Orlando Yans: “No puedo escribir sobre el conurbano como condición social sin pensar en el peronismo”
Publicada en 2024 por la tan nueva como ya prestigiosa editorial Hugo Benjamín, Conurbano affaire está llamada a convertirse en una novela imprescindible dentro del amplio territorio de la literatura de no-ficción. En una línea que va de la sátira social y política que ya diagnosticaba Roberto J. Payró y que continuaron tantos otros -pienso en Esta huella la bailan los radicales, relato de Germán Rozenmacher, pienso en Tomás Eloy Martínez con La novela de Perón y Santa Evita-, Conurbano affaire se codea sin problemas entre tan ilustres precedentes.
Orlando Yans, quien se considera un outsider en el campo literario, ha logrado retratar con verosimilitud de documental a los protagonistas del conurbano. Unos y otros- los que han llegado hace rato, los que viven con el temor de dejar de llegar y aquellos que esperan llegar algún día- separados por la zanja de Alsina del estatus económico-cultural, comparten un espacio urbano e institucional en el que se cruzan e interpelan.
La incisiva historia de Orlando Yans nos va mostrando, como en un thriller trepidante, el contrapunto entre los ciudadanos de a pie, los políticos y cómo los enredos de alcoba pueden avanzar a la par de las roscas políticas. Y, más allá de las peripecias de crímenes y robos que suelen ser el excluyente CV de las periferias, el conurbano persiste como el verdadero enigma de esta inolvidable novela.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo empezó tu idea de la novela? ¿Por la aventura amorosa del senador, por tu percepción política del conurbano, o ambas cosas?
Orlando Yans: La novela comenzó con un rumor. Yo estaba almorzando con dos diputados amigos, llegó alguien y contó una historia sobre otro diputado. Y a mí me pareció maravilloso, porque era un señor grande, de edad avanzada, que nosotros veíamos que últimamente estaba rejuvenecido: se teñía el pelo, usaba chupines…y nos enteramos que era porque se había enamorado de una chiquilla, hija de una puntera.
Por lo menos, esto era lo que decía el rumor y a mí me pareció maravilloso: una historia que reunía varios condimentos. Por ejemplo, ahí aparecen las situaciones de crisis, todo el conflicto que va a tener el senador en la novela, la vejez. La diferencia de edad y de cultura en una relación claramente asimétrica. Tiene que lidiar con la enfermedad, que parece casi terminal. Y después, esos conflictos los va resolviendo el amor que siente él por ella. Y, a partir de eso, va a toparse con un conflicto mucho mayor que la sumatoria de conflictos pequeños, que es el amor de Rosa.
APU: Cuando escribís "el resto es imaginario" ¿qué es todo lo otro que, si bien lo ubicás de ese modo, es bastante verosímil?
O.Y.: Fijate, la novela abre con una nota de autor y cierra con otra nota de autor. En realidad, la nota de autor es un juego, porque yo interpreto a la literatura como un pacto entre el autor y el lector, en el que yo voy a mentir y el lector me va a creer. Ese pacto es maravilloso; entonces, yo le quise poner un poco de humor. Cuando digo “todos los nombres son reales”, no hay ningún nombre, porque el senador es el senador. O cuando digo “todos los hechos son reales” también es un juego.
APU: Sí creo que los personajes están muy bien construidos, y aventuro que Joni termina siendo el más político de todos los personajes marginales. Se termina llevando el botín. ¿Cómo lo ves?
O.Y.: ¿No vamos a espoilear, no? Sí, se lleva el dinero pero es por casualidad. Yo creo que el más político de esos tres es Sandro, pero no termina de entender de qué va esto, porque Sandro es usado. Hay un momento en la política en que es como el embudo: que es donde todos largan para competir por sus sueños. Su sueño no es solucionarle la vida a la gente; su sueño es llegar a un cargo. Entonces, hay un lugar donde el embudo se ensancha, todos se ponen en fila para lanzarse a esa gran aventura y al final se empieza a estrechar y ahí pasan poquitos. Y lo que le pasó a Sandro fue que creyó que podía ser diputado, pero se quedó en la parte ancha del embudo y terminó saltando por los aires.
APU: Cuando Joni está en la mansión del senador, en el contexto de la fiesta, con Morena y ella es consciente de que van a realizar algo irreversible, ¿ella sería la voz de la justicia frente a la brutalidad de Joni?
O.Y.: No, vos viste que uno escribe y después la historia es de quien la lee. Yo diría que a Morena le agarra eso que decís vos, porque entiende que están robando a alguien que los puede matar; en una palabra, quiere arrugar y ahí es cuando Joni le dice que “gorda, estamos hasta las tetas”. Ella, a punto de cometer el delito, le viene la racionalidad y quiere dar marcha atrás.
Tiene miedo; no me parece que sea por espíritu de justicia. Te diría que es una novela bastante deshonesta, porque en realidad Sandro roba porque él quería ser diputado. Roba como una especie de venganza. Él es un jugador brillante, un virtuoso del fútbol que se malogra muy joven; entonces, se le quedan atragantados el dinero y la fama y trata de disimularlo. La novela, en realidad, está llena de conflictos. Por eso es tan entretenida, porque cada personaje conlleva una serie de conflictos a resolver: personales, políticos, familiares, intrafamiliares.
APU: O una motivación para acostar al otro. Pienso en el caso de Isidoro, el hermano de Sandro, al que Ordóñez saca de la cárcel para una tarea sucia y de golpe, le cambia todo.
O.Y.: Claro, porque cuando el presentador hablaba de la imagen cinematográfica de la novela, o que se constituye como una serie, lo que creo es que equivale a una serie por la cantidad de conflictos que resuelve a medida que va pasando. Primero se van armando los conflictos. El senador tiene conflictos con su salud, conflictos con la vejez, conflictos con el amor; todo eso se desarrolla en la primera parte. Y después, los conflictos se van cambiando; no es que se solucionan. Porque cuando aparece el amor de Rosa, parece que fuera la solución, pero no: es la continuación de todos los problemas. O Isidoro, que está preso y odia a Sandro, su hermano porque cree que la política todo lo puede y el hermano no lo saca de la cárcel.
APU: Con todo el trasfondo social que aparece, ¿te hubiera sido más fácil hacer una investigación periodística o siempre primó la idea de la ficción?
O.Y.: ¡No, la novela toda la vida! Mirá, ahora estoy juntando en la cabeza material porque creo que la Argentina se debe una novela sobre los ´70, que no existe. Hace unos años leí Patria, de Fernando Aramburu. Es una novela maravillosa que reflejaba un momento bisagra en la política no solo española, sino en la política vasca. Y era la historia de cómo se había conformado la ETA, pero mezclado con ficción, hay conflicto familiar e intrafamiliar. Y yo me dije: Argentina no tiene una novela de estas características. Por ejemplo, hay una novela sobre la formación del IRA, que se llama No digas nada, de Patrick Radden Keefe, que tiene más investigación que Patria; pero nuestro país no tiene nada parecido. Entonces, había pensado escribir -o ensayar escribir- una novela que cuente la historia de los ´70 como eje y como contexto, no como historia propiamente dicha.
“La literatura es pacto entre autor y lector en el que yo voy a mentir y el lector me va a creer”
APU: ¿Cuánto pensás que le debe el cine a tu formación literaria? Y en particular, esta novela.
O.Y.: Todo. A mí, el cine me encanta. Es una novela con mucha imagen, porque yo, quizás sin querer, trabajo con mucha imagen.
APU: ¿Y lo episódico, no? Porque más que capítulos propiamente dichos…
O.Y.: Bueno, ahí se emparenta con las series. Porque a cada episodio, corresponde un conflicto. Un amigo que la estaba leyendo me decía que había tantos conflictos abiertos, que yo temía que no lograra cerrarlos todos.
APU: Incluso en uno breve, como es la muerte de Brian en la calle, con el perro al lado, y luego, eso mismo está contado desde otro punto de vista. En eso veo un alto nivel de secuenciación y concentración narrativa por episodios.
O.Y.: Sí, seguramente; incluso puede que salga así inconscientemente. Yo empiezo a escribir y me sale así. Y después, cuando lo releo, me aburro o no me aburro. Si me aburro, lo dejo un tiempo, lo vuelvo a leer y si me aburre, lo saco.
APU: ¿Tendrías chances de pasar esta novela a un director de cine?
O.Y.: Yo no tengo llegada al mundo literario. Yo soy un outsider, escribo porque tengo ganas, porque me divierte, porque me gusta, pero no tengo formación literaria. No soy un intelectual.
Yo escribo. A mí me gusta escribir. Se me ocurre una historia, me siento a escribir y mis amigos me dicen que me sale bien y entonces, laburo con eso. Respecto al episodio de Brian, te cuento que así empezaba la novela. Con esa misma secuencia. Y después quedó como el principio del segundo libro, o sea le ganaron 200 páginas antes. A mí me gustó y lo dejé. Quizás si lo hubiese quitado, a la novela no le afectaba; pero eso recrea un poco lo que es el conurbano: la calle sin luz, las calles que se inundan, las zanjas, los perros, la gente que sale a chusmear porque escucha un tiro, la policía que viene con su patrullero para hacer solamente barullo con esas luces imposibles de mirar…
APU: Morena y Brian serían los perejiles para la mascarada policial.
O.Y.: Para mí significaron la excusa. Morena a mí me sirve de excusa para convencer a Rosa, para que a su vez convenza al senador de hacer la fiesta. La primera parte de la novela conduce a una fiesta; yo lo que quiero es que el lector preste atención a la última parte, porque ahí se va a desatar todo el problema. Para llegar a eso, tardé ciento y pico de páginas.
APU: Hay, desde ya, un excelente manejo del suspenso.
O.Y.: Bueno, sería fantástico haber logrado eso. A veces uno tiene tanta cercanía con la obra que no sabe qué termina logrando. No tengo distancia crítica.
APU: En alguna parte dice que la obra prueba la connivencia entre el delito y la política. ¿Ves esta connivencia en todos los partidos políticos? ¿Cómo lo ves en relación al conurbano?
O.Y.: Primer punto: hablamos de la novela. ¿Quién dice eso? Eso lo dice un periodista que es el narrador, que yo elijo como la voz que va a contar la historia. Es un periodista de un portal de la provincia de Buenos Aires, que ha descubierto que los políticos tienen un ego enorme y que son capaces de pagar para salir en una página de internet que lee él y su amante y en todo caso, sus hijos. Pero el tipo descubrió que era una buena manera de ganarse la vida, pero eso lo acható. Y eso le genera un conflicto con la mujer, que de hecho lo deja en esos días en que escribe esa historia. Y escribe para volver a conquistar a Mercedes. Y él tiene la mirada de la política de afuera, pero no tanto. No es un ciudadano que descubre que hay connivencia entre la política y el delito; él tiene una cierta cercanía con la política y tiene algunos elementos para decirlo. Mirá, si uno lee las noticias de la provincia de Buenos Aires y sobre todo las del conurbano bonaerense, te vas a dar cuenta que hay una connivencia entre la política, la policía y el delito. Matan dos o tres por día-supongamos- y la política no dice nada, la policía no está…algo quiere decir eso.
APU: Por la temática y los personajes, ¿se podría decir que escribiste “la novela peronista”?
O.Y.: No sé si es una novela peronista; sé que el senador es peronista. Digo, el conurbano es peronista. No puedo escribir sobre el conurbano como condición social sin pensar en el peronismo, ahí el radicalismo no encaja, el PRO bastante menos, y el nuevo partido oficialista, no lo sé. Habría que ver cuando haya elecciones en la provincia.
APU: Aunque a veces en el electorado se puede notar una fidelidad pendular.
O.Yans: Sí, pero una cosa es anclar y otra cosa es ganar. El peronismo está anclado en el conurbano. Otros partidos pueden ganar; pero no están anclados. Yo creo que el conurbano no es un territorio; el conurbano es una condición social y la condición social del conurbano está culturalmente identificada con el peronismo.
APU- ¿Cómo ha sido tu prehistoria como lector?
O.Y.: Cuando tenía 27 años, se murió mi mamá. Yo estaba en la quinta de mi suegro de entonces. No sabía qué hacer con mi vida. Estaba sentado debajo de un árbol: no sabía qué pensar, tenía un dolor tremendo. Me dieron ganas de ir al baño, fui a hacer pis, y pasé por una biblioteca que él tenía, porque era gerente de Planeta y tomé un libro para entretenerme. Y elegí Por quién doblan las campanas. Me senté a orinar y me enganché tanto, tanto, que no pude dejar de leerlo.
Y después me enteré, cuando iba leyendo los libros, que había finales que no me gustaban. O había un entrecruzamiento amoroso y yo me preguntaba “¿por qué Fulano en vez de irse con A no se fue con B?”. Entonces yo me preguntaba qué ocurriría si este personaje, en vez de tomar este camino, tomaba otro. Me puse a escribir esas historias alternativas, esas variantes a mis lecturas. Y un día se lo mostré a un amigo mío, que era periodista en Radio La Tribu. Gabriel Dattilo, uno de mis mejores amigos, ya fallecido, intelectual y buen lector. Me dijo “¡no escribís mal, eh!”. A partir de ahí, empecé a tomar talleres de escritura y un día se me dio por la novela, lo logré y en eso estoy.