scholem, Isac Singer, León Felipe, Gitta Sereny; por citar algunos.
Nacida en Banfield, zona sur del conurbano bonaerense, luego cursó su adolescencia y secundaria en Olivos, zona norte. Profesora de Historia egresada del Instituto Joaquín V. González, Inés Bruzzi desarma el silencio, lo entiende como una de las armas más potentes para que el horror despliegue sus planes.