“Revelaciones espaciales”: la esperanza de Raquel Forner en el descubrimiento de nuevos mundos
La artista argentina Raquel Forner, nacida a principios del siglo XX (1902), describía en su obras del ciclo el Drama y España la presencia y el protagonismo de las mujeres; quizás este sea el momento apropiado para volver a verla o conocerla, aquellos que no se percataron de su obra y producción. “Mujeres del mundo” pertenece a la Fundación Forner-Bigatti, ubicada en Bethlem 443, CABA, fundación que la propia artista creó para conservar la obra de su esposo Alfredo Bigatti y la suya en una casa moderna, estilo racionalista, diseñada especialmente para el matrimonio en 1937.
En estas series anteriores a 1950, Forner representa a la mujer como la protagonista sustancial de las escenas tanto bélicas como festivas.
Las mujeres son el gran tema del periodo anterior al ciclo espacial para Raquel, como una indagación en sí misma y sobre el género al que pertenece, como una crítica al mundo en general, desde su subjetividad hacia el contexto histórico donde desarrolla su obra.
El cuerpo monumental de los personajes, herencia de su formación muralista, confiere grandeza a cada figura humana, en contraste con la expresión doliente de los rostros que denota la opresión y desolación en la que está sumida la humanidad en los períodos de entreguerras del siglo XX. Aunque en la escena la mujer es la gran víctima, permanece de pie; la muerte acecha a los personajes en todos sus aspectos, en forma de guerra, violencia, ruinas y aridez.
La capacidad de Forner para mostrar el drama humano y el sufrimiento hace que su obra sea atemporal y valiosa para recuperar en el contexto actual donde se ejerce tanta violencia sobre la mujer y cobra protagonismo el colectivo feminista que permanece en pie, dando batalla.
En las pinturas de este periodo, la artista acusa la violencia del hombre contra el hombre y se ven figuras desgarradoras que sufren ante un mundo devastado, todo está destruido. Por ello, retomar su obra en este momento de luchas históricas nos permite reflexionar desde el arte, la estética y desde la profunda sensibilidad de la artista. También nos permite soñar que, aún en el contexto patriarcal más extremo, es posible construir una historia del arte con mirada de mujer.
Museo de Bellas Artes representa un hombre que tiene la boca cubierta con una especie de pañuelo blanco. Está raquítico y en sus manos se abren estigmas de los cuales brotan árboles secos y desoladores. Lleva de corona el esqueleto de un ave y una rama de olivo seca. Es también uno de los jinetes del día del juicio final, tema que abordará Raquel Forner una y otra vez a través de su serie “Apocalipsis”.
Ciclo Espacial
Actualmente, el Museo Nacional de Bellas Artes está exponiendo la obra de Raquel Forner de su etapa espacial, curada por Marcelo Pacheco. Ella pinta astroseres, mutantes, híbridos y marcianos.
Con su temática espacial en medio de la carrera del hombre hacia el cosmos, expuso en el museo de la NASA, en el museo en Houston (Texas), en Canadá y en varios países latinoamericanos y europeos, llevándose el reconocimiento de grandes críticos como Herbert Read.
Todo sobre arte espacial el viaje a la luna y los seres extraterrestres
Raquel Forner habla sobre astroseres, le da esta designación más refinada, pero no deja de pensar como otros ilustres de la segunda mitad del siglo XX sobre la posibilidad de vida extraterrestre y los viajes espaciales.
Su obra resulta tan atractiva para los amantes de la carrera espacial que es invitada a exponer en el Museo de la Nasa y también en Canadá y otros países.
Skylab y el color naranja
Forner seguía el desarrollo de la conquista de la luna y todo respecto a la carrera espacial a través de diarios, fanzines, televisión e incluso cartas con el doctor Federico Jonás, un médico argentino que trabajaba en la NASA.
Uno de los envíos más arriesgados al espacio fue el de la Estación Espacial Skylab (1973 a 1979), durante el transcurso de la puesta en órbita sufrió daños drásticos que afectaron su temperatura interior. Se envió una misión de reparación donde los ingenieros de la NASA tenían el desafío de bajar
la temperatura para que pudiera ser habitada por los cosmonautas. Aquí viene un momento en el que la obra de Forner funciona como visionaria.
Desde los 60 y más pronunciado aún en la década del 70, el color naranja empezaría ocupar un lugar protagónico dentro de las composiciones espaciales. Es como si el cosmos no fuera un lugar oscuro lleno de astros titilantes sino un naranja pleno y radiante.
No sólo Raquel pensaba en naranja, ese fue el color escogido por los ingenieros para resolver la temperatura de la nave dañada. Enviaron un toldo, una tela con las características de los trajes espaciales en color naranja para cubrir la estación espacial y así lograron reducir la temperatura en su interior. Este episodio quedó registrado en los textos de Guillermo Withelow.
Su producción no es ciencia ficción, es una narrativa creada a partir de la ciencia, la expresión, el color, la forma y, sobre todo, la profunda esperanza de Raquel Forner en esos nuevos mundos y descubrimientos.
Terráqueos, astroseres y mutantes
Los habitantes de la tierra se habían convertido en terráqueos en el nuevo escenario de conquista del espacio. Raquel, como tantos en su época y en el presente, esperaba que aquellos terráqueos convertidos en astronautas y cosmonautas se encontraran en un infinito universo con astroseres. Estos podrían ser astrosaurios: seres extraterrestres con forma de dinosaurio; astrofauna: seres del espacio con característica de animales como tortugas, perros, gatos y serpientes entre otros; o híbrido: seres espaciales que son al mismo tiempo plantas y animales.
De aquella simbiosis, de aquel encuentro entre los astroseres y los terráqueos nacerían los mutantes. Así lo confirma la obra “Mutantes del año 3900” y toda una serie vinculada a la idea de esta fusión, simbiosis, unión espacial. Ninguno de esos seres nuevos se olvidaría de sus antepasados sino que los llevaría para siempre en su vientre. Así podemos intensificarlos en su representación, antepasados grises, astroseres de color, Mutantes mitad terráqueo blanco y negro y mitad astroser a color.
Toda su imaginaria es compleja y atrapante, pero no es azarosa: parte de las ideas que circulaban en las comunidades científicas del momento. Su producción no es ciencia ficción, es una narrativa creada a partir de la ciencia, la expresión, el color, la forma y, sobre todo, la profunda esperanza de Raquel Forner en esos nuevos mundos y descubrimientos.
Debemos recordar que su obra es extensa y que tuvo ciclos vinculados a las guerras tanto como al espacio. Dentro de cada ciclo viven las series que incluyen una variedad de creaciones que forman una cosmovisión creativa y plástica que no podemos dejar de admirar.
Raquel Forner fallece en 1988. Su vida está marcada primero por las guerras mundiales, la guerra civil española y, luego, por la carrera espacial. Finalmente, por los periodos de dictadura de la Historia Argentina.
Su gran sensibilidad plástica y talento la hacen dueña de una imaginaria única con elementos que se repiten a lo largo de su obra. Puede ser clasificada dentro de un estilo expresionista propio, con influencia del arte internacional de Picasso, El Greco e, incluso (con series informalistas) podemos vincularla por la carga material con artistas de ese movimiento vanguardista.
Revelaciones espaciales, de Raquel Forner, tiene curaduría de Marcelo Pacheco y se puede visitar con entrada gratuita en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. Del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires) hasta el 26 de febrero, de martes a viernes de 11 a 20. Sábados y domingos de 10 a 20.
También se le suma una actividad educativa: Bocetos Guiados sobre Raquel Forner, que se realiza los siguientes días: jueves 9, 16 y 23, a las 18.00 h; domingo 5 y sábado 18 a las 16.30 h del mes de febrero.