Andrés Manrique y sus poemas para romper los vidrios históricos de la escuela primaria
Andrés Manrique desata la osadía de recapitular las vivencias de la escolaridad desde una perspectiva compleja, integrada por los componentes de un precioso engendro infantil habitado por la dulzura, las tentaciones, los deseos sórdidos, la sexualidad abrumadora, las luces que enceguecen y las sombras que posesionan los espíritus blandos que le llegan a la máquina escolar para, en poco tiempo, devolver un ciudadano con plena aptitud que desempeñe un puesto en el juego social.
El poeta se monta en el andamio que ofrece nuestro alfabeto y desde éste paradigma usa cada letra como una posibilidad para romper los vidrios históricos de una escuela primaria que puertas adentro se vuelve un aparato blindado, un mecanismo menos inteligente que efectivo en la cancelación de los deseos y en la enseñanza de los criterios de supervivencia: sórdidos, rapaces, silentes; a la espera del momento en que sea propicio salir de esas trincheras.
“la maestra
se va armando
con letras que forman parte de cosas a las que no pertenecen
y entiendo menos”
En Escenas primarias, Manrique construye un sujeto lírico que deambula por sucesos de la infancia en los cuales, la escuela, es una institución de encierro y expulsión, apresa ilusiones y las trastoca en costumbres. Clandestina, la ternura resiste en el silencio, en el hermetismo de los cuerpos que para cuando salgan de este proceso ya se habrán endurecido o sucumbido a la fortaleza de los adaptados.
en el colegio de varones gustarse está penado
pero cada cual se defiende como puede
y yo necesito mirarme
entre nosotros los puños es todo lo que encontramos
para acariciarnos
La sexualidad en su latencia, disfrazada de competiciones en las que desde el púlpito, la muerte despunta sus pretensiones de maestra desgraciada, va a sortear las pruebas que acrediten virilidad. El escarnio es la amenaza que motiva el corazón que va aprendiendo que morir, para algunos, también será costoso.
me asusta más la burla
que una ceja partida y la sangre/
las cicatrices pueden servir para gustarme
Para otros, una jugada infortunada los sacará del tablero y guardará bajo tierra en la memoria.
dos sílabas y una imagen
es todo lo que queda de vos
La pertenencia generacional está explícitamente marcada en la construcción del libro. El hipopótamo de Pumper Nic se mistura con los exámenes quincenales de informática y los métodos ilícitos para acceder a la sala de profesores a robar las respuestas. En el primero de los dos textos dedicados a la letra D (hay algunas letras que cuentan con más de un poema) encontramos una referencia de contexto ineludible:
si la ley fue callar
cantar es poco menos que una broma para «los chicos de Malvinas»
tal como nos llamaron en primer grado
cuando todavía se contaban los pibes muertos
que traían de las islas
Luces opacas y fuertes sombras de la resaca de la última dictadura, con señoritas inclementes que descargaban su frustración sobre un desafortunado dibujante de pupitres que en el proceso del reto iba empequeñeciendo hasta desear desaparecer de la vista del resto del aula, que atestigua aterrada el ejercicio de poder.
La voz que construye Manrique no pide permiso para repatriar escenas codificadas que ejemplifican la convivencia irracional, animalizada en la que los roles atribuidos fraguan personalidades que ojalá, alguna vez, puedan restañar los traumas que se tatúan hasta el alma en un patio de colegio. Los espíritus blandos quedan al servicio de tonificar las almas recias, hijos pródigos de una sociedad que supo ver tras las hendijas de las persianas cómo se llevaban para siempre a una juventud determinada a edificar sus sueños:
aseverar no hace más verdadero a mi compañero ni más falso
al de cuerpo pequeño y pálido
que ruega con los ojos para que lo fajen
Escenas primarias cuenta con un aditivo trascendente, cuatro páginas de fotografías de los trabajos caligráficos que Nívea Esther Sobredo, la abuela del poeta, realizó entre 1942 y 1943 cuando tenía 14 años. Estos “elementos gráficos / gestuales” (tal como se los denomina en las palabras que la homenajean en el cierre del libro), excelsos en prolijidad y belleza, son también un posible portal a una escuela que actualmente nos parece de un tiempo mítico, poco verosímil, en justo contrapunto con las armonías textuales.
Manrique no pide permiso para repatriar escenas codificadas que ejemplifican la convivencia irracional.
El libro es publicado por Amurado Babor, el taller editorial y de encuadernación de Cecilia Garcìa Corradi. Desde las Sierras de Aiguá, Uruguay, los libros se confeccionan a medida, de a pocos ejemplares, conjunto a los autores, en procura de “que cada texto, poema, ilustración, encuentra la casa que necesita”; la reimpresión es a demanda. Escenas primarias luce una elegante y artesanal encuadernación japonesa que destaca la calidad de los materiales, como tintas y papel, y los detalles del diseño. Las imágenes de tapa y contratapa son xilografìas creadas por la directora de la editorial.
Andrés Manrique nació en 1977, es licenciado y profesor en Ciencias de la Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires, con orientación en periodismo gráfico. Realizó talleres literarios y de periodismo en distintas universidades e instituciones. Colaboró con las revistas literarias La Gallina Degollada y Oliverio. Fue editor de la revista de cultura y entretenimiento 20más, redactor y fotógrafo de las revistas Lugares y Tiempo de aventuras, entre otras publicaciones. Actualmente trabaja para ANRED (Agencia de Noticias Redacción) como periodista de Cultura y Política. Publicado en 2024, Escenas primarias es su tercer libro, luego del poemario Piedra de agua, de 2018 (en coautoría con Adriana Billone) y los cuentos fantásticos integrados en SEA, Seres en ayunas, en 2021.
Actualmente, Manrique se encuentra trabajando en los detalles de su próxima publicación (también editada por Amurado Babor) La creciente imaginación del barro, donde manifiesta su amor por el Delta del Tigre. Son veinte textos que, en palabras del autor, “merodean esa región con características afectivas, ya que la quiero mucho y la extraño cuando no estoy en sus islas o en sus canales por mucho tiempo”.