Marchar contra el gatillo fácil: panorama de la resistencia ante la represión macrista
Por Santiago Asorey y Malena Ambas
La política represiva del macrismo es la maquinaria complementaria de Cambiemos para ajustar al pueblo argentino. Lo fue desde el primer momento de la gestión. Lo que vivimos hoy es la profundización de una tendencia en la cual las alas oscuras de la restauración conservadora se desplegaron apoyándose en dos políticas: represión y ajuste. Mientras el equipo económico del Gobierno impulsa el programa digitado por el Fondo Monetario Internacional, el descontento social efervesce y se cocina en las calles y los barrios de nuestro país. Al final de cuentas, el macrismo sabía que la respuesta a ese enojo la iba a ofrecer con balas en la calle la exponente de las familias patricias, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón.
Esta tendencia no es nueva, esta Agencia la viene señalando desde hace tiempo. Sin embargo, la agudización de la violencia social impulsada por la gestión cambista llega a un nuevo estadío de cruenta profundización que tiene su correlato en la saturación mediática de la persecución judicial a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Aquel laboratorio de presas y presos políticos en la cual se convirtió la Jujuy de Gerardo Morales es hoy el modelo que se proyecta a nivel nacional. Hay una continuidad entre el odio de Morales a Milagro Sala y el desprecio del Gobierno nacional por todo elemento que tenga un gramo de identidad popular.
En la última semana el vaciamiento y el ajuste en el Astillero Río Santiago motivó la fuerte resistencia de sus trabajadores que fueron ferozmente reprimidos por la Bonaerense por orden de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal. Para que no queden dudas de que no se tratan de discontinuidades, al día siguiente también sufrieron la persecución policial los trabajadores de Tandanor que se manifestaban en defensa propia en la Ciudad de Buenos Aires. La política de represión busca sedimentar su normalización. En este marco, es imposible no poner la doctrina de la represión de la protesta social al lado de la “Doctrina Chocobar”. Detrás de este aval institucional al gatillo fácil existe una voluntad del macrismo de fortalecer aquellas prácticas que buscan un pueblo amedrentado y disminuido frente al avance del programa de recortes del Fondo Monetario Internacional.
Estos señalamientos previos dan sentido y permiten comprender el cuadro de situación en el cual se enumeran: el fusilamiento de Rafael Nahuel (Bariloche), el asesinato de Juan Pablo Kukoc (CABA), de Facundo Ferreira (Tucumán), de Matías Rodríguez (CABA- Bajo Flores), de Christopher “Bocha” Rego (CABA), la desaparición y muerte de Santiago Maldonado (Chubut), entre tantos otros jóvenes que fueron víctimas del manto de impunidad otorgado por Bullrich a las fuerzas de seguridad.
En el caso de “Bocha” Rego la impunidad en el accionar de los efectivos de Prefectura fue tal que la propia ministra tuvo que desligarse de la situación. Sin embargo, como señaló el CELS, “el descontrol de la Prefectura es responsabilidad del Ministerio de Seguridad de la Nación”. Bullrich, quien defiende en los medios masivos a las fuerzas de seguridad en cada oportunidad que tiene, en algunos casos, también se ve desbordada por poderes que ella misma convoca. La nueva doctrina que la ministra impulsa desde sus entrevistas televisivas puede colocar al Gobierno en tensión con sus propias políticas. Paradójicamente, a pesar del estilo militarista sobreactuado, las fuerzas de seguridad se encuentran embriagadas en el propio clima de violencia sembrado por el Gobierno.
Por todos estos motivos es necesario marchar el lunes, en la 4° Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil y la Represión. Porque la resistencia al macrismo implica también la comprensión del cuadro entero que ofrece como modelo social. Porque en su aparato represivo reside una de sus piedras basales.