“Fuera de serie”, de Gabriel Lerman: una novela con futuro
Por Dani Mundo | Ilustración: Alfredo Bettanin
Algunas obras de arte son significativas no solo por los hechos históricos que exhiben y narran o la maestría con las que fueron creadas, sino por la vida propia y secreta que sufrieron. Tal el caso de San Martín, Rosas, Perón, la enorme pintura de Alfredo Bettanin, cuya historia cuenta tan bien Gabriel Lerman en su más reciente novela, Fuera de serie, editada por Hasta Trilce.
Es una novela que hay que leer. ¿Por qué? Por varios motivos. El principal, para mí, reside en el saldo de cuentas consciente e inconsciente que la novela entabla. Es un libro de mi generación (de hecho, el personaje principal y narrador de las cartas que puntúan la historia nació en 1968) que desde diferentes perspectivas narra los altibajos políticos que marcaron a fuego y sangre nuestra vida. Mis amigos conocen mi hipótesis: nosotros y nosotras, los que empezamos la escuela primaria a mediados de los 70 y terminamos el secundario en el 83-84, somos el auténtico “producto” del Proceso de Reorganización Nacional, sus conejillos de Indias. Nos la pasamos atados al mito del Edipo sin advertir la catástrofe psíquica y social que implicó la Dictadura para los formados en sus siniestros años.
La novela cuenta y reflexiona sobre los principales acontecimientos que formaron nuestra educación político-sentimental. En este sentido, si se tratara de armar series, yo ubicaría a Fuera de serie en la línea de Respiración artificial, de Ricardo Piglia. Es una novela histórica que elabora el pasado que ronda a dos objetos culturales, la pintura de Bettanin y el libro monumental de Jorge Perrone: Diario de la Historia Argentina (que no conocía y compré el día que leí la novela), cuya tapa es esa pintura. En los años 70, el libro era distribuido por el padre del protagonista junto con el padre de la chica, Laura, que Atilio (el héroe) conoció en su primera infancia y con la cual mantuvo vínculos afectivos y amorosos durante toda su vida. La historia de amor sirve de excusa para narrar las vicisitudes del cuadro, al tiempo que repone una vivencia del kirchnerismo.
El cuadro estuvo muchos años en posesión de Felipe Solá. En pleno auge del gobierno de Néstor, Solá se lo regaló. Kirchner usó el cuadro como fondo en el discurso de 2009 donde aceptaba la derrota electoral y renunciaba a la presidencia del PJ. Como seguramente recordamos, había perdido con De Narváez y Solá. Lerman resume este gesto de Kirchner así: “Me ganaste las elecciones, pero me quedé con el cuadro” (Eduardo Rinesi profundiza la interpretación de este gesto en el posfacio). Yo tengo una interpretación ligeramente diferente: me ganaste las elecciones, pero la historia nos va a pertenecer a nosotros. Y vos, Solá, lo tenías que saber. Nosotros, aquellos jóvenes que rodean a Perón en la imagen, somos los destinatarios de esta obra, de esta serie histórica que tiene a San Martín, Rosas y Perón como eslabones. El “fuera de serie” del título tal vez remita a lo excepcional de esta obra que no solo no es fácil encasillar en un género, sino que además mantuvo una vida errante, cuyo destino está todavía por definirse. El “fuera de serie” también puede remitir a un movimiento político que no está representado allí ni ahora porque se ubica en nuestro futuro. La novela despierta esa sensación esperanzadora.
El cuadro está exhaustiva y minuciosamente analizado en el libro, por lo que no voy a repetirlo acá. Solo debo decir que es un cuadro monumental, no solo por su tamaño de 2 metros por 3, sino por los hitos históricos que presenta y que están representados como en un tríptico de El Bosco o un Brueghel surrealista. Lo que me asombró de la novela es la cantidad de información histórica, microhistórica, que maneja Lerman y que despliega por la trama sin atentar contra la lectura amena de esta especie de ensayo novelado (o novela ensayística). Muchos personajes principales y secundarios son ya personajes históricos, amigos de la casa, que intervienen con mayor o menor protagonismo. En este sentido, Lerman brinda tributo a maestros de la talla de Horacio González o José Pablo Feinmann, entre otros. De aquí que diga que es un intento de rendir cuentas y a la vez de anunciar que perder una batalla, otra más, no es la derrota definitiva. Porque, como nos enseña la historia y Lerman nos recuerda, ninguna derrota es definitiva en esta guerra sorda que venimos atravesando y que cada cierto tiempo se desata de nuevo contra los silenciados y los invisibilizados de siempre. Es una novela para leer en este momento histórico.
Me encantan las historias de amor, lo confieso. En la que narra Fuera de serie, sin dudas la más sensata es Laura, la chica en cuestión, mientras que el héroe, el profesor Atilio Diez, si bien no llega a ser un anti-héroe, ni tampoco un cobarde (como confiesa el narrador un par de veces), es una persona que toma las decisiones equivocadas en los momentos correctos, y que acierta en la decisión cuando el momento ya pasó. Tal el destiempo amoroso, pero también quizás político que la novela nos refriega por la cara a nosotros, sus contemporáneos.